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Más de 7.000 adolescentes gallegos sufren violencia física reiterada en los institutos

Al menos 20.000 alumnos de ESO dicen padecer acoso una o más veces por semana | En víctimas de ciberacoso, las tasas de depresión grave llegan a multiplicarse por siete

Adolescentes gallegos y violencia física.

Cuando la Xunta presentó los resultados de su tercera macroencuesta de convivencia en las aulas, resaltó el buen clima imperante y cómo menos de uno de cada diez alumnos percibían en su entorno casos de acoso o ciberacoso. No obstante, bajo esa alfombra de la apariencia, miles de adolescentes sufren, como revela una macroencuesta impulsada por Unicef entre más de 41.000 estudiantes de todo el Estado, más de tres mil en Galicia, coordinada por el profesor de la Universidade de Santiago Antonio Rial Boubeta. Desvela, entre otros datos, que un 7,5% de los alumnos, más de siete mil estudiantes de 11 a 18 años de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), dice padecer de forma reiterada violencia física en los centros educativos gallegos. Declaran que los han golpeado, pateado o empujado alguna vez al mes durante varios meses y para casi un cuatro por ciento esas agresiones son semanales.

No son los únicos. Existe otra violencia no tan visible, como insultos, bulos, exclusión... En total, habría casi 20.000 víctimas de acoso escolar en Galicia en la ESO midiendo el fenómeno con un criterio “estricto”, indica el investigador, lo que implica la reiteración de las conductas una o varias veces a la semana en los últimos dos meses. Con un criterio más laxo, de cara a fines preventivos, apunta, los afectados podrían rondar los 32.000. En todo caso, Galicia no desentona de los datos estatales: un 20,9% de víctimas de acoso escolar en la comunidad frente a un 19,9% en general y un 11,9% en ciberacoso (12,2% estatal). Parte de las víctimas son también agresores (15,4% en España, 14,2% en Galicia) y para el experto también hay que ocuparse de ese perfil y de los agresores, que tienen “carencias”.

Detrás de los números están adolescentes que muchas veces no son conscientes de lo que están viviendo, pero a los que la situación afecta de forma negativa sobre la autoestima, las ganas de ir al instituto, el estado de ánimo o el rendimiento académico. Rial Boubeta, cuyo grupo de investigación integra el Alto Comisionado de la Unesco para la lucha contra el acoso escolar y el ciberacoso, advierte de que los efectos sobre las notas llegan después. Primero, avisa a los padres, a los que insta a estar pendientes de los “cambios”, aparecen otros: a nivel emocional, problemas de sueño, digestivos... El adolescente debe poder contar lo que sucede y no sentir miedo a ser “sancionado”, subraya. Porque la Unesco, alega, señala que el principal motivo de ocultación a los padres es el miedo a perder los privilegios tecnológicos (el móvil).

El análisis revela además que los implicados en situaciones de acoso escolar, en especial las víctimas, están menos integrados y satisfechos con la vida y las tasas de depresión grave llegan a multiplicarse por seis (por siete en el caso del ciberacoso). Tanto en el ataque presencial como en el virtual, las tasas de ideación suicida entre las víctimas se multiplican por cuatro o cinco. Al respecto, Rial Boubeta loa que el nuevo protocolo para prevenir el riesgo suicida en menores en Galicia en los institutos integre el acoso y ciberacoso como factores de riesgo.

Asimismo, hay perfiles más susceptibles de ser atacados: el porcentaje de víctimas de acoso escolar casi se duplica entre adolescentes de una orientación sexual no heteronormativa, por ejemplo. “Hay un problema de aceptación de la diferencia”, avisa.

El acoso escolar, subraya Rial Boubeta, es “un problema muy serio, más grave de lo que pensamos”. La macromuestra de Unicef ha permitido ver algo más que la punta del iceberg. ¿Y qué hacen las autoridades? El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha avanzado un nuevo plan contra el acoso, pero ya se había anunciado una iniciativa similar en el mandato de su predecesor. “Es positivo que se ponga en la agenda institucional desarrollar un plan de choque porque supone reconocer que en Galicia tenemos un problema”, opina el también doctor en Psicología Social. Dado que la comunidad fue pionera en elaborar un marco hace años para orientar a la comunidad educativa, el hablar ahora de un plan de choque, opina, muestra que el problema “está muy lejos de solucionarse”. “La administración es muy reactiva; sería bueno que fuese proactiva y hacer prevención”, añade. Además, demanda que cualquier protocolo permita “restaurar” la convivencia en los centros en un buen porcentaje de casos. Si no, avisa, “no sería eficaz”. Y eso no se hace, incide, imponiendo sanciones, sino formando a profesionales en el propio centro.

Aparte, insta a implantar una atención a la víctima desde el minuto uno, a trabajar con los padres y urge “evaluar” los resultados. Al respecto, lamenta que la Xunta no aproveche la encuesta de convivencia para conocer la prevalencia del problema y a partir de ahí saber dónde se mejora o empeora, teniendo en cuenta que muda “muy rápido”.

Rial Boubeta concluye que “el problema del acoso escolar no es solo un problema de convivencia, sino de salud pública, porque hay un enorme peaje emocional, un sufrimiento, un daño a la salud mental”, y de ahí que avale un plan que promueva un abordaje integral para confrontarlo. No basta, ironiza, con darles dos charlas, sino que hay que crear un entorno “seguro” y un marco legal que proteja al menor. En particular, le preocupan los acosos silentes, que ve más difíciles de detectar, como lo que tiene que ver con la exclusión social. “Lo peor que le puede pasar a un adolescente es ser invisible”, proclama.

“El coordinador de bienestar debe tener recursos, no ser decorativo”

Myriam Garabito - Presidenta de Unicef en Galicia

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Desde Unicef, explica su presidenta en Galicia, Myriam Garabito, tenían “claro” que existe “un problema de relaciones” entre los adolescentes y las nuevas tecnologías y quisieron radiografiarlo. Para ello, junto a la Universidade de Santiago y el Consejo General de Colegios de Ingeniería en Informática, promovieron una macroencuesta que permite conocer sus hábitos en internet, redes sociales y videojuegos. “Solo a partir de su opinión podíamos entender un poco el espacio que la tecnología ocupa en sus vidas”, señala Garabito, quien destaca que la gran muestra facilitó rastrear el acoso y el ciberacoso.  

–¿Qué ha permitido averiguar el macroestudio de Unicef? 

–Hay hábitos de uso que llaman la atención, como que seis de cada diez duermen con el móvil y que uno de cada cinco de ellos se conecta de noche, lo que da una idea de la capacidad de las nuevas tecnologías para estar presentes en la vida de los adolescentes. Además, el 98,5% están registrados en alguna red social, no estar es excepcional, y el 61% tiene más de un perfil en la misma red, uno público y otro privado.

–¿Qué hay del acoso? 

–Esta semana celebramos el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el ciberacoso. Hubo que incluirlo porque antes la violencia sucedía en las horas en que estaban en el centro educativo, pero ahora ese acoso sigue el tiempo que el acosador quiera porque se acosan por el móvil, el ordenador y todos los medios que usan nuestros hijos para relacionarse. Los datos indican que uno de cada tres podría estar siendo víctima de acoso y dos de cada diez, de ciberacoso, lo que implica que sufren un problema de salud y de bienestar tremendo. Pero algunos no son conscientes y lo asocian al físico, a ser diferentes, a que les tienen manía o a una broma. La mayoría no lo cuentan. El problema es que tiene consecuencias graves, al afectar a su bienestar emocional, su integración social y su satisfacción con la vida y además las tasas de depresión grave y de suicidio se multiplican.

–A su juicio, ¿cómo se puede afrontar mejor estas situaciones?  

–Es muy importante cumplir con la nueva figura del coordinador de bienestar obligatoria por la Ley de protección a la infancia desde este curso en los centros educativos. Ya tendría que estar implantada. Es un referente al que los alumnos pueden acudir si alguien sufre acoso o ellos mismos. Y este coordinador tiene que tener el apoyo de todos los implicados en querer crear estos entornos protectores de la infancia en la escuela, que es lo que quiere Unicef. Sus funciones son claves. Entre ellas, coordinar un plan de convivencia en el centro porque es un fracaso actuar frente a un niño acosado; tiene que haber una prevención previa que permita que estos casos no se den.

–¿Qué pueden hacer al respecto las autoridades educativas?  

–Tienen que implementar esa figura en los centros y darle los recursos y la formación para poder llevar a cabo su labor, fundamental para incrementar el bienestar de los niños; darle medios para que no acabe siendo una figura decorativa. 

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