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Tragedia aérea: el redondelano que sí pudo contarlo

Hace dos décadas, Francisco Manuel sobrevivió a un accidente de avión en Angola en el que fallecieron los otros 16 ocupantes del aparato

Francisco Manuel González sobrevivió a un accidente aéreo en la selva de Angola en 2001. FDV

El cuerpo sin vida del piloto de la avioneta desaparecida el pasado miércoles en el límite entre las provincias de Zamora y Ourense fue hallado junto a la aeronave estrellada dos días después de perderse, tras partir desde Galicia. El siniestro ocurrió en el lado zamorano de Pena Trevinca, en la localidad de Porto, y según fuentes oficiales, Santiago Durán yacía en el interior de los restos del fuselaje, en una zona de difícil acceso tanto por el mal tiempo como por lo agreste del lugar.

La búsqueda del piloto andaluz mantuvo en vilo durante el tiempo en el que estuvo desaparecido a sus familiares, allegados, y compañeros de trabajo, además de a los miembros de los operativos que trabajaron intensamente para dar con el paradero de Santiago desde que su señal se perdió en el radar, cuando partió desde Doade (Lugo) con destino a Córdoba.

La esperanza de que este padre de familia, con dos hijos, estuviera vivo no se perdió hasta el último momento, pero los peores presagios se confirmaban este pasado viernes, a primera hora de la tarde, primero cuando aparecía el fuselaje de la avioneta estrellada, y poco después, al hallarse el cuerpo sin vida del piloto.

Pero los milagros existen, y prueba de ello es la historia que protagonizó un gallego de Redondela hace algo más de 21 años cuando el avión en el que viajaba junto a otras 16 personas se estrelló contra una montaña, en medio de una tormenta, en la selva de Angola. Condiciones similares a las que podría haber sufrido Santiago Durán esta semana. Pero el redondelano sí lo pudo contar.

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Las imágenes de la tragedia aérea en la que murieron todos los ocupantes del avión menos un joven de Redondela

La increíble historia de Francisco Manuel

Fue el 17 de marzo de 2001 cuando un joven de 25 años, vecino del Concello pontevedrés de Redondela, volvía a nacer. Francisco Manuel González había embarcado en un avión en el aeropuerto de la capital de Namibia, Windhoek, el país africano donde trabajaba como técnico de pesca en una empresa de su padre. Viajaba con el cinturón puesto en el último asiento del aparato, el único del pasillo central, cuando ocurrió la tragedia. Fue un impacto tremendo. El avión se partió en dos y al abrir los ojos apareció en su mismo asiento, pero en la cabina de mando, al lado del cadáver del piloto. Rodeado de llamas tuvo el tiempo justo de abandonar el reactor.

Momento del rescate de Francisco Manuel González, único superviviente del accidente aéreo.

Así resumía FARO, en su portada del 20 de marzo de aquel año, la tragedia aérea en la que fallecieron el resto del pasaje y la tripulación. Hubo 16 muertos.

"Un redondelano, único superviviente de una tragedia aérea en Angola". Al titular con el que abrió el diario decano la edición de ese día, acompañaba una declaración sobrecogedora de Francisco Manuel: "Grité, pero todos estaban muertos". Kiko -que así le llamaban los más cercanos- tenía el fémur roto y algunos rasguños. Él había quedado suspendido al borde de un barranco, mientras el resto del fuselaje del avión y los ocupantes cayeron a unos 200 metros de profundidad. Logró vencer el pánico y la angustia de un escenario trágico, y el instinto de supervivencia le llevó a buscar el botiquín de la cabina. Con las mismas, se inyectó un sedante en el cuello, se colocó el hueso que sobresalía de su pierna, y se la entablilló con los parabrisas del aparato. Tras arrastrarse para alejarse de las llamas, logró avisar a unos niños para que pidieran auxilio.

En el relato de su terrible experiencia a FARO, aún atolondrado y machacado por las heridas, Kiko mostró su pesar por los compañeros con los que compartía el vuelo: “Lo siento mucho por el resto de los pasajeros. Mi padre y yo conocíamos a varios”, dijo. Con respecto a las causas del accidente, el superviviente fue tajante: "El piloto no vio la montaña; simplemente, se la tragó”. Y con una tranquilidad pasmosa, confesaba que en cuanto saliera de la clínica "cogeré un avión. No tengo más remedio. Este es un país con unas carreteras desastrosas, y que haya tenido un accidente no significa que lo vuelva a tener. Debo volver a volar sin ningún miedo”.

"Fue un verdadero milagro"

Manuel González es el padre del joven redondelano que, ya calmado tras la angustia de la incertidumbre, reconocía a FARO que lo ocurrido "es un verdadero milagro”. Declaraciones que hizo desde el hospital donde su hijo se recuperaba de los golpes y de la operación quirúrgica en la pierna a la que fue sometido. “Sólo tiene la pierna rota y quemaduras en la cabeza. El resto están todos muertos y sus cuerpos partidos en trozos”, repetía este hombre que recapituló varias veces las horas posteriores a la tragedia. Y es que cuando se enteró de que el avión en el que viajaba Kiko se había estrellado en plena selva angoleña, escuchó que había un superviviente, pero que no se trataba de su hijo, sino de un ciudadano sueco. “En realidad, hasta que lo ves con tus propios ojos, no quieres creer que tu hijo está muerto o vivo. Por eso yo tenía mis dudas. Y cuando un retén del aeropuerto comenzó a hablar de un tal Kiko, dije que solo mi hijo podía responder a ese nombre porque solo la familia le llama así”, confesaba.

La envergadura de Francisco Manuel González -con una altura de dos metros y más de cien kilos de peso- quizá fue determinante para su salvación, pero su progenitor destacaba de su hijo su inmediata capacidad resolutiva, su ausencia de miedo a todo, pero sobre todo su arrojo: "Le he visto lanzarse al agua por un mero de 40 kilos que se escapaba a los pescadores que trabajan a su cargo, entre 130 y 200, según temporadas", declaró en días posteriores al accidente.

Francisco Manuel y su padre, con una enorme captura realizada por la tripulación en uno de los barcos de su flota pesquera.

Francisco Manuel y su padre, con una enorme captura realizada por la tripulación en uno de los barcos de su flota pesquera. LA OPINIÓN

¿El destino o la fortuna?

Entonces, su salvación ¿fue cosa del destino o de la fortuna?. El caso es que este joven redondelano había subido en el último momento al aparato siniestrado, donde no figuraba en la lista de pasajeros. Kiko ocupó la plaza de un viajero llamado Johanson, que no se había presentado para el embarque, lo que explicaría la confusión sobre la identidad del superviviente, que en principio se informó de que era sueco. Muchos pensarán que, simplemente, no había llegado su hora, y que por eso, la 'muerte' decidió que él sí pudiera contarlo.

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