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La Galicia oculta que emerge de las aguas

La escasez de agua revela los secretos mejor guardados de la comunidad gallega: desde antiguos pueblos sumergidos hasta un castro prerromano

Enseres en el pueblo de Aceredo, en Ourense, que emerge por el bajo caudal en el embalse de Lindoso. BRAIS LORENZO

Galicia arrastra en la actualidad una situación de sequía prolongada en la mayor parte de su territorio, debido a la escasez de lluvias desde principios de año y a que el pasado otoño fue también muy seco, con precipitaciones un 34% por debajo de lo normal. Las reservas hídricas llevan semanas resintiéndose y los embalses ven caer la ocupación de su capacidad en picado, y es ahí, cuando los pantanos y los ríos bajan sus niveles cuando emergen de las aguas esos tesoros de la Galicia oculta.

Desde restos arqueológicos romanos a fortalezas medievales e incluso antiguos pueblos que lucen intactos, dejando constancia de una vida pasada y olvidada, estas son solo algunas de las curiosidades que está sacando a la luz este año hidrológico en la comunidad gallega.

Castro Candaz

También conocido como la Atlántida gallega, Castro Candaz es una antigua fortaleza que permanece bajo el agua durante la mayor parte del año. Sin embargo, en períodos de escasez de agua como el actual, resurge de las profundidades del embalse de Belesar. Este castro prerromano, que posteriormente pasaría a convertirse en una fortaleza medieval, está situado entre la desembocadura del río da Lama y del río Enviande en el Miño, en la parroquia de Pedrafita (Chantada, Lugo) y se trata de uno de los secretos mejor guardados de la Ribeira Sacra.

Restos castreños conocidos como Castro Candaz, en el embalse de Belesar, Chantada. CARMEN VILLAR

El acceso al castro tan solo es posible cuando la capacidad el embalse se encuentra por debajo del 25%, solo entonces podremos cruzar caminando hasta llegar a la construcción. Según los registros, fue la única fortaleza que hizo frente a los vikingos durante sus primeras invasiones, cuando arrasaron Chantada, y posteriormente, este refugio sería uno de los grandes símbolos del poder medieval de Galicia. Así, desde él se pasó a controlar el paso por el río Miño.

Fue entre los años 1467 y 1469, durante la revuelta de los Irmandiños, cuando la fortaleza fue destruida, siendo levantada posteriormente de nuevo. Además del importante valor histórico de la construcción, Castro Candaz es un enclave inspirador para las leyendas, puesto que se cree que el interior del asentamiento guarda diferentes tesoros, debido a la existencia de dos entradas subterráneas.

Aldea de Marquesado

Debe su topónimo a la existencia de un marqués que debió de ser dueño y señor de dichas tierras. La aldea de Marquesado, en Brocos (Agolada), es otro de los tesoros que emergen de las aguas en Galicia cuando se dan las condiciones adecuadas. Fue el río Ulla el que se la tragó tras la construcción del embalse de Portodemouros, lo que obligó a trasladar la vecina aldea de Brocos más arriba e incluso a levantar una nueva iglesia y cementerio en la década de los años 60 del siglo pasado. Lo que queda en la actualidad de esta aldea es lo que en principio quedó fuera de la zona anegada.

El bajo volumen de agua embalsada en el pantano de Portodemouros, en Vila de Cruces, deja a la vista la aldea de Marquesado, en Brocos. BERNABE/JAVIER LALIN

La mayor parte de las casas quedaron bajo las aguas del Ulla para siempre y, únicamente en tiempos de profunda sequía, cuando el nivel de las aguas que aporta el río A LA presa bajan, se puede contemplar y pasear por el entramado de casas y piedras, que se resisten a la ruina total. De entre las aguas no solo emergen las viviendas, con paredes semiderruidas y algún dintel, sino también la propia iglesia y el viejo cementerio, que hubo que vaciar antes da puesta en funcionamiento del embalse, una construcción que también se tragó dos molinos y una planta hidroeléctrica. La tradición oral también cuenta que en debajo de las aguas fluviales también se encuentra un aserradero entero con su maquinaria intacta.

En la comarca, la presa afectó a cinco aldeas: A ponte, Marquesado, Barrio, Fontearcada y Outeiro, así como a otras tantas de los concellos coruñeses de Santiso y Arzúa.

El profesor lalinense Antonio Presas recordó en alguna ocasión que en esta aldea lucían dos marcos, separados unos 40 metros, que recordaban como Antonio Freire, señor de Sobrado, ganó sus derechos sobre el lugar a Álvaro Ordóñez al cubrir, de un salto a caballo, la distancia que separaba estos dos marcos. La hazaña habría tenido lugar en el año 1604, y posiblemente la inscripción de esta aún sobreviva a la erosión de las aguas.

Portomarín

De vuelta al embalse de Belesar, no lejos de Castro Candaz, también se da otro reencuentro con la historia cuando en la presa disminuye el nivel del agua. Así, las ruinas del antiguo Portomarín, que en los años 60 del siglo pasado fue anegado, resurgen del olvido. Y es que tras la inauguración de la presa de Belesar, las aguas del Miño inundaron la memoria y los recuerdos de todos los vecinos que allí residían, siendo el Portomarín actual edificado de cero en las proximidades de monte de O Cristo.

El bajo caudal del Río Miño sacó a la luz las ruinas del antiguo puente medieval del viejo Portomarín. Carlos Castro

Puentes, ruinas de algún camposanto, viviendas o el malecón que había en torno al río son algunos de los restos que se hacen visibles cuando el nivel del agua lo permite. En 1946 el municipio original fue declarado Conjunto Histórico-Artístico y ya desde 1931 la iglesia románica de san Juan dedicada a san Nicolás estaba declarada Monumento Nacional. Las piedras de ambos templos fueron numeradas y trasladadas una a una hasta su actual ubicación y los vecinos también se ocuparon en su día de trasladar los restos mortales de las personas enterradas en los tres camposantos del pueblo primitivo.

Al nuevo asentamiento trasladaron además la iglesia de San Pedro, un arco del puente romano que hoy preside la entrada de la nueva localidad o construcciones como el Pazo Conde da Maza o el de Berbeteros.

Aquis Querquennis

Situado en Bande, a orillas del río Limia en el embalse de As Conchas, el campamento romano y la mansión-viaria de Aquis Querquennis, conocido popularmente como A cidá, representan la huella de un pasado que se remonta dos milenios en el tiempo. Permaneció ocupado entre el último cuarto del siglo I y hasta los años 20 del II, durante la construcción de la Vía XVIII o Vía Nova y, si bien en niveles normales de caudal, no puede ser visitado, en el momento en el que las aguas se retiran proporciona un viaje al pasado que grabar en la retina.

Vista aérea del campamento romano y la mansión viaria de Aquis Querquennis situado en el embalse de As Conchas, en Bande. BRAIS LORENZO

Desde el siglo XVI había ya noticias de estos restos arqueológicos, conocidos en la zona como A Cidá, aunque no fue hasta el siglo XX cuando se realizaron las primeras intervenciones arqueológicas, dirigidas por Florentino López Cuevillas a comienzos de los años 20. En aquellos momentos se creía que se trataba de una mansión romana, no de un campamento militar y no fue hasta la década de los años 80, gracias a nuevos hallazgos y fotografías aéreas, cuando se planteó la verdadera naturaleza del recinto. En 2018 fue declarado como Bien de Interés Cultural.

La sequía de los últimos meses hacen posible pasear por todo el terreno sin ninguna dificultad. La superficie total del recinto se halla muy próxima a los 25.000 metros cuadrados, dando cabida a unos 500 legionarios ,además de a una turma auxiliar de caballería. El trazado y alzado de las estructuras, organizadas en cuadrículas en torno a las dos vías fundamentales, perpendiculares entre sí se realizó según un esquema ortogonal común, salvo ligeras variantes, con otros campamentos de la época.

Aceredo

La provincia de Ourense cuenta también con otro tesoro sumergido que no deja indiferente al que lo visite. Se trata de Aceredo, un antiguo pueblo enclavado en el municipio de Lobios que en la década de los 90 quedó sepultado bajo las aguas y que cada año vuelve a emerger, provocando la fascinación de lugareños y constituyendo en la actualidad un importante atractivo turístico en la zona.

Dos mujeres recorriendo el pueblo de Aceredo, que emerge de las aguas en el embalse de Lindoso. BRAIS LORENZO

Como en tantos otros lugares, la construcción de un embalse, el de Lindoso (Portugal), en 1992, tragó varias aldeas, en medio de una fuerte oposición vecinal. Además de Aceredo, quedaron engullidos en esta zona gallega otros cuatro pueblos: A Reloeira, Buscalque, O Bao, y Lantemil.

Coincidiendo con el bajo caudal, es posible ver parte de las casas de Aceredo, que siguen como antaño, aunque en el agua. La antigua fuente del pueblo y los restos de alguna calle que dio vida a un lugar que llegó a tener 70 casas y unos 120 vecinos, aparecen en medio de un paisaje casi fantasmal.

Todavía recuerdan los habitantes del lugar aquella jornada en la que se vieron obligados a dejar toda su vida atrás: casas, hórreos, huertas, así como el camposanto. La iglesia se salvó y también fueron desenterrados los cuerpos de los difuntos. En su memoria quedará para siempre aquel 8 de enero de 1992, cuando la hidroeléctrica portuguesa EDP cerró sus compuertas y el río, que llevaba bastante agua por las lluvias, empezó a inundarlo todo. Mientras que muchas optaron por irse, otras familias continúan viviendo en los pueblos próximo al que antaño llamaron hogar.

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