Los incendios de Valdeorras y O Courel ya son los más grandes de la historia de Galicia

Ambos fuegos, sin visos de quedar controlados, han superado las 10.000 hectáreas de monte quemado

Vista del humo del incendio forestal de O Barco de Valdeorras, este martes

Vista del humo del incendio forestal de O Barco de Valdeorras, este martes / Brais Lorenzo

Vigo

Galicia ha entrado en territorio desconocido en materia de incendios forestales. No había en los registros de la comunidad fuegos que hubiesen quemado por sí solos más de 10.000 hectáreas de terreno. Hasta este miércoles. La Xunta informó a primera hora de la tarde de que las llamas ya han superado esa marca tanto en Valdeorras como en O Courel.

En conjunto, esta ola desatada por la tormenta eléctrica del pasado jueves se acerca ya a las 30.000 hectáreas devoradas, con Vilariño de Conso —4.000 hectáreas— como tercera zona más castigada. Todavía quedan lejos las más de 49.000 que se carbonizaron en el episodio incendiario de octubre de 2017. Aquel capítulo fue muy distinto al actual. Fue mucho más breve, menos de 72 horas, pero mucho más extendido por toda la geografía gallega. Se registraron entonces cientos de focos, muchos de ellos muy cerca de núcleos densamente poblados.

En aquella ola de hace cinco años se encuentra el incendio que más hectáreas había quemado en Galicia, hasta hoy, según los datos del Ministerio de Medio Ambiente. Comenzó en Ponteareas y se expandió por Pazos de Borbén, Redondela y Soutomaior para devorar casi 8.900 hectáreas. El activo de Folgoso de Courel y A Pobra de Brollón —que en origen eran tres fuegos distintos— saltó a lo largo de este miércoles de las 7.500 a las 10.000 hectáreas quemadas; el de Valdeorras, que ya ha pasado a León, creció desde las 9.000 hasta las 10.500, según la última estimación de la Consellería de Medio Rural.

Más lejos se queda ya el incendio que asoló la localidad de Cerdedo en 2006, en el que ardieron 7.300 hectáreas. Pero más que por el tamaño, aquel fuego se recuerda por la muerte de dos mujeres, que se vieron atrapadas por las llamas cuando circulaban en coche. Un destino igual al que sufrieron otras dos señoras en Chandebrito, en la ola de 2017, durante la que fallecieron un total de cuatro personas. Al margen del drama que supone la pérdida del hogar, por el momento la actual ola no se ha cobrado ninguna víctima.

Los indicios apuntan a que, debido a la influencia del calentamiento global y la despoblación del rural, los incendios forestales han dado un salto de escala en la península ibérica. Décadas atrás hay casos puntuales de fuegos de dimensiones masivas, como el que quemó casi 30.000 hectáreas en Minas de Riotinto (Huelva y Sevilla) en 2004, es en los últimos años cuando han proliferado este tipo fenómenos incontrolables, con Pedrógão Grande (29.000 hectáreas y 64 víctimas mortales) como ejemplo más devastador. En Zamora, hace un mes un fuego quemó 22.000 hectáreas; uno activo en estos momentos, iniciado en Losacio, llevaría ya 30.000.

Expertos como Juan Picos, director de la Escuela de Ingeniería Forestal de la Universidad de Vigo, vienen avisando de la dificultad de enfrentarse a este tipo de incendios, a veces denominados de sexta generación, una vez se desbocan. Los sistemas de extinción han mejorado mucho y son muy eficaces a la hora de sofocar frentes en sus primeros compases. Pero cuando las llamas logran extenderse, atacarlos resulta extremadamente complicado mientras encuentren masa vegetal que consumir. En esas circunstancias, solo un cambio de tiempo puede ayudar a detener el desastre. Las previsiones meteorológicas para el oriente gallego no son halagüeñas.

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