A las familias gallegas les cuesta cada vez más afrontar los gastos de la vivienda. Al encarecimiento de los alquileres se ha sumado el incremento del precio de la energía: los recibos de la luz y del gas se han disparado. Esto provoca que casi 75.000 hogares se retrasen en el pago de la renta mensual y de las facturas de su casa, una cifra que es un 46 por ciento superior a la época prepandemia.
En 2019, antes de que irrumpiera la crisis del COVID, sumaban 51.300 las familias que admitían retrasos en los gastos de alquiler, hipoteca y recibos de gas, electricidad o comunidad. Dos años después, en 2021 se habían elevado hasta las 75.000, según la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE). Son el 7 por ciento de todos los núcleos familiares gallegos.
Pero no es la única señal que arroja pistas sobre las dificultades económicas que están sufriendo los hogares gallegos. Casi el 14 por ciento no puede permitirse mantener la vivienda a una temperatura adecuada.
La electricidad lleva años al alza, una situación que se agravó tras la guerra de Ucrania, que encareció los precios del gas y el petróleo. Por eso, mantener la casa caliente empieza a ser un lujo para algunas familias. Los hogares que no pueden mantener una temperatura adecuada en su vivienda se han duplicado en dos años pasando de 69.500 a 147.500 en 2021.
Coche
Los bolsillos de los gallegos están sufriendo también cada vez más el alza en el precio de los combustibles. Casi 25.000 familias aseguran que no pueden permitirse tener un automóvil. Son 7.500 más que en 2020, en plena pandemia, cuando los ciudadanos apenas cogieron el coche debido a las restricciones de movimiento. Sin embargo, es una cifra similar a la que había en la época preCOVID.
Pero también hay datos positivos: sube el número de hogares que pueden comer carne, pollo o pescado al menos cada dos días y los que pueden afrontar gastos imprevistos. De hecho, se reduce la tasa de pobreza, aunque ésta se calcula con los datos de renta de 2020 cuando aún no había impactado de lleno la crisis del COVID y antes de que estallarra la guerra de Ucrania y se disparase la inflación. Según el INE, el riesgo de pobreza se sitúa en el 24,5 por ciento de los hogares gallegos, frente al 25,7 por ciento de un año antes.
Contrasta este dato, sin embargo, con el incremento de hogares que en 2021 reconocen dificultades para llegar a fin de mes: pasan del 35,8 por ciento en 2020 al 40,7 el pasado año.
Durante el confinamiento de 2020 se disparó además el número de hogares con quejas por problemas en sus viviendas. Así, se duplican las familias que denuncian la escasez de luz natural en sus casas, de ruídos y de contaminación ambiental.