La vida de Marta Soto, asentada en Vigo desde hace 26 años, se parece a la de un universitario en un centro de alto rendimiento. Esta arquitecta se levanta por la mañana y trabaja de las 7.30 horas a las 14.30 horas del mediodía cubriendo una plaza vacante del Concello de Vigo. Es la segunda que ocupa, reconoce satisfecha. Cuando sale, come rápido y comienza su otra jornada: estudiar durante otras cuatro horas con la ayuda de una academia y luego, más en casa. Así, cada día desde hace unos cuatro años. Marta, casada con un vigués y madre de tres hijos, trabajó ‘de lo suyo’ desde que comenzó su andadura profesional, allá por 1996 y hasta 2011. “He trabajado como autónoma y para empresas; he tenido experiencias de todo tipo”, confiesa. Pero la crisis truncó su empleo como arquitecta y después de una temporada en paro de unos siete años y otro parón por dedicación a la maternidad, no encontró una recolocación laboral fácil. “Fue justo en un momento en el que era difícil trabajar como arquitecto... así que me dije: voy a preparar oposiciones. Ahora tengo 52 años y buscaba algo más tranquilo y, también, seguridad. En mi sector se trabaja con muchísima presión y responsabilidad. Estoy muy contenta, porque me han llamado para cubrir dos ‘bolsas’ y trato de compaginar la familia con el trabajo y los estudios; pero no tengo otra vida”, resume.
¿Hincar los codos cuando se han cumplido los 50? Los ‘silver’, como se denomina esa edad en la que los mechones se vuelven plateados sin tintes artificiales, se lanzan cada vez más a preparar una oposición. Su número se ha duplicado en los últimos dos años. En un momento en el que tradicionalmente los trabajadores se preparaban para encarar la jubilación o incluso una prejubilación, ellos optan por conseguir una plaza fija en alguna institución. La ansiada estabilidad que no logran en la empresa privada o el empleo, que se resiste a partir de la cuarentena, están detrás de las principales causas.
Los demandantes de empleo público mayores de 50 años se han multiplicado por dos respecto a 2019 en España –ya son el 11%– y en Galicia la cifra podría rondar el 14%, según un informe de OpositaTest. Pasaron de ser el 5% del total en 2019 al 11,8% en 2021, según la citada encuesta.
Además, los datos territoriales apuntan que siete de cada diez gallegos que opositan lo hacen tras una experiencia laboral de más de 5 años y, en un porcentaje similar, tienen hijos. Esta cifra no sólo duplica las cifras prepandemia, sino que presenta una previsión al alza para los próximos años. “Mucha gente se ha tenido que reinventar laboralmente desde la crisis del Covid”, explican los autores del trabajo. El 82% lo hace en búsqueda de una mayor estabilidad.
En Galicia, a juzgar por el informe, el grueso de los opositores se concentra no obstante en las edades que van desde los 36 a los 50 años. Representan prácticamente la mitad de los que se preparan para trabajar en la administración pública (47%).
En los meses de enero a marzo de 2022, 963.800 mayores de 50 años se encontraban en situación de desempleo, 27.600 más que a cierre de 2020, según las cifras de la Encuesta de Población Activa. Los mayores de 50 años representan el 30,35% del paro total en España, es decir, casi uno de cada tres.
Opositar se ha convertido en una de las opciones para este colectivo, en su mayoría mujeres (81%).. Según datos ofrecidos por OpositaTest en su encuesta anual a más de 5.000 opositores en activo, el 63% lleva opositando 2 años o menos y el 38% afirma estar preparando más de dos oposiciones. El 73% de este colectivo de mayores de 50 años afirma que ya ha preparado oposiciones anteriormente mientras que el 27%, que se enfrenta a la oposición por primera vez. Del mismo modo, 4 de cada 5 afirma que la pandemia ha afectado mucho o bastante en su decisión de opositar.
“A mi edad es duro ponerse de nuevo a estudiar, pero si se quiere, se puede. Es importante tener ganas y constancia, no solo importa la aptitud si no también la actitud”, resume Marta Soto. Al mismo tiempo, recuerda el consejo de un antiguo profesor: “yo quiero, yo puedo y me lo merezco”. Un mantra que se repite su voz interior todos los días. “Al final, sé que lo conseguiré”. No solo eso, sino que también anima a otras personas de su edad a que hagan lo mismo.