Poco después de las dos de la tarde, Alfonso Rueda caminaba sin corbata y con la chaqueta al hombro por una céntrica plaza de Santiago plagada de terrazas, donde se bebió una caña. Había pronunciado el discurso “más importante de su vida” para ser elegido mañana presidente de la Xunta, pero la jornada parecía un trámite, así que el pontevedrés la afrontó con una normalidad difícil de encontrar en sus antecesores.

El aún vicepresidente en funciones acabó su discurso poco antes de las 11 de la mañana y a las 13.45 horas ya protagonizaba una recepción con jóvenes que habían realizado el camino de Santiago. Desde la plaza del Obradoiro se fue paseando con dos de sus colaboradores hasta una zona de terrazas a la que suele acudir para disfrutar de una cerveza, quizás pensando por dentro que esa es la “normalidad” más sana de la política gallega y no tanto la “estabilidad” que vende gracias a las cuatro mayorías absolutas consecutivas. Se trata, por cierto, de la zona a la que también acudió después del discurso de despedida de Feijóo de la semana pasada.

Antes, en el Parlamento, Rueda recibió felicitaciones y abrazos de los cargos del PP que acudieron a la Cámara, como la exministra Ana Pastor o la delegada de la Xunta en Vigo, Marta Fernández-Tapias, así como el resto de delegados territoriales, alcaldes como el de A Estrada o Cerdedo-Cotobade y demás miembros de un partido expectante ante los posibles cambios en el organigrama de la Xunta.

Rueda y los diputados del PP aprovecharon el mediodía para comer en la zona del Monte del Gozo con Feijóo, recuperando la cena de navidad aplazada, una cita que sirvió de anticipo de despedida del líder popular, al que aún le quedan al menos otro adiós en uno de sus restaurantes favoritos de la capital.