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Venta online de artículos usados entre particulares: una tendencia imparable

Las restricciones de movilidad por el COVID, la posibilidad de obtener un dinero extra y las facilidades que provee internet se encuentran tras esta dinámica creciente

Una joven consulta un portal web de venta de artículos. | // FDV

El confinamiento y las restricciones de movilidad durante buena parte del año 2020, que entre sus consecuencias llevó a permanecer más tiempo en casa e intensificar las horas al frente del ordenador, provocó un incremento bastante notable de la venta de productos, nuevos y de segunda mano, entre particulares a través de las distintas plataformas que provee internet. Pero esta práctica parece ya algo más que una moda y todo hace indicar que no solo ha venido para quedarse, sino para crecer de forma exponencial durante los próximos años. De hecho, el pasado 2021 unos 355.000 gallegos comercializaron de forma habitual por internet, a título particular, para vender y comprar artículos tanto usados como otros que ni siquiera habían sido sacados de sus envoltorios. La cifra supone un 77% más que los usuarios registrados en 2020 que a su vez se habían incrementado en un 30% con respecto a 2017.

“Esto ha llegado para quedarse. Todo lo que sea un cambio de paradigma en el comercio no suele ir para atrás y esto lo es. A lo que asistimos es a una tendencia de saltarse a los intermediarios en la cadena a valor y avanzar por un camino que resultaba impensable hace solo unos años”, sostiene Fernando Gómez, de BoardFy Pricing, una empresa viguesa especializada que monitoriza los precios de millones de productos en internet para facilitar información a sus cliente con el objeto de que esos puedan ajustar sus costes y observar además el comportamiento de la competencia.

Evolución

En 2017, según los datos del Instituto Galego de Estatística (IGE), eran apenas 150.000 los gallegos que recurrían a la venta online, en 2020 alcanzaron casi los 200.000 y el pasado año el número se disparó a los 355.500. Fue una práctica a la que recurrieron el 19,8% de las personas de entre 16 y 74 años que emplean internet con cierta asiduidad.

Ropa, zapatos, bicicletas, libros, sillas, mesas, relojes, neveras, somieres, lavadoras, televisores, monitores de ordenador, fruta, robots de cocina, espejos, botas de fútbol, cunas de bebés, vajillas, cafeteras... la lista es tan larga como artículos se puedan albergar en una casa o en un garaje. Y por supuesto, también coches y viviendas.

Causas

Fernando Gómez precisa que las restricciones ocasionadas por el COVID fue una de las causas que empujó esta dinámica, pero que no es la única. También influye la facilidad para realizar estas operaciones, la posibilidad de sacarse un dinero extra, el que cada vez lo hagan más personas de su entorno y la proliferación de plataformas de internet y anuncios publicitarios que animan a vaciar los armarios y deshacerse de los productos que ya no se usan o que ni siquiera se sacaron de sus cajas.

En la razón de este creciente comercio entre particulares también transita una mayor concienciación ambiental que deriva en afán por reducir los residuos que se generan. Un ejemplo claro es la industria textil, que a pesar de ser una de las más contaminantes, cada año se venden 80.000 millones de prendas nuevas en todo el mundo. Los artículos electrónicos también usan componentes potencialmente peligrosos para el medio ambiente.

Lista interminable

Maite pasó de vender libros de texto de sus hijos hace unos años cuando acababa el curso, a poner en el mercado bicicletas, espejos de baño y mesa de cocina a juego con las sillas. Ana renovó la habitación de sus hijas y antes de acomodar los nuevos muebles, vendió por internet los viejos. Se puede decir que hay un comprador potencial para casi cualquier cosa y las plataformas webs los acercan al cliente sin necesidad de andar buscando.

De esta tendencia de saltarse al intermediario en la cadena de valor también participan las marcas, que venden su productos directamente a los compradores sin pasar por las tiendas.

Pero, como destaca Fernando Gómez, hay perjudicados. Entre ellos, el comercio minorista. “Les afecta, absolutamente, porque bajan las ventas. No se puede caer en la dinámica de pensar que esta tendencia no perjudica a nadie. No es cierto”, sostiene.

Problema fiscal

En este sentido, este experto destaca que hay quienes se dedican a comprar, por ejemplo, ropa en grandes cantidades de la marca textil de referencia en Galicia y en buena parte del mundo, para luego venderla en Francia a través de internet saltándose todas las regulaciones del mercado. Evidentemente, este comportamiento solo se da en casos puntuales.

Esto a su vez genera una problema fiscal, dado que se están realizando transacciones económicas que se escapan al control de Hacienda, como también puede ser la venta de pisos o terrenos. “Es la economía sumergida 2.0”, ironiza Fernando Gómez.

Este experto asegura que ya conoce un caso en que Hacienda abrió una investigación a una persona porque detectó que había vendido una propiedad a través de una web y no había declarado los ingresos. A su juicio, conforme se extienda más la práctica de la venta directa entre particulares, Hacienda tomará medidas de control, llegando a acuerdos con las plataformas de internet para que les faciliten datos, de la misma forma que se hizo hace unos años en relación al alquiler de pisos a través de las web especializadas.

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