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La Xunta advierte: ni campus ni empresas pueden captar todo el talento gallego en I+D

Un itinerario completo de ocho años puede llegar a 309.000 euros

Un científico trabaja en un laboratorio universitario. Andrea Comas

La semilla del talento investigador ha germinado bien en Galicia. Tal vez demasiado. Porque numerosos  jóvenes tuvieron la oportunidad de desarrollar su tesis con contratos procedentes de programas autonómicos e incluso de salir al extranjero gracias al apoyo de fondos de la comunidad o del Estado.

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Pero la cuestión es qué ocurre después y después para muchos de esos investigadores llega la “frustración” por cómo funciona la dinámica de estabilización de los investigadores en la universidad, ligada a la docencia, y porque tampoco hay grandes salidas privadas en un territorio donde las empresas no invierten en I+D todo lo que deberían, como pone de manifiesto por ejemplo el último informe de la Fundación Cotec, que revela que Galicia está a la cola de España y de Europa en gasto privado en I+D.

La Xunta advierte de este problema en el Plan Galego de Financiamento Universitario 2022-2026. Aunque llega a afirmar que Galicia “probablemente sea en términos relativos la comunidad autónoma que tiene los mejores programas y la que mayores recursos dedicó a estas etapas –en alusión a los contratos predoctorales y posdoctorales– en el conjunto del Estado”, sin embargo, matiza luego, este “esfuerzo” ha puesto en evidencia las “notables deficiencias de un sistema que, en el contexto universitario, sigue ligando la capacidad de estabilización a las necesidades docentes”. El resultado de tener tantas plazas en los estadios formativos iniciales de investigación desembocó en una “presión” de estos colectivos cuando sus programas de apoyo finalizaban. Pero si “el SUG no tiene la capacidad real de absorber todo el talento que forma”, como proclama el plan, tampoco el sector privado va a poder asumir toda esa preparación. “El peso del sector empresarial en la I+D+i es muy modesto y no genera las oportunidades suficientes”, señala en el documento.

Y eso ocurre cuando el coste de un itinerario completo de formación –con subvención de tres años para hacer la tesis, dos años de formación posdoctoral fuera de la comunidad y dos dentro– puede ascender a 309.000 euros. Con esta inversión, el objetivo es que el investigador pueda ser “solvente” en programas nacionales e internacionales en posiciones senior. Pero esa inversión no garantizaría ni esa posición senior en otros programas ni tampoco la capacidad de estabilización, advierte la Xunta. Y el efecto de tener un engrosamiento en la base de la pirámide investigadora acaba generando “frustración” en aspirantes a un puesto estable en el SUG que no llegará.

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Además, esas investigaciones subvencionadas con cargo al erario público no siempre van por donde deberían ir. En concreto, al analizar las tesis doctorales –etapa predoctoral–, el Plan no sugiere cambios esenciales en canto a plazas o fondos, pero en cambio sí que conmina a una selección de tesis. Y lo hace porque detecta que buena parte de los doctorados no están alineados con la estrategia de especialización inteligente de la comunidad y, por tanto, no van en la línea de “mejorar la competitividad, el crecimiento económico o el empleo sostenible a través de la innovación”.

Un rediseño de la etapa posdoctoral con miras a un programa “más ambicioso y de más alcance” o fomentar la figura de un “doctor SUG” con mayor capacitación o duración de la etapa senior y que ofrezca a las universidades incentivos para su contratación son soluciones apuntadas en el Plan de Financiamento.

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Pero las dificultades no solo están en la gestión de las personas, sino de los grupos de investigación. La Xunta empieza a percibir “síntomas de agotamiento” en un modelo que ha florecido en los últimos años y en el que los grupos punteros han logrado ir incrementado su financiación de manera progresiva. El hecho de que dispongan de una financiación basal, constante, es una ventaja en la medida en que les permite “total libertad de movimientos”, pero al tiempo un inconveniente al revelarse como un elemento de “resistencia al cambio y a la integración de los investigadores en estructuras más grandes y complejas que una investigación de frontera precisa hoy en día”. Entre las mejoras, el documento conmina a estimular un “mayor dinamismo” en los grupos para aumentar su masa crítica y propone reducir la brecha de género a través de más incentivos.

Formar a un investigador o comprarse en Vigo un piso de más de 150 metros

El nuevo plan de Financiamento del SUG incluye 400 millones para investigación, un 40 por ciento más de fondos que en el plan precedente. En ese capítulo se encuadra tanto la gestión del talento como de las estructuras de investigación. Ambas cuestan. En concreto, en el balance del plan anterior, la Xunta señala que entre 2016 y 2020 se ofertaron 450 contratos predoctorales de los que se beneficiaron 524 personas, a una inversión media de 76.000 euros por contrato, aunque en la actualidad el coste medio de esas plazas ya ha subido y se sitúa en 81.000, contando salarios, sociales y las ayudas a la estancia en el extranjero.

Un itinerario completo de ocho años puede llegar a 309.000 euros

La preparación de la tesis sería el primer peldaño de la carrera investigadora. Luego llegan los programas de apoyo a lo que se denomina formación posdoctoral. Entre 2016 y 2019 se convocaron un total de 260 plazas en dos modalidades y una de ellas incluye una fase de estancia en el extranjero. En una trayectoria de ocho años, según el documento, la inversión que se habría realizado en un investigador que completase el itinerario ascendería a unos 309.000 euros. Es casi lo mismo que comprarse en Vigo un piso de 150 metros cuadrados –a un precio, con datos de octubre, de 2.050 euros por metro–.

El informe también advierte, en el caso de las estructuras, de “debilidades” en los campus de especialización. En 2019 se inició un proceso para acreditarlos que busca comprobar si su estrategia va acorde con los fines establecidos, ligando a esta credencial ayudas específicas para mejora continua. Solo uno ha pasado ya ese filtro y, además, el documento advierte de que estos campus están siendo “poco selectivos” al presentar sus propuestas, al primar en su diseño dar cabida a todas las capacidades en vez de elegir solo las alineadas con los objetivos de la supuesta especialización. Además, reprochan que estos campus tampoco están resolviendo, en general, los procesos que permitan repensar los mapas de titulaciones que se ofertan adaptadas a esos criterios de especialización.

 

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