La soledad no es solo una cuestión de cantidad, sino también de calidad. La economía, como explica la socióloga de la Universidade de Vigo Sara Torres, “detrae tiempo de la familia” –para quienes la tienen–, se rompe el cuidado tradicional y” se dejan necesidades sin cubrir.” Se suceden los casos de ciudadanos que llevan semanas o meses muertos en casa sin que nadie los eche en falta y la Xunta está preparando una “Estratexia contra a soidade non desexada”, preocupada sobre todo por los mayores sin apoyos. Los datos que maneja la Conselleria de Política Social elevan a 126.000 los gallegos de 65 o más años los que viven solos y a los que busca “arropar”, pero no son los únicos. Además, la cuestión es si tienen quién les eche una mano cuando la precisan y muchos no la tienen.
Aunque la Xunta se ha planteado entre sus primeros deberes el acotar en números la situación a través de un censo, la Encuesta Europea de Salud facilita aproximarse a cómo se percibe en Galicia desde los ciudadanos esa red de apoyo social que se presenta como un “determinante” de la salud. Los datos no permiten conclusiones por franjas de edad en Galicia, pero sí constatar que, pese a suponer una minoría de la población, quienes se sienten solos si vienen mal dadas se cuentan por miles.
Los números de los más vulnerables
En concreto, las cifras recopiladas en el INE reflejan cómo 19.100 gallegos de 15 años en adelante declaran que, en caso de necesidad, no podrían contar con ninguna persona. Cuando se les planea el “nivel de interés” de otros por lo que le pasa, responden que “poco” o “nada” unas 28.400 personas, casi la población de Redondela. Más alto es el dato de los que atribuyen a sus vecinos escasa predisposición a echarles una mano de necesitarlo. Lo ven “difícil” o “muy difícil” casi 164.000. Al analizar este parámetro, hay que tener en cuenta que esos vecinos a veces ni existen. En el Nomenclátor, el INE recoge que un solo residente evita que casi tres mil aldeas gallegas figuren como abandonadas.
Al profesor de la Universidade de Vigo Elías Trabada le parece “preocupante” esa falta de red, sobre todo entre los mayores, ya que podría estar acompañada de estados de salud que dificulten la autonomía y las relaciones, “especialmente”, apostilla, “en un entorno territorial con escasa y dispersa geografía como el rural gallego”.
Las causas
Pero, ¿por qué ocurre este fenómeno? “La emigración propia, de familiares y vecinos contribuye a generar una situación de carencia o debilidad de las redes de apoyo social, un factor que es importante en la sociedad gallega”, explica el sociólogo y urbanista. A eso añade que el tránsito de la ocupación a la jubilación “suele suponer una pérdida de las redes sociales basadas en la actividad laboral” y “favorece el aislamiento” y cita asimismo el cambio en la forma de convivencia por la pérdida de la pareja por fallecimiento o rupturas. Sin olvidar, apunta, que “las representaciones socioculturales que infravaloran a las personas mayores por percibirlas como improductivas y un gasto para la sociedad, refuerzan la tendencia a su segregación, soledad y exclusión”.
Si Sara Torres, también docente en la UVigo, advierte que de la soledad “no escapa nadie” y alega que Suecia ha llegado a crear un Ministerio de la Soledad, como Gran Bretaña, Trabada sostiene que el fenómeno de los hogares unipersonales tiende a crecer por el envejecimiento y la esperanza de vida y por cambios económicos y socioculturales, como el “basado en el consumismo, el individualismo y la desinstitucionalización”, con la “caducidad” de las parejas incluida.
Un fenómeno que irá a más
Este experto augura que este fenómeno irá a más y que, “probablemente, crecerán las situaciones de soledad no deseada y de exclusión social”, dado un contexto en el que se “debilitan y quiebran lazos sociales primordiales”. Es un proceso de cambio “complejo”, concede, que genera contextos sociodemográficos donde las redes de apoyo familiar se limitan en cantidad y en calidad –con “compromisos intergeneracionales inestables y difusos” y aumento de rupturas–.
¿Y cómo solucionarlo? Torres y Trabada aluden, por ejemplo, al “cohousing”, concebido como viviendas intergeneracionales, solución también planteada por la Xunta. Respondería a la necesidad de vivienda de los jóvenes y serviría para acompañar a mayores solos, aduce Torres, que defiende su “rentabilidad económica” y de red social. Trabada enfatiza la vivienda para señalar la “marginalidad” de las de carácter público, que anima a convertir en “prioridad”. Además, insta a reforzar los servicios sociales para detectar con rapidez situaciones de soledad no deseada para desarrollar las acciones “correctoras adecuadas” y sostiene que en esos programas “mediación y acompañamiento social” jugarían un rol “importante”. En el caso del rural, aboga por que los mayores compartan viviendas con otros o por pequeñas residencias públicas que no los desarraiguen y además contribuyen al empelo y al desarrollo local.