No necesita presentación. La histórica corresponsal de Televisión Española, Rosa María Calaf, visitó ayer Acampa pola paz para aportar su visión sobre el papel que debe jugar el periodismo a la hora de transmitir realidades como las que denuncia le foro, con especial hincapié en la responsabilidad que tiene la información de calidad en los climáticos a los que se enfrenta la humanidad en su conjunto y a los que, asegura, se ha llegado tarde.

PREGUNTA: Viene a Acampa a hablarnos de un tema que conoce bien, la responsabilidad del periodista a la hora de informar de situaciones de conflicto.

RESPUESTA: Precisamente por eso. Creo que cuando se establecen espacios, tiempos y lugares como Acampa, que lo que pretende es hacer difusión y dar a conocer situaciones sobre las que todo el mundo debería hacerse preguntas, es muy importante estar si te dan la posibilidad. El tema de los derechos humanos, y obviamente, la crisis ambiental, que para mí forma parte de los derechos humanos, es algo que durante toda mi profesión he querido tener muy en cuenta, desde todos los puntos de vista. Actualmente, más desde el punto de vista de la perspectiva de género, también cuando nadie en este país hablaba de esto, y de poner a las mujeres en el centro, como protagonistas, no como víctimas. Es un tema que requiere mucha difusión.

P: Los que llevan unos años en esto se han mostrado críticos sobre cómo ha evolucionado el tratamiento mediático de determinadas realidades. ¿En qué se ha empeorado?

R: Ha evolucionado mal, efectivamente. No es que antes todo estuviera bien. Siempre ha habido buen periodismo y mal periodismo. Ahora también. Lo que nos debe preocupar es que hay una tendencia general en todas partes, a que ese papel clave, que es la esencia del periodismo, que es contar con rigor, independencia y pluralidad, de forma atractiva y asequible, se quede por el camino. El periodismo se ha convertido más en entretenimiento que en información, de ahí la palabra infoentretenimiento. No solo eso: está el hecho de que haya una cantidad de supuesta información, que es imposible procesar, la infotoxicación.

El ciudadano tiene que hacer un ejercicio, para el que nadie le ha preparado, de separar lo tóxico de lo no tóxico. Recibe una enorme cantidad de información que no tiene calidad, que no puede ser considerada información. Estamos en un punto de noticias que mienten descaradamente, de silencios que engañan por lo que no cuentan, y después de un ruido mediático que distrae profundamente. En ese panorama, hay que saber buscar la buena información. Desde las escuelas tendría que haber una buena información mediática, porque sino el ciudadano está indefenso. Hay que estimular el pensamiento crítico. Claro, el ciudadano cree que está informado cuando en realidad está entretenido. Y está entretenido con un fin mercantilista, de hacer caja por parte de los medios, o peor, con un fin manipulador. Lo más inquietante es que se invierte mucho en desinformación.

"Las tecnologías si se usan mal, son una herramienta para la mentira y el error"

P: La desinformación, el ruido, la manipulación, los intereses... ¿Son cosa de ahora? ¿No ocurrían antes?

R: No tanto, porque tecnológicamente no era posible. Ahora se habla de las fake news, que es la mentira de toda la vida. El intento de ocultar aquello que no se quiere que se sepa ha existido siempre. Lo que ocurre es que la tecnología, que sería una aliada, porque nunca hemos tenido una herramienta de conocimiento como esa para desmontar bulos, depende mucho de cómo se use. Si se usa mal, es una herramienta con la misma fuerza para el error, la mentira, el desconocimiento y la desinformación. Esa mala práctica está ahora más generalizada y se sabe hacer mejor, y tiene una repercusión más amplia. ¿No puede entenderse esta tendencia mercantilista como una forma de supervivencia en un periodismo cada vez más precario?

La precarización de la profesión conduce, evidentemente, al mal periodismo. ¿Resulta que los periodistas de repente sois malos, no queréis trabajar, no lo queréis hacer bien? No, es que no podéis. Si no hay recursos para trabajar como es debido, si no cuentas con el tiempo necesario, y, sobre todo, con la autonomía, que es esencial para el buen periodismo y para construir una información ética al servicio de las personas, ¿qué consigues? Peor resultado, precarizas la profesión y el resultado es un peor producto informativo.

La periodista Rosa María Calaf, ayer, se maquilla antes de la entrevista en Méndez Núñez. Carlos Pardellas

P: ¿Piensa que se puede seguir hablando de la figura del corresponsal tal y como se conocía antes?

R: En absoluto. Hace años, decía que la figura del corresponsal era una especie en extinción. Ahora, ya digo que es una especie extinta. Lo que el corresponsal necesita, el modelo mediático no lo permite. El corresponsal necesita tiempo, investigación, recursos y espacio. Eso es imposible en este periodismo de usar y tirar, donde la inmediatez está por encima de la calidad de contenido, del rigor. Si tú pones que lo importante es ser el primero, no importa lo que cuentes, que lo importante es lo que impacta, no lo que importa, ¿qué consigues?. Los corresponsales que están trabajando ahora lo hacen en unas condiciones de dificultad extrema.

P: Su homólogo ahora quizás sea el freelance, una figura precaria a día de hoy.

R: Sí, el problema es que en España está muy mal tratado. Hay que tener en cuenta que hay muchas mujeres freelance en información internacional, probablemente más que hombres, igual que en las redacciones y en las escuelas de periodismo. Hay una precarización en ese sentido también. Está muy mal pagado en España, muy mal considerado, no puede vivir de eso, y tiene un riesgo: que acabe informando de aquello que le van a comprar y no de aquello que tiene que informar. Entonces, la selección de la información no la hace el periodista, y se ve sujeta a todos estos parámetros en un escenario en el que lo que prima es no contar realmente las cosas como hay que contarlas, sino conseguir audiencia, y eso en el mejor de los casos. En el peor, consiste en engañar directamente y desviar la atención hace otros temas.

P: Hace poco firmó, junto a otras referentes del oficio como Maruja Torres o Soledad Gallego Díaz, un manifiesto en apoyo a las mujeres afganas. Es casi otro tema ineludible. No estuvo de corresponsal en Afganistán, pero conoce el terreno.

R: No estuve viviendo allí, pero sí cubriéndolo, porque me tocaba por la zona. La primera vez que fui, fue por el norte, desde Tayikistán, cuando era corresponsal en Rusia. No es un sitio al que haya ido con mucha frecuencia. Lo que ha pasado ahí es un fracaso militar absoluto, una escasísima voluntad por parte de la misión internacional para realmente desarrollar el país. Se han hecho misiones interesantes a nivel social, entre ellas la española, pero la voluntad no estaba ahí. Después, una mala gobernanza local plagada de corrupción. Con todos esos mimbres, qué va a salir: lo que ha salido. Lo que es tremendo es que siga siendo una opción el que se les abandone. Se va allí, se está 20 años, no se consigue modificar nada y luego te vas. Afganistán es el ejemplo más claro de desinterés y de violación flagrante de los derechos humanos, y las que lo van a pagar peor, como siempre, son las mujeres, y en ese contexto cultural, más. El problema del país no se resuelve con ocupaciones, la cuestión militar nunca ha resuelto nada. La violencia está muy arraigada en la cultura afgana y las mujeres sufren violencia externa, por parte de los talibanes, pero existe una violencia tremenda en las estructuras patriarcales, en la familia. Es muy complejo ayudar a que todo eso cambie, tiene que pasar por la educación.

P: Insiste, en sus intervenciones, en informar correctamente sobre la crisis climática. ¿Se ha llegado tarde a uno de los retos más importantes que afronta la humanidad?

R: Efectivamente. Los medios no han estado a la altura, por indiferencia, por rutinas, o por una voluntad clara de no informar, motivada por estos intereses mercantiles que limitan mucho la autonomía de los medios, que pueden no ser libres en absoluto, porque están supeditados por esos intereses mercantiles que invaden la práctica periodística. Se ha llegado tarde, no se ha informado como se debería. La información sobre la crisis ambiental tiene que ver directamente con los derechos humanos. Las catástrofes naturales, los daños a las personas, tiene que ver directamente con el calentamiento global. Cuando se informa de un incendio o de una inundación, hay que decirlo, hay que hacer ese vínculo, y no se ha hecho. El lenguaje que han utilizado los medios, a veces con mala voluntad, no ha conducido a que la ciudadanía fuese consciente de hasta qué punto era importante y hasta qué punto lo que la ciudadanía haga es parte de la solución. Cuando se dice eso de que no hemos hecho lo que teníamos que hacer, ¿quiénes? Porque eso oscurece las responsabilidades. Oculta a todas las empresas que han tenido que ver con el esconder lo que estaba ocurriendo, los gobiernos que no han tomado acción o la han tomado negativamente. Hay que utilizar el lenguaje de forma más precisa.