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Amas (y amos) de casa en mínimos

Una persona lava unos platos en el fregadero. L. Nicholson

Los cuidados siguen siendo una tarea sobre todo femenina. Ellas son las que más reducen la jornada para cuidar a los hijos, las que más vuelven a casa cuando circunstancias como la pandemia obligan a quedarse en el domicilio por el cierre de colegios o de centros de día o las que, cuando se estableció en la Xunta la posibilidad de disponer de flexibilidad horaria para conciliar, concentraron la mayoría de peticiones. También son las que más se ponen el delantal y tras los fogones para sacar adelante una casa.

De hecho, en Galicia, y en cuestión de amas de casa, las mujeres tienen ahora casi la exclusiva. Los varones solo suponen un 5 por ciento de los ciudadanos inactivos –que no buscan trabajo– que aseguran dedicarse a tareas domésticas. Ocurre en un contexto en el que eso de dedicarse a “sus labores” no está de moda: la EPA refleja el mínimo en una década, un fenómeno que expertos consideran que puede asociarse a varios factores, entre ellos la incorporación de la mujer al mundo laboral, cierta posible reticencia a admitir que las tareas del hogar son la razón para no estar disponibles para trabajar o para buscar un empleo o a la resaca de los ERTEs.

Datos del declive

Los datos de la EPA del primer trimestre del año permiten constatar el declive de quienes aseguran dedicar su jornada a labores de la casa: son un total de 172.100. Es la cifra más reducida si se analizan las estadísticas correspondientes al primer trimestre y el estudio se retrotrae a 2011 y supone que en diez años han arrojado el delantal una de cada cinco personas que lo llevaban entonces. Además, eso se produce en un contexto de ligero incremento en la población inactiva concentrado en los hombres.

De forma paralela, la encuesta revela que el desplome de amos de casa ha sido, entre los varones, de vértigo: hasta un 60% menos que en 2011. En la actualidad, apenas 10.000 hombres en Galicia afirman no trabajar o buscar trabajo porque se dedican a llevar la casa. Así, es el sector femenino el que, en un 95% del colectivo, se hace cargo de esas encomiendas, lo que se traduce en 162.100 amas de casa. Si las cifras muestran cómo el entusiasmo de los varones por las tareas domésticas ha decaído, entre las mujeres también se ha rebajado la cifra registrada por la EPA una década atrás en un 14 por ciento.

Población inactiva dedicada a tareas domésticas Hugo Barreiro

La escasa representación masculina en el trabajo no remunerado del hogar contrasta con la situación que se producía, por ejemplo, en 2016. Entonces, los gallegos que se declaraban amos de casa se habían disparado en casi un tercio desde el estallido de la crisis económica. Aunque los expertos aludieron entonces a que un factor de mayor concienciación –el avance en corresponsabilidad– podía respaldar en parte las cifras, el grueso de las explicaciones las buscaron en la incidencia de la coyuntura económica en el mercado de trabajo.

A la hora de analizar la situación actual, el desplome de inactivos centrados en quehaceres domésticos, Alberto Vaquero, profesor titular en el departamento de Economía Aplicada en la Universidade de Vigo, y María Bastida, docente del departamento de Organización de Empresas en el campus de Santiago, también aluden a una “combinación” de posibles causas.

Vaquero pone el foco en la reducción del grupo de las mujeres que se dedican a tareas domésticas para recordar la “progresiva incorporación” de este colectivo al mercado laboral, lo que supone dejar las tareas que desarrollaban para buscar un empleo. Su perspectiva, señala, es alcanzar cierta remuneración “complementaria” a la persona que ejerza como sustentador principal del hogar o el disponer de una renta alternativa si no existen otras fuentes de ingresos. Esta situación, incide este economista, es “frecuente” en época de crisis.

Bastida especula con que en el salto a la baja en los ciudadanos que se declaran amos de casa pueda tener que ver que exista “cierta resistencia a reconocer” que no se busca trabajo por esa razón. “Es decir, una cosa es que lo hagan y otra que digan expresamente que lo hacen para dedicarse a “sus labores”, máxime en el caso de los hombres”, argumenta.

Asimismo, tampoco descarta que se esté “arrastrando cierta resaca de los ERTEs” en los datos. Bastida llama la atención sobre el incremento de población inactiva en esta década. Alude al envejecimiento, dado que los jubilados engrosan la población inactiva, y apunta que de forma paralela “cada vez más jóvenes avanzan en estudios sin solución de continuidad”, es decir, que no contemplan alternativa a seguir estudiando y se produce una incorporación masiva a estudios superiores.

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