“Ya estamos dentro, por fin, non foi sen tempo”, bromea, nada más traspasar el portalón del pazo de Meirás, Juan Pérez Babío, nieto de Josefa Portela, una mujer que fue expulsada de su casa para ampliar la finca de este bastión del franquismo que una sentencia, aún provisional, ha devuelto al Estado. Manuel Monge, asiente sonriente. Él fue uno de los impenitentes que durante décadas se manifestó extramuros para reclamar la devolución del pazo al pueblo: “Hoy vengo sin pancartas, esto da gusto”, bromea.

Juan Pérez Babío y Manuel Monge fueron dos de los participantes en la primera visita al público del pazo de Meirás tras su entrega provisional al Estado el pasado diciembre. El Concello de Sada quiso reservar este recorrido inaugural a familiares de víctimas del franquismo, represaliados y entidades memorialistas. Amalia Bóveda, hija de Alexandre Bóveda, asesinado en 1938; Flor Baena, hermano de Humberto Baena, o Elvira Souto, pareja de Moncho Reboiras, dos de los últimos fusilados por la dictadura, fueron otras de las personas que traspasaron ayer, emocionadas, el portalón de la antigua residencia del dictador.

No faltaron a la cita tampoco presos del franquismo como Manuel Villares, Xan Castro, Xesús Díaz; sindicalistas históricos como Suso Díaz, familiares de otros combatientes del franquismo, como los hijos de Isaac Díaz Pardo, Xosé: o el sobrino de Amable Carballeira, miembro de la CNT asesinado en 1938: “Es una satisfacción enorme, aunque esto se tenía que haber hecho mucho antes, nada más morir el viejo, pero había mucho miedo entonces”, comenta el sobrino de este represaliado de Sada, que recordaba, nada más entrar en la finca, el miedo que sentía de niño al ver a la guardia mora apostaba a la entrada del pazo con sus lanzas “con el yugo y la flecha”.

La primera visita a Meirás como “patrimonio de todos” supuso un cambio radical en el relato por este Bien de Interés Cultural. Los encargados de guiar a los visitantes por el pasado de As Torres fueron Manuel Pérez Lorenzo y Carlos Babío, los autores de ‘Meirás, un pazo, un caudillo, un espolio’, un trabajo de investigación que sentó las bases de la demanda del Estado. La visita en nada se asemejó a las realizadas en el pasado por la Fundación Nacional Francisco Franco. Nada se habló del “Caudillo” y las palabras “expolio”, “represión”, “donaciones forzosas” y “dictadura” resonaron por primera vez en la antigua residencia estival de Franco.

La visita, de hora y media, se limitó prácticamente a los jardines. Los visitantes solo pudieron asomarse al vestíbulo del pazo, ver de lejos uno de los salones (aunque ahora sí pudieron sacarle fotos, hasta ahora vetadas) y entrar en la capilla; pero pudieron adentrarse por zonas de los jardines que quedaban fuera de las visitas, como O Paciño, la réplica del pazo en miniatura que Franco mandó construir para solaz de su hija “en tiempos en que muchas familias vivían en situaciones precarias”; o la residencia original de los Pardo Bazán, la conocida como Granja de Meirás, que tras acoger pabellones de servicio durante la dictadura pasó a convertirse en un trastero donde se amontonaban todo tipo de objetos y que luce ahora nueva pintura.

El paseo incluyó también los jardines de Emilia Pardo Bazán, un espectacular sendero de magnolios que hasta ahora quedaba fuera de los itinerarios, o un sendero de bambúes y un pequeño bosque con especies centenarias.