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Los gallegos multipropietarios hacen su agosto con la pandemia

Los dueños de un solo inmueble o solar en la comunidad autónoma descienden en más de 7.000 mientras que aumentan en casi 18.000 los que poseen dos o más posesiones

En Galicia es más fácil incrementar el patrimonio formado por fincas y bienes urbanos que acceder a un inmueble por primera vez cuando no se tiene ninguno. Se tiende a un proceso de concentración de las propiedades que en los últimos años se ha acelerado. Entre 2019 y 2020 los dueños con un solo bien urbano han descendido en la comunidad en 7.133, pero, en el mismo periodo, los propietarios que han sumado otro inmueble más a su patrimonio se han incrementado en 17.580, según los datos extraídos de la Dirección General del Catastro. Diversos expertos consultados apuntan que tras esta dinámica que se ha repetido también en ejercicios anteriores, figuran, como motores más destacados, el reparto de las herencias –por lo que se suman más titulares catastrales–, la entrada de inversores foráneos y fondos para aprovecharse de las promociones existentes en la comunidad y, como no, la actividad constructora en sí, que se ha mantenido en el año del COVID a pesar de la crisis sanitaria.

En números absolutos, los titulares de fincas y bienes urbanos –al margen de los rústicos– ascendieron al terminar el pasado año a 1,89 millones. Supuso un aumento de 10.433 propietarios más con respecto al ejercicio anterior. Pero ni de lejos la cifra refleja realmente la incorporación de nuevos titulares que accedieron por primera vez a un inmueble o una parcela. Porque los que únicamente tienen registrado a su nombre una propiedad descendieron en algo más de 7.000: de 1.007.135 pasaron a 1.000.012.

Sin embargo, la tendencia que siguen los multipropietarios es la contraria. No paran de aumentar. En un año se incrementaron en 17.580: estos al menos tienen dos bienes o fincas. Y los que poseen más de un par subieron 14.417, siendo los dueños de entre 6 y 10 bienes los más aumentaron, en casi 4.300.

El director territorial del noroeste de Gesvalt –una sociedad de tasación–, Diego Esquer, identifica dos razones tras esta concentración de bienes urbanos en los multipropietarios. Por una parte, la adquisición por parte de fondos e inversores que de promociones inmobiliarias en Galicia y, por otra, los repartos hereditarios. Los bienes pasan de padres –o solo un progenitor– a varios hijos, que los inscriben a su nombre hasta que procedan a su venta. “De esta forma, las propiedades no aumentan, pero sí lo hacen sus titulares, ya donde antes había un dueño o dos, ahora hay más”, sostiene Diego Esquer.

Las causas: la compra de promociones por parte de fondos y los repartos hereditarios

El presidente del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de A Coruña, Herminio Carballido, coincide en que el reparto de herencias es uno de los motivos, pero añade otro más: la propia actividad del sector constructor, que ha sacado nuevas residencias al mercado a pesar de la crisis sanitaria. A lo que se une que los gallegos consideren –como por otra parte es tradicional– la vivienda como un valor refugio en el que invertir. Ante la escasa rentabilidad que ofrecen los depósitos bancarios, los ahorradores destinan sus recursos a la compra de inmueble urbanos porque les reportará más beneficios en el futuro. “En Galicia somos muy proclives a comprar vivienda”, señala Herminio Carballido.

Desde la Federación Gallega de Empresas Inmobiliarias (Fegein), Benito Iglesias también aporta como una probable causa las consecuencias de la regularización extraordinaria del catastro entre los años 2013 y 2018, con una inspección aplicada a toda España, para descubrir bienes cuyos propietarios no los habían declarado y, por tanto, no pagaban el IBI correspondiente, tanto por ser nuevas construcciones como por ampliaciones o rehabilitaciones que han incrementado su valor. Esto hizo que numerosos dueños tuvieran que inscribir a la fuerza edificaciones que no las tenían en regla.

La campaña permitió destapar 447.910 bienes que estaban fuera del foco fiscal –que no abonaban el IBI o si lo hacían, era por un importe inferior al que le correspondía–, si bien no se precisa cuántos ya estaban registrados, aunque no fuera acorde con su valor y uso real, y cuántos no estaban inscritos.

En el rural, el número de titulares tampoco para de aumentar, si bien se trata de un fenómeno totalmente distinto. No es que haya más bienes, sino que los que hay están inmersos en un continuo proceso de fragmentación debido, fundamentalmente, a su división entre herederos.

Nunca hubo registro de tantos dueños de un terreno rústico como ahora (1.732.740 personas y/o sociedades), a pesar del declive demográfico de la comunidad, acentuado lejos de los ámbitos urbanos, y de la falta de relevo generacional en el sector primario. El último año de pandemia esa cantidad creció en 11.136 nuevos titulares catastrales, que poseen una media de 6,4 parcelas cada uno. En este caso, los que solo tienen una finca (659.888) son una tercera parte y hay más de 36.000 dueños con más de 50 terrenos, según los datos de la Dirección General del Catastro.

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