Crónica Política
El dilema

El dilema / Javier Sánchez de Dios
La llegada de Amelia Pérez a la máxima responsabilidad de un sindicato que ha marcado sin duda una parte de los años más difíciles de la reconversión política, económica y laboral de esta tierra supone, como se ha repetido con razón en estas horas, un tiempo nuevo. Pero no sólo por el hecho de que una mujer alcance uno de los puestos que aún no tenía aquí presencia femenina, sino también por el anuncio que la ya responsable de las Comisiones Obreras gallegas ha hecho sobre sus intenciones: “movilización y negociación”. En ese orden, se supone, pero variable. Y eso implica un talante abierto, como el que mostró su predecesor.
Dicho eso, que resulta obvio, conviene resaltar un dato significativo: el cambio en CC OO de Galicia coincide, casi, con la publicación en este periódico de cifras acerca del mantenimiento –como mínimo: podría hablarse de extensión– de brechas laborales y retributivas por cuestión de sexo y de edad. La estadística indica el incumplimiento de un principio básico para cualquier sindicato, el de que “a igual trabajo, igual salario”, además de la mala aplicación por no pocos empleadores del concepto de la experiencia, que no tiene por qué darse por ausente a partir de los años que hace del nacimiento de un aspirante a empleo.
La secretaria xeral de Comisiones llega al cargo en un momento especialmente complicado incluso para las reivindicaciones pendientes más antiguas. Por razón de la pandemia, otras nuevas ocupan prioridad absoluta en la agenda laboral, lo que es lógico y urgente, pero que no necesariamente obliga a la prórroga de las antiguas. Es más, la necesidad de un replanteamiento de bastante de lo que hasta ahora parecía inamovible proporciona una oportunidad para, sin partir de cero, incluir en las primeras obligaciones del cambio cuanto queda de injusto. Y esas brechas, entre otras, no pueden eludir ese calificativo.
Expuesto lo anterior, y siempre desde una opinión personal, la tarea que espera a la señora Pérez no se limita, con ser ya enorme, a esos objetivos, sino a acertar en las vías para lograrlos. Una de ellas, quizá no tan fácil en la práctica como parece en la teoría, es concienciar a su organización de que las negociaciones de los convenios han de situar en cabeza de las reivindicaciones el principio antes citado de la igualdad. Por delante de las mejoras salariales colectivas y a la misma altura que las medidas para proteger el empleo. Y desde luego, también de la modernización de tácticas, estrategia y modelo para situarse en la hora europea.
Nada más lejos de la intención de quien expone este punto de vista que la osadía de explicarle a quien conoce perfectamente el terreno el camino que ha de recorrer para cumplir su programa. Pero sólo con el ánimo de reflexionar, cabe añadir otra observación: Comisiones fundamenta su prestigio en la independencia, del todo compatible con la ubicación en la izquierda del escenario ideológico y laboral. Pero no parece un sindicato sometido, como otros, a intereses de partido, electorales o coyunturales. Sus raíces, con nombres tan legendarios para millones de ciudadanos/as como los del padre Llanos o Marcelino Camacho, ahondan en la fidelidad a la clase trabajadora, incluyendo en esa definición a quienes de verdad les corresponde, lo sean por cuenta propia o ajena en lo público o en lo privado. España, como Galicia, le deben mucho, y CC OO también a ellas, Y eso significa una responsabilidad añadida para su nueva secretaría xeral gallega: seguro que podrá con semejante peso.
¿Eh?
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