El año pasado saltaron las alarmas en Aguas de Galicia, que situó en alerta el embalse de A Baxe, que abastece de agua a Caldas, Cuntis y Moraña, por la presencia de unas algas verdes denominadas cianobacterias que no solo generan turbiedad, sino que pueden dañar la salud al causar toxicidad, como constata la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas alertas son cíclicas en la mayoría de embalses de la demarcación Galicia-Costa, de la que es responsable la Xunta. Para identificar el motivo de que se enciendan las luces rojas cada verano e incluso durante los inviernos, la administración encargó un estudio para conocer el origen de estos episodios de contaminación, que ya ha concluido: los culpables con la ganadería, la agricultura y la erosión en las cuencas fluviales que dejan desprotegidos a los ríos frente a los residuos. Las deyecciones de los animales, el estiércol y los fertilizantes se filtran a los acuíferos o llegan directamente a los ríos y esa carga de nutrientes causa el nacimiento de la alga microcystis al estancarse en los embalses. Malos olores, una lámina musgosa y el riesgo de generar toxinas son las consecuencias.
Desde el pasado septiembre, 11 de los 16 embalses de los que es responsable la Xunta registraron en algún momento cianobacterias, aunque en estos momentos tan solo se han detectado en cuatro y no existe rastro de toxinas.
Sin embargo, esta problemática resulta tan habitual que obligó a contratar por casi medio millón de euros un estudio específico sobre doce embalses que abastecen de agua a cientos de miles de gallegos. Se trata de las presas de Eiras (que nutre a gran parte de la provincia de Pontevedra), río Covo, Forcadas, Cecebre, Barrié de la Maza, Portodemouros, Beche, Ribeira, Eume, Santa Uxía, Fervenza y el sistema Vilagudín-San Cosmade.
“Se diagnosticaron como principales presiones la carga potencial difusa de nutrientes de origen agroganadera en zonas en las que desapareció la vegetación de ribera que ejerce de barrera, la alta ocupación de las llanuras de inundación con usos agrícolas y forestales demasiado intensivos y una debilitada estructura de la zona ribereña”, señala la Consellería de Infraestruturas, de la que depende Augas de Galicia.
Este departamento añade que esa es la conclusión general del estudio, pero la casuística de cada embalse es variada y “los problemas de eutrofización no suelen deberse a un único factor, sino que tienen su origen en la confluencia de distintas presiones y en condiciones particulares de la cuenca”.
Las aportaciones de nutrientes procedentes de incendios forestales, agricultura, ganadería o aguas residuales urbanas están contribuyendo a un aumento de las floraciones de las algas microcystis, de tono verde azulado, en los últimos años. “Se trata de un problema ambiental con repercusiones sobre la salud humana y animal”, apuntaba en 2008 en la revista ecologista Cerna Fernando Cobo, director entonces de la estación de hidrobiología Encoro do Con y profesor de Zoología y Antropología Física de la Universidade de Santiago.
Desde entonces, los problemas se han agravado, como reconocía la Xunta para justificar la necesidad de un estudio específico. “El registro sistemático de resultados de clasificación de estado desfavorables [...] refleja el proceso de eutrofización antropogénica que están experimentando [los embalses], lo que compromete tanto el cumplimiento de los objetivos ambientales establecidos en la Directiva Marco del Agua como los usos a los que están destinadas sus aguas” [que son principalmente el consumo humano], indicaba.
Un plan de 22 millones
La propia administración reconoce el peligro de estos organismos, que tiñen de verde cada verano muchas láminas de agua. “Estas proliferaciones son responsables de diferentes afecciones tanto al medio (disminución de la biodiversidad, falta de oxígeno), como a los organismos acuáticos e incluso al ser humano (debido a la posibilidad de producción de cianotoxinas) cuando esas proliferaciones se dan en zonas de recreo o de captación para abastecimientos”, expone.
Para revertir la situación, Augas cuenta con planes de actuación que suman 22 millones de euros hasta 2027. Diez de ellos irán a parar a actuaciones personalizadas en cada embalse, aunque no están todavía definidas, pues dependerá de la conclusión de los análisis detallados. El diagnóstico de la carga de nutrientes en los sedimentos supondrá 300.000 euros y permitirá calibrar “la carga interna” sobre la concentración de cianobacterias.
Por último, otros 11,7 millones se destinarán a la recuperación de espacios fluviales para reforestar con especies autóctonas las cuencas de los citados 12 embales y que la vegetación actúe como escudo frente a la aportación de nutrientes mediante escorrentías.
Adega exige a la Xunta control sobre la industria primaria y no “parches” a un problema “de salud”
La asociación ecologista Adega suma años de denuncias contra el peligro de la presencia de cianobacterias en los embalses y los acuíferos, y aunque rehúsa diferenciar entre problemática ambiental y de salud alerta de un peligro creciente. “Si un problema afecta al medio ambiente, acabará repercutiendo también sobre la salud de las personas. Pero la continua y recurrente floración de microcystis genera un riesgo sanitario cierto”, advierte Fins Eirexas, vocal de la junta directiva.
Su diagnóstico es el mismo que el del estudio encargado por Augas. “Los dos principales causantes de este problema son el estiércol procedente de las deyecciones de los animales, como vacas o pollos, y los fertilizantes, que se filtran al agua. La ganadería industrial es responsable de aportaciones de nitrógeno y la agricultura industrial intensiva, de fósforo. Hay puntos, como la comarca de A Limia, donde se mezclan ambos”, denuncia Eirexas, que también destaca los problemas en entornos de actividad ganadera (Zas, Mazaricos, Negreira, A Baña, Lalín...) y en los ríos Ulla y Umia. “Este último abastece a la comarca de O Salnés, que 100.000 personas”, añade.
En este punto, señala a empresas como Coren por lo que considera un erróneo tratamiento de los residuos animales, o a la adjudicataria del embalse de A Baxe, en Caldas, que pide derribar para cumplir “una sentencia que así lo establece”.
Sin embargo, el representante de Adega apunta a la Xunta como responsable. “No solo hay una falta de control evidente, sino también una desidia manifiesta para vigilar que los vertidos a los ríos, los depósitos del xurro o el uso de fertilizantes se hacen cumpliendo la normativa”, añade. “Hace 20 años, España pidió información sobre masas de agua en riesgo de contaminación por esta cuestión y la Xunta dijo que no había ninguna”, ilustra antes de apuntar como solución firmeza con la actividad del sector primario.