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Las aulas integran a casi 9.000 alumnos con trastornos de conducta o personalidad

Imagen de archivo de una clase vacía

Galicia es líder en integración de estudiantes con necesidades educativas especiales derivadas de discapacidad en enseñanzas ordinarias no universitarias, desde infantil a FP: hasta un 93,6%, diez puntos por encima de la media estatal. En ese grupo, conformado por más de 16.000 alumnos en la comunidad, el Ministerio de Educación incluye desde escolares con algún tipo de discapacidad física o intelectual a otros que engloba bajo la etiqueta de “trastornos graves de conducta o de personalidad” y que suponen más de la mitad, casi 9.000.

La cifra incluye a estudiantes con déficit de atención y es un 30% superior a un lustro atrás | Expertos asocian la subida a que existen más formas de detección y diagnóstico

Esta cifra, en concreto 8.937, relativa a 2019/2020, es un 30% superior a la registrada en 2014/2015 y, junto a niños y adolescentes con lo que también se denominan trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta, abarca los valorados como TDAH (trastorno por déficit de atención). Desde 2014 Galicia dispone de un Protocolo para TDAH, lo que, según la Xunta, conllevó “perfeccionar” los mecanismos para detectar a este alumnado y se nota en unas estadísticas donde impera este diagnóstico. Pero no solo TDAH: las cifras asociadas a dificultades de comportamiento o trastornos de personalidad van a más en general porque se detectan más porque hay “más sensibilidad” y se buscan más.

Así lo señala la psicóloga clínica Belén Montesa, quien estima que hay un “mayor interés” por entender lo que le pueda ocurrir a estos estudiantes. “Hay una mirada de los profesores más desde la diversidad en los problemas de aprendizaje y de conducta que antes. Antes el sistema escolar expulsaba directamente a estos chicos y ahora hay una mayor sensibilidad”, subraya, de modo que, “si miras, también ves más”. Esa filosofía se suma, entiende, a una “mayor formación” de los docentes y orientadores. Pero Montesa también considera que hoy en día la infancia y la adolescencia son “más difíciles que antes” en algún aspecto y alude a familias que pecan por “exceso” o por defecto a la hora de fijar límites y a que “hay muchos chicos que están desnutridos de tiempo, de afecto, de mirada, de control de las familias”.

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Un orientador escolar coincide en asociar el incremento en los casos de escolares con trastornos de conducta o de personalidad a que cada vez existen “más formas de detectarlos y diagnosticarlos”, a lo que ayudan, destaca, los protocolos específicos de intervención elaborados por la Consellería de Educación, que les sirven de guías. Pero también lo vincula a que se está rompiendo un tabú” y se está “normalizando” el acudir al psicólogo por parte de las familias, “muchas veces orientadas desde los centros”. Al respecto, señala que los orientadores de los colegios echan de menos un contacto “más directo” con servicios de salud mental.

No obstante, este profesional de la enseñanza cree que “falta mucho” para que estos alumnos integrados puedan estar “atendidos convenientemente” y pide mayor formación en los docentes y “medios”, empezando por más profesores y una reducción de ratios. Además, ayudaría, dice, disponer de un currículum más competencial, porque la “inmensa mayoría” de chicos con trastornos de conducta que conoció en su carrera acabaron sin estudios y hay que optar por vías que puedan “enganchar” su interés, como podría ser una FP Básica “más diversificada”, apunta.

Los alumnos con necesidades educativas especiales no son los únicos con una atención educativa diferente. Existen otros colectivos con apoyos específicos que van desde los alumnos con altas capacidades hasta los que presentan trastornos del aprendizaje o de desarrollo del lenguaje, que conforman el frente más numeroso en Galicia, más de 16.400.

“A veces el diagnóstico no deja ver el sufrimiento que hay detrás”

Belén Montesa - Psicóloga clínica

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Belén Montesa - Psicóloga clínica

Belén Montesa, que trabaja en programas de promoción de la salud y regulación emocional en adolescentes y en niños de primaria asistiendo a concellos y centros educativos, y que también recibe a menores en la consulta, reflexiona sobre las etiquetas: “A las consultas nos vienen chavales con los diagnósticos que a veces son más una losa que una ayuda, porque muchas veces generan que al chico o la chica se lo mire desde las características del diagnóstico y no desde la singularidad que presenta cada caso. Es doloroso cuando un chaval dice “soy TDAH”. Yo le digo “tú no eres TDAH, tú tienes un diagnóstico de TDAH, pero eso no significa que lo seas”.

“En esto de los diagnósticos me gusta decir que hay que ir caso a caso y que a veces el diagnóstico no deja ver el sufrimiento que hay detrás”

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Añade que “un adolescente es una persona que está en proceso” y que las dificultades de aprendizaje y, sobre todo, las de conducta, a veces pueden ser “la punta del iceberg de lo que les pasa o la respuesta a algo que les genera un sufrimiento y que se expresa en que irrumpe más en la clase o se mueve más de lo que sería esperable”. Por ejemplo, a veces se pone un diagnóstico de trastorno oposicionista desafiante a chicos que se portan mal o tienen brotes de ira, pero en niños y adolescentes los diagnósticos son algo “muy fluido” y no algo que “vaya a ser toda su vida”, explica.

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Al margen de los diagnósticos, Montesa destaca cómo los sistemas inclusivos son “mejores para todos los alumnos”. Porque los niños que tienen dificultades “precisan ser atendidos en su singularidad y tener un entorno que les facilite y les desarrolle todo su potencial”, defiende, y en los niños que no las tienen contribuye a la “normalidad e integración y a la pluralidad y diversidad”. “La escuela, cuanto más plural es, más prepara para vivir en una sociedad más allá de la escuela”, proclama. Con todo, opina que se precisan ratios más reducidas en las aulas. Por otra parte, traslada que les están llegando más casos de ansiedad tras la pandemia.

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