Un camino con menos obstáculos para llegar a rector

Antonio López, Manuel Reigosa y Julio Abalde, en una imagen de archivo en Santiago. / Xoán Álvarez

En la actualidad, la diferencia entre un profesor titular de una universidad y un catedrático, en lo que a funciones académicas respecta, se reduciría, según señala Alba Nogueira, catedrática de Dereito Administrativo de la Universidade de Santiago, en que tener la segunda categoría es un requisito para optar a ser rector. No obstante, con la reforma de la Ley de Universidades que prepara el Gobierno, podría dejar de serlo, ya que el departamento que dirige Manuel Castells maneja una propuesta que eliminaría la exigencia y permitiría a los profesores titulares competir por el puesto.
La propuesta, que ayer avanzaba el diario “ABC”, divide a los docentes gallegos y para algunos sería uno de los aspectos “menos relevante” en el proceso de “reforma a fondo en la gobernanza” de las instituciones, “imitando a los países que tienen las mejores universidades”, que ven necesario abordar. Así lo defiende Santiago Lago, catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo, para quien un aspirante a dirigir una universidad “tiene que ser un académico contrastado y con capacidad investigadora y trayectoria, que sea catedrático o no es menos relevante”. A su juicio, hay asuntos de “mayor calado” que afectan a los campus, como pueden ser el envejecimiento de las plantillas y el captar el suficiente talento para la reposición de quienes se van a jubilar.
Luz verde
Alba Nogueira es de las que dan su visto bueno a desvincular tener una cátedra del acceso al rectorado y, de hecho, señala que la propuesta de la CIG, en cuyo nombre participa en las negociaciones con el Ministerio de Universidades, es que “probablemente hoy no tiene sentido esa limitación”. Por un lado, alega, porque la distinción entre catedráticos y titulares hoy es “básicamente una distinción salarial y de acreditación, pero no de funciones”. Además, añade, ahora se llega a titular en la cincuentena, por lo que tampoco vale aludir a la “experiencia”, y mantener la exigencia de tener una cátedra, a la que se llega “casi en la década de los sesenta”, supone “excluir a una buena parte de savia nueva”.
Mantener el requisito
Alberto Vaquero, profesor titular en la UVigo, en cambio, no ve “claro” eliminar el requisito. Tras tres décadas en la universidad y la mitad del tiempo con cargos de gestión, considera que la “exigencia” que comportan “es muy alta”. Por ello, se declara “partidario” de que ciertos cargos de gestión, el de rector incluido, dado que implica volcarse totalmente en ese aspecto, sean para quienes “ya tienen consolidada su carrera docente e investigadora”.
Otro miembro del profesorado se suma a mantener la exigencia de catedrático y alega que, además de que hay “bastantes” posibles candidatos y de que es “razonable” demandar la categoría “por lo que exige de llevar tiempo en la institución y de demostrar cierta actividad en ella”, se evitan posibles “suspicacias” que podrían surgir al tener que administrar algo que es “relevante” en su carrera, como puede ser el acceso a cátedras.
Otros, como el profesor titular de la USC Antonio Rial Boubeta, cuestionan el sistema jerárquico de las universidades y que “primen” factores como una “meritocracia cuestionable” o la “antigüedad”. A su juicio, “merecería la pena invertir en competitividad” y para ello reivindica una universidad “más exigente y menos autocomplaciente”. “Para presentarte a presidente de gobierno puedes ser conserje, para rector, curiosamente, no. No parece muy democrático”, añade.
EL 25% DE DOCENTES FUNCIONARIOS DE LOS CAMPUS GALLEGOS ES CATEDRÁTICO
Llegar a catedrático lleva tiempo: la edad media del colectivo en Galicia roza los 60 años. Así lo refleja en sus datos el Ministerio de Universidades que permiten constatar, además, cómo esta categoría supone una cuarta parte del personal docente investigador funcionario en los campus gallegos.
Lograr ser catedrático implica, por un lado, una habilitación de la Aneca, que exige investigación, publicaciones, docencia y trayectoria. Con esa acreditación se opta a una plaza de catedrático que se convoque en una universidad, por oposición libre o de promoción interna.
Cada universidad saca al año plazas, cuyo número varía, y debe decidir en qué departamentos. Dado que hay más acreditados que vacantes, se establecen criterios, desde antigüedad a méritos o a tener en cuenta cuántos catedráticos hay en cada departamento, explican docentes, quienes señalan que hay gente que puede llevar acreditada años y que debe esperar hasta que se convoca una cátedra de su perfil.
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