El PP se halla en una encrucijada... otra vez. Pablo Casado escenificó en octubre su ruptura con Vox con el famoso “hasta aquí hemos llegado” para tratar de aglutinar al centroderecha alrededor de su formación, siguiendo un rumbo marcado por el ala autoproclamada moderada del partido, comandada por Alberto Núñez Feijóo, barón de barones gracias a sus cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia. Sin embargo, la política contemporánea avanza tan acelerada que probablemente Vox sea la llave de lo que Casado considera la joya de la corona: Madrid. Y ahí ha emergido la figura de Isabel Díaz Ayuso, cuya victoria, como vaticinan las encuestas, tentará a su jefe de filas a seguir un derrotero diferente al marcado por el gallego: menos moderación y más derecha a la derecha.

Esta semana, el propio presidente del PP reconoció que debía hallar un equilibrio entre esos dos espíritus que pugnan en el seno del partido por imponerse. “España es muy plural, y yo tengo ser la media entre Feijóo y Ayuso, entre Moreno y Mañueco, entre Vivas y Miras”, ilustró Casado.

Las encuestas y el peso político, económico y, sobre todo, simbólico de Madrid aúpan a Ayuso como emergente referente de la derecha y su modelo parece ganar adeptos. El Mundo, afín a la madrileña, reveló esta semana que presidentes autonómicos del partido como los de Castilla-La Mancha y Extremadura buscaban consejo en el ayusismo para tratar de recuperar el poder. Las banderas son claras: bajada de impuestos, críticas sin cuartel al Gobierno de Pedro Sánchez responsabilizándolo de cualquier problema, una versión castiza del “España nos roba” y un tono trumpista que mostró la candidata a la reelección en un reciente debate. Despachó las críticas de Pablo Iglesias, líder de Podemos, acusándolo de ser lo “más mezquino que hay en la política española” y pidiéndole que se marchase a su “chaletazo”, dejando sin aclarar si ella pagó el apartamento de lujo que le cedió el empresario Kike Sarasola hace unos meses. También pasó por alto su olvido de revelar que contaba con la mitad de una sociedad en su declaración de bienes.

Pese a su dura campaña contra el bipartito hace más de una década, mirando para otro lado ante las insinuaciones de su partido sobre un presunto maltrato a su pareja del entonces vicepresidente del la Xunta, ¿alguien se imagina hoy en día a Feijóo usando ese tono?

En el partido comienza a existir debate sobre qué modelo adoptar: el de Feijóo o el de Ayuso, que previsiblemente necesitará el apoyo de Vox para gobernar, aunque también puede enterrarlo por fagotización. “Lo importante es hallar el modelo que mejor represente a la ciudadanía. Madrid no es España y es diferente lo que se defiende allí de lo que puede defenderse en Galicia, por ejemplo. Debemos acertar en nuestra oferta en cada territorio, no somos monolíticos”, exponen desde la dirección del PPdeG.

En el seno de la formación, se perciben más reticencias no solo sobre Ayuso, sino sobre el efecto que tendrá sobre Casado. “No tiene rumbo fijo e irá en función de lo que crea que le va a hacer ganar votantes, pero no tiene el punch de Ayuso, te guste o no su estilo. Ahora bien, a ella no la veo de líder estatal de momento”, comenta un integrante de la cúpula popular de una ciudad.

A Casado la victoria de Ayuso le vendría de perlas. Supondría un espaldarazo a su formación, podría reivindicar casi como propio el resultado porque ella fue una apuesta personal, es joven y no supone de momento un rival para la candidatura a la Presidencia del Gobierno, como sí lo es Feijóo, cuya sombra sigue eclipsándolo.

Las propias palabras de Casado ilustran que existen dos almas en el PP y existe incomodidad entre ellas, pese a que Feijóo se afanó por asegurar que su discurso y el de Ayuso con “compatibles”. Pero, él se distanció de Vox, que lo acusó casi de “nacionalista”, y barones en sintonía con él como Juanma Moreno (Andalucía) o Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León) gobiernan en coalición con Ciudadanos, mientras Ayuso rompió con el partido de Arrimadas y no tiene problemas en gobernar gracias a los de Abascal, con los que compite por la derecha, al revés de lo que defiende Feijóo. Los moderados guardan un prudente silencio, pero ya han lanzado globos sonda reclamando equilibrio ante una posible ayusización del PP.

Desde el PP gallego tratan de templar ánimos y rebajan las expectativas sobre un acercamiento a Vox del partido si gana Ayuso. “Se ofreció entrar en el partido a Inés Arrimadas, que no nos preocupa. Si mañana le ofrecen a Rocío Monasterio ser vicesecretaria, entonces hablaremos”, apuntan fuentes de la dirección gallega.

Si la noche del 4-M, Ayuso logra la victoria, arrancará una nueva etapa en el PP con una baronesa compitiendo con Feijóo como modelo a seguir por Casado.

De momento, en la última semana de campaña electoral en Madrid, no está confirmada la presencia del barón gallego en actos de su némesis a nivel interno. Otro síntoma de la difícil sintonía entre sus dos discursos. Por si acaso, Feijóo ya mandó un aviso entre líneas, deseándole a Ayuso conseguir la “estabilidad” de la que él goza en Galicia, es decir, sin necesidad de socios y con mayoría absoluta.