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Crónica Política

Los municipios

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Es gratificante. y procede destacarlo, que en los tiempos que corren una autoridad subraye en la toma de posesión de un cargo de responsabilidad, la necesidad de superar el ruido y la crispación que presiden la vida –la públiva sobre todo, pero no solo– de la ciudadanía. Es verdad que el señor Miñones, nuevo delegado del Gobierno en Galicia, llega como tal a una sociedad que conoce bien –fue alcalde de Ames– y con tasas de radicalidad mucho menos elevadas que la media española, pero aún así sus primeras palabras reconfortan y permiten esperar algún cambio.

(Conste que el prólogo no debe entenderse como crítica a su antecesor ni mucho menos la osadía de aconsejar actitudes. Pero tampoco ha de extrañar que se diga que las opiniones pública y publicada criticaron que el rol de la Delegación, aparte su función específica y el mando de los Cuerpos de Seguridad del Estado, pareció más un negociado de respaldo a las decisiones del Consejo de Ministros, incluso cuando desde la perpectiva gallega eran discutibles. Y hay una diferencia entre la representación y la excesiva subordinación que no se supo ver.)

La llegada de don José Miñones parece aportar un aire nuevo. Abundó en especulaciones sobre su posible significado para la actual estructura del PSdeG-PSOE pero –con elegancia– supo anunciar lo que institucionalmente más le sugiere su nuevo cargo. Y lo hizo con claridad en palabras dirigidas a toda la población a la que también representará ante el Gobierno –en leal cooperación con la Xunta– y mostrando con determinación sus prioridades, citando de forma especial su vocación municipalista. Y su convicción de que Galicia “es” la suma de sus 313 Concellos.

Dejó claro, don José, que es mucho más también, pero subrayando que el músculo poco puede hacer sin esqueleto y que un cuerpo es un conjunto en el que cerebro y vocación forman parte de la clave de futuro. Y para que este antiguo Reino pueda reclamar ante los Gobiernos central y europeo, la vieja definición del Ius: dar a cada uno lo que le corresponde. Los municipalistas gallegos, que existen desde hace muchos años y están en primera fila para ver reconocidas sus ideas, esperan su hora para que la Europa de los pueblos sea también la de los municipios.

En este punto procede subrayar que, dentro de su condición como Delegado ahora y antes Alcalde, el señor Miñones está en la mejor posición para apoyar solución a necesidades urgentes –y extremadamente complejas, pero no imposibles– como reducir el número de concellos desde criterios de eficacia, eficiencia y racionalidad, y –si procediera– mediar para que se logre una vieja aspiración de los concellos gallegos: el Pacto Local. Estuvo a punto de alcanzarlo un compañero suyo, de aquella conselleiro en la Xunta bipartita –el señor Méndez Romeu–, pero hubo de conformarse con un acuerdo parcial. Acaso porque no había llegado el momento, pero ahora sí: es cuestión de ponerse a ello.

¿O no?

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