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Impulso al testamento vital en Galicia

La pandemia provocó una eclosión de testamentos vitales. Casi medio centenar de gallegos cada semana se animó a dejar constancia de las preferencias que desean que se tengan en cuenta para su atención hospitalaria si por deterioro físico o psíquico llegado el caso no pueden manifestarlas. Pero, aunque la cifra ha crecido a buen ritmo en el último lustro y el COVID ha supuesto un estímulo añadido, Galicia sigue en el furgón de cola –cuarta por el final– si se analiza el número de testamentos vitales por cada mil habitantes.

Según los últimos datos recopilados por el Ministerio de Sanidad, esa tasa en la comunidad, donde constan, a enero de este año, 11.630 declarantes con instrucciones previas activas, sería del 4,3. Y aunque conlleva el logro de haber triplicado la registrada cinco años atrás, representa poco más de la mitad de la media estatal (7,09) y es cuatro veces inferior a la asociada a Navarra, cuyos ciudadanos son los que más se preocupan por tener planificado, por ejemplo, si desean que no se prolongue su vida en situaciones clínicas irreversibles.

Recursos limitados

El Consello de Bioética de Galicia echa de menos más testamentos vitales en situaciones como la que vive la salud pública con la pandemia del coronavirus, que en algunos momentos puede poner en cuestión los recursos del sistema. En un informe recién publicado de “Orientacións éticas para a asignación de recursos limitados na atención sanitaria”, insta a la Administración gallega a adquirir el “compromiso” de “potenciar” la planificación anticipada y compartida de los cuidados de salud entre los ciudadanos, “especialmente”; señalan, entre pacientes de riesgo.

Hugo Barreiro

Entre sus conclusiones sugieren, en el momento en que se produce el ingreso de un paciente en el hospital, “planificar” el grado de intensidad del tratamiento que estaría indicado llevar a cabo si fuese preciso “verificando si existe un documento de instrucciones previas y mediante un proceso de decisión compartida con el paciente y sus representantes”.

A juicio de los integrantes del Consello de Bioética de Galicia, esta práctica “mejora la calidad de la atención y facilita un manejo más fluido del paciente en situaciones de urgencia donde el acceso a sus representantes puede verse limitado”, como ocurre, indican, debido a las normas de control en situaciones como la actual, por el COVID.

Ocupación de las UCIs

El documento que acaban de publicar estos expertos en bioética responde a una demanda específica de la Consellería de Sanidade de asesoramiento y orientación sobre recomendaciones éticas para la toma de decisiones “ante el aumento en la ocupación de unidades de pacientes críticos”.

Ya el pasado año, a finales del mes de marzo y en plena crisis sanitaria, el Consello de Bioética de Galicia, conminó a no dejar morir solos a los pacientes y a disponer de más recursos paliativos. Entonces aludía también a la necesidad de planificar con el propio enfermo los cuidados y además reclamaba medios para evitar llegar a tener que tomar decisiones “difíciles”, las vinculadas a contextos de “desequilibrio entre la demanda asistencial y los recursos disponibles, especialmente agudizada en tiempos de pandemia”, señalan.

Sin discriminación

Estos especialistas, en todo caso, dejan claro que “antes de acudir a la priorización” de los recursos es preciso tener en cuenta la no discriminación de pacientes con patologías no COVID (como cirugías programadas no demorables o urgentes) o el “maximizar” soluciones de distribución de recursos bajo la idea de manejo como “hospital único de Galicia”, “reforzando” la solidaridad entre centros.

Para los integrantes del Consello de Bioética de Galicia, la priorización de recursos es la solución extrema, cuando las posibilidades organizativas se han agotado. Aun así, enfatizan que, como medida “excepcional”, debe limitarse al “menor tiempo imprescindible”. Entre otras puntualizaciones, indican que “siempre se tendrá en cuenta la voluntad del paciente”, “idealmente manifestada con anterioridad” y sugieren que si hay que llegar a valorar la retirada de recursos a un paciente para facilitárselos a otro se tomen en equipo, con apoyo bioético, y tras un tiempo “prudencial de uso del recurso” para comprobar la respuesta del paciente.

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