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Los “Toni Cantó” de la política gallega

Los “Toni Cantó” de la política gallega

A Eduardo Galeano se le atribuye la frase de que un hombre puede cambiar casi de todo en la vida, menos de equipo de fútbol, situando la fidelidad a los colores como una máxima.

El actor pasó de UPyD a Ciudadanos y ahora ficha por el PP, al que acusó de ser un nido de corrupción | Decenas de dirigentes en Galicia cambiaron de siglas hasta cuatro veces

Algunos políticos se ajustan a ese axioma, reflejando facilidad para saltar de siglas en siglas, incluso antagónicas entre sí, y para desdecirse de sus propias palabras, profundizando el recelo social hacia la escena política entre la población. El último caso ha sido el de Toni Cantó, que abandonó UPyD cuando el barco hacía aguas para fugarse al entonces boyante Ciudadanos. Ahora que este parece irse a pique, se integra en la candidatura de Isabel Díaz Ayuso, aspira a retener la Presidencia de Madrid para el PP, partido al que hace poco el actor culpaba de generar un coste por su corrupción equivalente a la mitad del gasto anual en pensiones. De “el PP era una máquina de corrupción pasiva”, el protagonista de Todo sobre mi madre ha pasado a pedir el apoyo a las siglas de la gaviota. Aquello es pasado, alega. Es el más actual, pero no el único caso de este tipo de chaqueteros políticos, a los que valen el puño y la rosa, la estrella nacionalista o la gaviota. Galicia también posee su propia lista de “Toni Cantó”.

Los saltos de formación a formación son habituales en política, al hilo de la propia evolución no solo de las organizaciones, sino de las personas. Por ello, no sorprende haber visto a alcaldes del BNG como Martiño Noriega o exlíderes del Bloque como Beiras encabezar proyectos diferentes y hacer frente común con las mareas, o a exBNG como Xaquín Fernández Leiceaga presidir el PSdeG. Un exlíder de los socialistas, Pachi Vázquez, incluso creó su propia marca.

Pero las piruetas para mezclar siglas de derecha e izquierda son más complicadas. Uno de los casos que más carnés reunió fue Arturo Grandal, alcalde durante cuatro décadas de Salvaterra do Miño. Comenzó su trayectoria en la Transición con UCD para pasarse luego al PSOE tras unos años de independiente y acabar su carrera en el PP.

"Temí perder cuando cambié de partido, pero, al final, los vecinos estuvieron a mi lado"

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Hace dos años, pasó por encima de esos requiebros alegando su hoja de servicios. “Debo estar agradecido a los vecinos que siempre me dieron su apoyo. Yo para gobernar siempre necesité mayoría absoluta, no como otros alcaldes que no sacan mayoría absoluta y son elegidos en los despachos. Es cierto que temí perder cuando cambié de partido, pero, al final, los vecinos estuvieron a mi lado, porque reconocieron el trabajo que se estaba haciendo y sabían que yo cambiaba de partido por el bien de los vecinos y conseguir servicios”, declaró a FARO, aunque ahora, retirado, prefiere mantener el silencio tras la llamada de este diario.

En el ámbito local destacan otros alcaldes que han mezclado etapas en el PSOE con otras en el PP, como Eladio Capón en Láncara, Mario Arias Mon en A Fonsagrada, o Avelino de Francisco en Cortegada.

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Los “Toni Cantó” de la política gallega FdV

La evolución habitual en los clásicos ha sido la de pasar por espacios similares del centroderecha, como hizo el que fue el alcalde gallego más longevo, Manuel Gallego, que ganó todas las elecciones a las que se presentó en Taboadela. Su trayectoria es como la de aquellos trotamundos futbolísticos: Coalición Galega, Coalición Progresista Galega, Centristas de Galicia y PP.

Uno de los saltos recientes más sonados fue el de Teresa Barge, alcaldesa de A Bola. Se crió políticamente en el PP, bajo cuyas siglas ejerció de regidor su padre, pero al no heredar el cargo se vengó de la formación. Se presentó por Iniciativa por A Bola y luego por el BNG, ganando el bastón de mando. En 2007 volvió al PP, alegando que el Bloque se había “radicalizado”. De una trinchera a otra.

“No creo que afecten”

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Los expertos consideran que estas traiciones a siglas e ideologías tienen un impacto mínimo en el nivel de confianza social en la clase política, porque ya está en horas bajas. “Aunque no tanto como en 2010-12, cuando Rosa Díez era la más valorada con un 3,5 más o menos. Ahora esa es la nota de Pablo Iglesias en su momento más bajo y Pedro Sánchez ronda el 5”, matiza el gallego Francisco Seoane, profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. “No creo que afecten”, dice.

Rivalidades internas, necesidad de mantener un cargo público, ser laminado de las listas, no alcanzar las cotas deseadas o simplemente movimientos no ideologizados por tratarse de ámbitos locales suelen ser los motivos alegados para justificar estos cambios de filas, además de la propia evolución social, que hizo concentrar el centroderecha y el nacionalismo gallego en PP y BNG para luego dividirse este último.

"Toni Cantó es un experto de pasar de partido a partido"

José Rama - profesor de Método Cuantitativo en el Kings College de Londres

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Aun así, José Rama, profesor de Método Cuantitativo en el Kings College de Londres, apunta un motivo principal. “Lo que se impone o suele estar detrás es una lógica de elección racional: de maximización del beneficio personal. Toni Cantó es un experto de pasar de partido a partido, de UPyD, a Ciudadanos y PP, siempre en el mismo frente ideológico. Es un buscavidas. Ahora que todo va mal abandonan el barco de Cs. Pronto veremos más casos y también en el flanco izquierdo”, resume sobre el caso que ha puesto el foco de nuevo sobre los cambiachaquetas políticos.

De hecho, estos virajes parecen no penalizarse. “Cada vez se demuestra más que no tiene implicaciones. Hay estudios que dicen que, por ejemplo, los escándalos de corrupción no penalizan y que el elector recuerda como mucho seis meses atrás”, añade Rama, que ilustra la facilidad con la que se contradicen los políticos con la frase de que Pedro Sánchez no podría dormir con Pablo Iglesias en su gobierno y finalmente pactaron un Ejecutivo de coalición.

En ocasiones, el ámbito local en pequeños concellos favorece esos fichajes, caso de José Miguel Pérez Blecua. Exnúmero 2 en las listas del BNG de San Xoán do Río, acabó de alcalde bajo una agrupación de electores nacida de una asociación cultural y ha finalizado abrazado a Baltar. “Como independientes no iríamos a ningún lado con esta crisis. No es por ideología, es la gente con la que más afinidad tengo ahora que Beiras se retiró”, comenta. De hecho, el barón popular ourensano, José Manuel Baltar, es un experto reclutando cargos de otras siglas.

Pero la historia política gallega está trufada de casos. Uno es el de Pablo González Mariñas, diputado autonómico de UCD en 1981, que pasó a Coalición Galega, fundó el Partido Nacionalista Galego y luego se integró en el BNG, para acabar en Compromiso por Galicia. O Carlos Mella, que fue vicepresidente de la Xunta con Albor con la UCD y en los años 90 fue candidato del BNG en las elecciones europeas.

Aun así, el salto con tirabuzón lo protagonizó Pedro Arias, que pasó de militar en el Partido Comunista con Touriño (expresidente de la Xunta) y Abel Caballero (hoy alcalde de Vigo) a ser diputado del PP con Feijóo en un fichaje de relumbrón que pasó sin pena ni gloria por la Cámara.

En la lista no están todos los que son, pero sí son todos los que están. “Y habrá más. Galicia está marcando de nuevo el camino. Si en 2012 lo hizo con los nuevos partidos, ahora lo hace con la vuelta a las formaciones tradicionales con un Parlamento de tres fuerzas. Será normal ver más cambios”, vaticina Rama.

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