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La alargada sombra de Feijóo acecha a Pablo Casado

Casado extiende la mano a Feijóo en una reunión de la cúpula estatal del PP en Génova 13. | // EFE / R. RUBIO

“¿Sabes cómo llaman a un líder sin apoyos? Simplemente, un tipo dando un paseo”. Un personaje de The West Wing, la serie sobre la trastienda de la política estadounidense y el gabinete de un presidente encarnado por Martin Sheen, detalla la necesidad de que un dirigente tenga el aval de los suyos para poder capitanear una organización. Por ello, suele decirse que nada cohesiona más un partido que el poder tras lograr buenos resultados en las urnas. Cojo de estos, en el PP ha brotado un runrún, extendido ya a la prensa y las tertulias, sobre la presidencia de Pablo Casado, derrotado en dos elecciones generales y cabeza visible de una marca que en Cataluña se llevó el día 14 un varapalo histórico, perdiendo un diputado hasta lograr apenas 3 y siendo cuadruplicado por Vox. Malos resultados igual a dudas. En ese contexto, la sombra del gallego Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a emerger a la vista del partido como posible relevo del jefe de filas del PP a nivel estatal, un rumor que el primero permitió alentar la semana pasada con sus críticas a la estrategia de Casado para revitalizar sus siglas, y que el jueves trató de aplacar negando cualquier intención de dar el salto a Madrid.

El debate sobre el viaje de Feijóo a la arena madrileña es como el viento costero, que siempre está presente y cuya intensidad varía dependiendo de las caprichosas condiciones meteorológicas. Consciente de ello, el de Os Peares sabe que sus gestos son interpretados y analizados en detalle, especialmente ahora que ha asegurado que en 2024 no repetirá como candidato a la Xunta por quinta vez y que el PP está desnortado, adaptándose a la inédita fragmentación del centroderecha, como le pasó al PSOE anteriormente en el otro bando.

La presión de Aznar

El propio valedor de Casado, el expresidente del PP y del Gobierno José María Aznar eleva la presión sobre esa situación. “Cuando me marché entregué un partido y un espacio electoral unido. Lo que ha pasado después, pregúnteselo usted a los que vinieron después”, declara en LaSexta.

El barón de barones popular azuzó las suspicacias cuando advirtió a Casado que “del pasado no se reniega, se aprende”, en alusión a su intención de cortar lazos con la historia del partido para mitigar el desgaste causado por los escándalos denunciados por el extesorero del partido, Luis Bárcenas. También rechazó la simbólica mudanza de la sede en la calle Génova, cuyas reformas están bajo escrutinio judicial por, presuntamente, haber sido pagadas en negro.

En el seno del partido se percibe inquietud. “Si alguien no pone orden, nos vamos al garete”, vaticina un miembro de una dirección municipal del partido conocedor de los entresijos de la organización. Feijóo ha negado la existencia de un debate alrededor de la figura de Casado, pero de puertas para adentro comienza a rumiarse hasta el punto de que en Galicia algunas voces ya se plantean la salida del gallego como salvavidas de emergencia. “Si me preguntas qué me gustaría, a mí me gustaría que Feijóo se fuese para Madrid dentro de año y medio. Es la única manera de que el PP a nivel nacional vuelva a recuperar fuerza, aunque no tengamos claro quién lo relevaría aquí”, añade esta fuente, que no quiere revelar su identidad.

Nuevo rechazo

El jueves, Feijóo rechazó su aspiración a liderar el PP estatal tras haber alentado el debate, explicitando críticas a la estrategia de Casado como ningún otro líder territorial había hecho. Frente al silencio de Mañueco y Moreno, su contundencia. “Es verdad que cuando habla se le escucha y tiene repercusión, pero no lo hace con ninguna vocación de sustituir a nadie. Nunca ha querido irse, pero tampoco renuncia a hacer política nacional desde aquí”, matizan desde la dirección popular gallega.

El contexto determina el efecto del movimiento del presidente gallego, pues su distanciamiento respecto a las medidas de Casado se produjeron tras el fracaso en Cataluña aunque precisamente tras haber intentado este un “giro al centro”. De hecho, Feijóo ya mantuvo tiranteces con las voces más fieras dentro del PP, como Cayetana Álvarez de Toledo, que intentaban competir con Vox. El gallego recomendó moderar el mensaje y rebajar el tono. Así, en Cataluña no consiguió ningún voto añadido tras la debacle de Ciudadanos. La falta de liderazgos alternativos a Casado intensifica los focos sobre Feijóo, único del PP que gobierna con mayoría absoluta y que tiene en su hoja de servicios haber derrotado a las mareas –gracias a fallos de estas en parte– y haber frenado a Vox y Cs en la comunidad.

El “No” de 2018

Aun así, existen dudas. La primera es el vacío que generaría en Galicia, tras alcanzar un poder omnímodo, superior al que tuvo Manuel Fraga. La segunda, los recelos de una parte del partido que no le perdona no haber arriesgado en 2018, cuando la moción de censura aupó al socialista Pedro Sánchez a Moncloa y obligó a retirarse a Mariano Rajoy.

Entonces, Feijóo alegó que su compromiso era Galicia y dejó compuestos y sin novio a muchos en la organización. Rechazó, según fuentes populares, competir en un proceso abierto y solo se mostró dispuesto a ese salto si se pactaba su elección con una lista. Paradójicamente, alcanzó el liderazgo del PPdeG tras rechazar un pacto con quien fue su competidor por suceder a Fraga, Xosé Manuel Barreiro, en una comida con el León de Vilalba en Perbes.

Cubrirse las espaldas

Por si acaso, el dirigente gallego, clave en la victoria de Casado sobre Sáenz de Santamaría, se ha cubierto las espaldas, negando su intención y ratificando el liderazgo de Casado, aunque también advirtió que en política los líderes deben ganar, algo que su jefe de filas no ha logrado, pese a mejorar en las últimas generales. Le ha puesto deberes, incrementando la presión y exigiéndole cambios reales, como los que él acometió en 2015 cuando se llevó un correctivo en las municipales. Entonces, no se mudó de sede ni se negó a responder cuestiones sobre Bárcenas, sino que acometió relevos en el gobierno.

En su momento, también aseguró que no se vería presentándose una cuarta ocasión a las elecciones gallegas como había hecho Fraga. Finalmente lo hizo. Alegó que se lo pidió el partido, un comodín argumental para dar un paso atrás o adelante según el momento usado por toda la clase política.

Ahora el PP está nervioso y surgen críticas. “Casado está cometiendo muchos errores; el primero es no saber lo que quiere hacer”, apunta una fuente del partido, que considera imprescindible fijar el rumbo ideológico y no optar por destellos de imagen como la venta de Génova ni alentar una posible refundación, debate abierto incluso con la posibilidad de fusionarse con Ciudadanos. “¿Estamos locos?”, zanja esta voz, que conoce las interioridades de la formación desde su infancia.

Ayuso, su némesis madrileña

Aunque el barón de barones en el PP es Feijóo, el ariete político del partido para confrontar con el Gobierno central de PSOE y Unidas Podemos es Isabel Díaz Ayuso, némesis del dirigente gallego y con el que ya ha tenido varios choques. El último se produjo precisamente a raíz de las críticas a Casado del primero tras el anuncio de mudanza de la calle Génova. “Si tengo alguna cuestión, se la suelo trasladar al presidente del PP directamente porque no me gusta ponerle recados o consejos a través de los medios de comunicación”, espetó la presidenta de la Comunidad de Madrid, que más tarde rebajó el tono. Sus modelos son diferentes y sus momentos políticos, también, así como sus generaciones.

Feijóo posee una hoja de servicios meritoria para sus siglas y Ayuso es una apuesta emergente que retuvo el poder autonómico madrileño, pese a ser la segunda fuerza más votada. El primero reniega de Vox, que lo critica, y de Ciudadanos. La segunda gobierna gracias a los de Abascal y con los de Arrimadas. Sus diferencias también quedaron patentes durante la pandemia. Gestionando territorios con diferentes características, Feijóo presume de escaso impacto del COVID-19 y no dudó en cerrar hostelería mientras Madrid trataba por todos los medios de mantenerla abierta. Ayuso llegó a declarar también que el cierre general era la solución “fácil”. Además, esta se ha convertido en la punta de lanza contra Pedro Sánchez y sus ministros, con los que confronta más que con la oposición madrileña, mientras Feijóo muestra, en comparación, un tono menos ácido contra Moncloa que su némesis interna.

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