Uno de los comentarios que repiten profesores cuando hablan de este curso es que ven a los alumnos más alicaídos que otros años y el tener que guardar las distancias o cubrirse las sonrisas no ayuda. Lo que era una percepción se convierte de forma “inmediata” en observación activa para detectar alumnos que sufran malestar, ansiedad o sufrimiento. En eso consiste la primera fase del Plan de Benestar Emocional que el conselleiro de Educación, Román Rodríguez, presentó ayer con el pediatra Luís Sánchez y a María Victoria Fernández, del equipo de orientación específico de A Coruña.

“Los colegios e institutos no son ajenos a las difíciles situaciones personales y laborales que muchas familias están afrontando”, alega Rodríguez, y Educación ha preparado un plan para “prevenir posibles problemáticas derivadas” pensando en los escolares, para que la situación no afecte a su rendimiento académico, pero también en los profesores.

Porque un colegio debe ser también un lugar de “convivencia” donde se pueden aprender valores como “autoestima” o “confianza”, defienden. Y ahí busca incidir el documento presentado ayer, que tiene como meta “favorecer la resiliencia” o un “mejor” desarrollo de las competencias sociales y emocionales, entre otras, promoviendo actitudes “positivas” frente a problemas.

El plan consta de tres fases y la primera arranca ya mismo, señala la Xunta, centrándose en la detección de situaciones de ánimo decaído entre los escolares, a partir de la observación de su conducta, y también se proponen modelos de intervención a través de “redes de apoyo”. En esta fase, aconsejan observar conductas como reacciones “desmesuradas”, irritabilidad, transgresiones...

Derivaciones

En la presentación, el pediatra Luis Sánchez indicó que se busca ayudar a crear un “marco de comunicación” puedan trasladar sus “inseguridades” y “sentirse más fuertes y crecer como personas”. Pero también se contempla, añade, que quienes “tienen otro tipo de manifestaciones que exceden lo que se puede resolver, que sean derivados a los centros de salud”, para “entre todos buscar la mejor solución posible”. En el documento se habla, por ejemplo, de la estrategia del duelo, que deberá elaborar la comunidad educativa y cada miembro ante los procesos de pérdida, y se apunta que si un alumno “no evoluciona favorablemente”, se avisará a su familia para valorar derivarlo a salud mental.

La segunda fase, desde abril, busca “mantener el bienestar y dotar de instrumentos de resiliencia y mejora de la afrontación” a la comunidad. Se sugieren 24 propuestas didácticas y formación para orientadores y docentes (10 horas) y tres sesiones a las familias. En la última etapa, antes del verano, se pretende que los centros dispongan de herramientas para encarar el próximo curso y se incluyen programas de concienciación sobre usos problemáticos de internet, por ejemplo, y de formación y concienciación, sobre todo pensando en el profesorado de secundaria, en el ámbito de salud mental.