Más que cualquier declaración del Gobierno o del PSOE, fue el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, el que hizo saltar chispas en Génova –sede del PP nacional– y producir el enojo del líder de la formación, Pablo Casado, por sus aseveraciones en las que puso en duda lo acertado de las medidas de contención contra el coronavirus aplicadas en la comunidad de Madrid. Sus palabras evidenciaron, dichas por alguien que pertenece a las mismas siglas, que dentro del PP hay al menos dos estrategias para afrontar la pandemia. Frente a las restricciones duras impuestas en Galicia, con la hostelería cerrada a cal y canto, con los comercios no esenciales echando el pestillo a las seis de la tarde y los centros comerciales clausurados los fines de semana, en Madrid todos los establecimientos pueden permanecer abiertos hasta las nueve de la noche.

Es una laxitud que no convence al presidente gallego, que ha decidido apostar por medidas de contención muy restrictivas en Galicia. “Madrid ha optado por una decisión por la que yo no me sentiría responsable si la tuviese que aplicar en Galicia y, por tanto, he optado por otra”, dijo en una entrevista.

Estrategias

Con este pronunciamiento, Feijóo provocó el malestar en Génova que obligó a Pablo Casado a intentar mediar para dar una imagen de unidad. Porque con sus palabras, Feijóo echó por tierra de golpe dos estrategias del PP. La primera, la de que los gobiernos autonómicos del Partido Popular se mueven todos en la misma dirección y de forma homogénea para atajar la crisis sanitaria frente a la deriva del Ejecutivo central, al que acusan de carecer de una hoja de ruta clara.

Feijóo la reventó al admitir que al menos en el PP hay dos modelos frente al COVID: uno intenso, con fuertes limitaciones a la movilidad de las personas y a la actividad de los negocios, y otro distendido como el que se aplica en Madrid, que incluso está pensando en suavizarlo más, ampliando el horario de apertura de los establecimientos.

Y la otra estrategia que eclipsó fue la de la idea fuerza que el PP tenía esta semana, que era cargar contra Vox, en plena campaña de las elecciones catalanas, para intentar frenar su previsible ascenso en el Parlamento catalán. El partido ultra ayudó a Pedro Sánchez a sacar adelante el decreto que regula la ejecución de los fondos europeas para la recuperación económica y todos los dirigentes del PP habían recibido la directriz de arremeter contra la formación de Abascal.

Acto en Barcelona

Por si fuera poco, las declaraciones de Feijóo se publicaron el misma día en que Pablo Casado estaba en Barcelona de campaña para apoyar a su candidato a la Generalitat. Y lo que iba a ser su primer gran acto quedó desdibujado al encontrarse con los reproches del presidente gallego a Isabel Díaz Ayuso y tener que tomar partido, si bien apostó por la equidistancia. Porque Feijóo retiró el foco de Vox y desvió el haz de luz hacia la vida interna del PP, quitando protagonismo al líder nacional del partido.

Puertas afuera, Casado no quiso mojarse y soltó que los dos políticos, Feijóo y Ayuso, están haciendo las cosas exactamente igual, como si nada hubiera pasado.

Vox no perdió la oportunidad y puso a los dos presidentes regionales como ejemplos de “ineficiencia” del Estado autonómico y reclamó una respuesta única de todo el Estado.

Ayer, la presidenta de Madrid entró al trapo, pidiendo, por una parte, respeto para lo que se hace en cada autonomía y, por otra, reconociendo que no todas tienen, ni siquiera en el PP, un mismo modelo de respuesta al asegurar que Madrid hace “su propia estrategia general”. “Cada comunidad hace lo que buenamente puede con esta situación. Yo siempre lo he respetado y lo respetaré. No puedo entrar en confrontación con otros presidentes autonómicos. Esto es insensato y además creo que lleva todavía más a la desesperanza”, dijo.

Y para intentar desviar la atención, Ayuso sostuvo que si las comunidades hacen cada una lo que pueden, es porque no hay iniciativa del Gobierno central ni estrategia nacional. El mismo mensaje que lanzó la portavoz parlamentaria en el Congreso, Cuca Gamarra, al achacar a la “dejación de funciones” de Pedro Sánchez la tensión y el cruce de reproches entre presidentes autonómicos a cuenta del COVID.