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El fin del acogimiento y Una mayoría de edad desprotegida | Una mayoría de edad desprotegida

Emanciparse a los 18 años, el drama de los extutelados

Setefani Montoviu y Sabrina Monteiro en las inmediaciones de Aldeas Infantiles Alba Villar

Los jóvenes tutelados se ven obligados a emanciparse al cumplir los 18 años sin un periodo de transición, según un informe de Aldeas Infantiles que alerta sobre la difícil situación a la que se enfrentan los chicos cuyo acogimiento finaliza con la mayoría de edad. La ONGadvierte de que estos jóvenes se enfrentan a un proceso de transición a la vida adulta muy diferente al del resto de sus iguales, donde la media de emancipación a nivel nacional está en 29 años.

El número de niños, niñas y adolescentes que crecen en el sistema de protección en España supera, por primera vez este año, la barrera de los 50.000 y casi el 60% tienen entre 15 y 17 años. Al cumplir los 18 serán mayores de edad y muchos se quedarán sin la protección de la que hasta gozaban y tendrán que buscarse la vida.

  • El número de menores tutelados en España supera por primera vez los 50.000 Un total de 50.272 menores de 18 años crecen privados del cuidado parental, en centros o en familias

“Lo habitual es que los jóvenes que viven bajo el amparo del sistema de protección tengan que enfrentarse a una transición breve y acelerada a la etapa adulta al cumplir la mayoría de edad, lo que los sitúa en una clara desventaja respecto al resto de jóvenes y contribuye a su distanciamiento del sistema educativo y del mercado laboral, convirtiéndolos en uno de los grupos más vulnerables de la sociedad”, según el presidente de Aldeas Infantiles SOS, Pedro Puig.

Reclaman más programas de ayudas económicas, apoyo emocional y referentes para formarse y evitar trabajos precarios

Para paliar la situación y reforzar el programa autonómico, a la vez que facilitar esta etapa de transición, la ONG –con fuerte implantación en Galicia, especialmente en Vigo y la provincia de Pontevedra– tiene en marcha dos programas, uno dirigido a jóvenes de 18 años que quieran seguir estudiando, y otro de segunda oportunidad, para aquellos que apostaron por independizarse económicamente y trabajar al cumplir la mayoría de edad, y ahora quieren volver a estudiar para abandonar trabajos precarios.

“Vivo sola con mi hijo y puedo mantenerlo y estudiar el ciclo de Radioterapia gracias a la beca”

Stefani Montoviu - Beca segunda oportunidad

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Stefani Montoviu - Beca segunda oportunidad Alba Villar

Este es el caso de Stefani Montoviu, de 26 años y madre de un niño de cinco al que saca adelante ella sola. Una beca de la ONG le permitió primero estudiar auxiliar de clínica y ahora el ciclo superior de Radioterapia, pues su objetivo es dedicarse a la rama de oncología. Ella y dos de sus hermanos pasaron por el centro de día de Aldeas Infantiles en Vigo a raíz de los problemas familiares entre su madre y su pareja, aunque cuatro años después Stefani se cambió a otro centro tutelado. Al cumplir los 18 años buscó trabajo en la hostelería y se independizó, pero hace cuatro años se reencontró con una antigua educadora de Aldeas y le habló del programa de segunda oportunidad. Una vez dentro ha conseguido una beca que le permite vivir en un piso con su hijo, que ya va al cole, y estudiar:

“Muchos no saben mi situación y me preguntan cómo siendo madre puedo permitirme no trabajar y estudiar. Cuando digo que por una beca, dudan. Me siento orgullosa lo que estoy haciendo”

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Stefani relata que: “No es fácil verte en la calle con 18 años. Yo me hice fuerte y me puse a trabajar. Como eres mayor de edad, tienes que salir y enfrentarte al mundo porque hay un papel que dice que eres mayor de edad. No debería ser así. Para el sistema eres mayor de edad, cuando un día antes tenías 17. Sigues siendo un niño y sales de un programa en el que te lo han dado todo y de un día para otro eres adulto. Creo que algo falla en el sistema. Las mujeres víctimas de violencia machista tienen ayudas, también los presos que han cumplido condena salen con el paro para reinsertarse. Para nosotros, en principio, parece no haber nada, a mi no me ofrecieron alternativa”.

La joven se quedó embarazada a los 20 años. “Siempre he sacado adelante a mi hijo sola. La hostelería sirve para sobrevivir, pero es un mundo muy precario y con salario bajo y ahora con la pandemia, ni eso. Sin formación ni experiencia estaba abocada a un trabajo precario. Me hablaron de este programa y me rescataron. Aldeas me ofreció ayuda para formarme, para estudiar y poder mejorar de trabajo y saber moverme mejor. Mi principal miedo a la hora de decidirme a dar el paso era que estoy sola con mi hijo y no me atrevía a dejar el trabajo. No tenía claro si debía estudiar. Nos falta información sobre las ayudas. Me daba miedo perder mi independencia, mi autonomía. Está claro que sin el apoyo económico y emocional de Aldeas Infantiles ahora mismo no estaría estudiando, seguiría trabajando”, concluye. Asegura a que pese a todo lo que le ha tocado vivir desde su infancia nunca se ha rendido:

"¿Para qué voy a llorar? Ya sé bastante de eso, así que siempre intenté buscar solución a todo"

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“Soy muy optimista. Pese a lo vivido, ves lo bueno de la vida. ¿Para qué voy a llorar? Ya sé bastante de eso, así que siempre intenté buscar solución a todo. Muchas veces me sentía agobiada, apurada y al límite pero nunca me rendí. Es una característica mía”. Ahora que se va haciendo “mayor” colabora con Aldeas en distintos programas para que los chicos nuevos que llegan puedan conocer y disfrutar las mismas oportunidades que ella tuvo.

Sabrina Monteiro en lasinmediaciones del centro. Alba Villar

Sabrina Monteiro ha cumplido 18 años, casi todos en centros de la ONG, pues llegó con apenas 3 meses al centro de día acompañada por dos hermanas mayores y después las tres vivieron en la Aldea Infantil de Redondela. Este curso le dieron la oportunidad de trasladarse a Canarias a un piso de la ONG para estudiar el ciclo medio de atención a personas en situación de dependencia y no lo dudó. Su sueño, es cursar también el ciclo superior de integración social. Está feliz porque “por primera vez solo tengo que pensar en mi”.

Estudia gracias a las becas de la administración, pero sobre todo por la que facilita la ONG. “Sin esta ayuda no podría seguir estudiando, no tengo medios para aguantar hasta que se pagan las otras”, explica.

“La protección de los chicos tutelados se acaba al cumplir los 18 años. Creo que no debe ser así. Tenemos que tener el derecho de formarnos y poder estudiar o trabajar sin precariedad.”

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Sabrina mantiene la relación con sus padres y sus hermanos, así que en vacaciones se viene a Vigo a pasarlas en familia. Recuerda que cuando llegó a la Aldea pensaba que ella tenía la culpa de que la separaran de su familia, que algo había hecho para que la mandaran allí.

También, en la adolescencia, se fugó del centro de acogida: “Era mi forma de desconectar y ahora quiero ser educadora social”. Reconoce que mintió alguna vez al técnico de menores sobre su situación, aunque después pidió ayuda: “¿Por qué?, pues porque mi familia es mi familia. Yo creía que tenía una vida normal, y por eso lo contaba en colegio”, apunta respecto a los problemas en su casa que llevaron a su ingreso en Aldeas Infantiles. Apostilla que no cambiaría nada de su vida “porque precisamente por todo lo que pasé soy como soy, y estoy orgullosa de la persona en que me he convertido”. Asevera que los niños tutelados “son grandes desconocidos para la sociedady en ocasiones ha notado rechazo. “No saben los mucho que nos esforzamos”, concluye.

“Es injusto que no haya oportunidades para todos”

José Cortizo - Director del programa de jóvenes de Aldeas Infantiles

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José Cortizo - Director del programa de jóvenes de Aldeas Infantiles

“Es una pena que los chicos que tengan oportunidades sean minoría. Es injusto y todos los jóvenes que salen de centros tutelados al cumplir 18 años deberían tener más posibilidades. Ese trato desigual debería cambiar y tener oportunidades para todos. En los último años la situación va mejorando. Antes salían con 18 años y estaban muy abocados a trabajar y ahora si estudias hay becas que ayudan, pero no son suficientes. Aunque más allá de lo económico está la parte emocional, que es importante. También necesitan tener personas de referencia, como ocurre en Cataluña”, expone José Cortizo, director del programa de jóvenes de Aldeas Infantiles en Vigo. La ONG hace un trabajo simultáneo con los chicos y con las familias biológicas y desde 1998 “mantenemos con los jóvenes el compromiso de acompañamiento más allá de su mayoría de edad legal, si ésta es su voluntad. Nuestro trabajo es educar en valores y no termina hasta que el joven se independiza, por su propio deseo, y se integra en la sociedad como adulto responsable, y aún así somos como una familia y ante un problema puntual tienen siempre las puertas abiertas”, dice el experto educador. Este programa de tránsito a la vida adulta, en el que participan veinte jóvenes, o el de segunda oportunidad –con tres becarios–, conlleva obligaciones por ambas partes.

“Parece fácil pero no lo es. Firmamos un contrato compromiso: les apoyamos y ellos se comprometen a cumplir lo necesario para alcanzar lo que quieren hacer"

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"Por eso deben presentar justificantes económicos cada trimestre y las notas. Tenemos que ver resultados. Son compromisos que revierten en ellos de manera positiva”, dice Cortizo. Aunque hay niños que no pueden tener relación con su entorno, maltratados o víctimas de abusos, el perfil habitual de los menores tutelados radica en procedencia de familias desestructuradas, de nivel económico bajo, en las que evidentemente no hay buen ambiente familiar y por tanto los menores no son protegidos por su entorno, según Cortizo. Por eso:

“Trabajar con chicos como Sabrina o Stefani es supersatisfactorio, están motivadísimos y son orgullos para nosotros”

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