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Crónica Política

Los magos

Está visto, aunque no del todo comprobado –todavía–, que la pandemia ha tenido efectos colaterales extraños e inesperados. Lo primero porque no existe relación directa con el virus; lo segundo a causa de que parecen haber influido en la capacidad de algunos profesionales de la política para alternar su oficio con la magia. Lo que está por determinar es si se trata de una coincidencia entre el repunte postnavideño de la plaga y la ausencia de los reyes de Oriente en las calles gallegas, que habría impulsado a dirigentes de los tres partidos a sustituirlos y anunciar sustanciosos regalos –a plazo–, o a ir captando votos de cara al futuro.

Ya se verá. Pero sea lo que fuere, llama la atención que, por ejemplo, el señor presidente Feijóo hiciese público un plan de viviendas especialmente diseñado para los jóvenes, que entre la inversión pública –más de 400 millones– y la privada espera que sean más de mil. Y de paso otro plan para auxiliar a autónomos y a la hostelería con “en principio”, 50 millones. En la misma línea, pero con diferente capacidad de acción, como corresponde a quien no gobierna, doña Ana Pontón propuso otro millar largo de millones para sanear las rías gallegas, tarea casi titánica para la que parece quedarse corto el cálculo de su señoría.

En una solicitud más modesta –ser el último de la cola parlamentaria a la hora de los deseos tiene sus desventajas–, el secretario xeral del PSdeG-PSOE se quedó en los cien millones, que desea destinados a aumentar las previsiones en la lucha contra la pandemia. Ocurre que el señor Caballero siempre tendría a mano una baza superior a las de sus rivales, que es la de apostar con dos barajas, pero sin trampa: una, la gallega, por si le aceptase la Xunta su demanda, y la otra – por si no…– para reclamar un comodín de los que proporciona Moncloa a propios y asociados.

Con los referentes parlamentarios convertidos -siquiera por unos días– en Melchor, Gaspar y Baltasar, hay otro factor que los relaciona con los magos: la evidencia de que, tal como está la cosa presupuestaria, los tres tendrían que echar mano de la fantasía infantil para lograr que alguien creyese en la posibilidad de que todos esos millones estuviesen a disposición de quienes los necesitasen. Aunque para que la triple hipótesis se hiciese realidad a la vez sería necesaria la recluta de Antoñita la fantástica y su comitiva, a modo de refuerzo de los reyes evangélicos.

Expuesto todo lo anterior, lo que más llama la atención –aparte de lo inverosímil que suena que alguien crea de verdad en que fuese posible– es que los anunciantes u oferentes albergaran alguna esperanza de hallar recursos bastantes, en estos tiempos y los próximos, para cumplir. Y más raro todavía: que en sus cálculos den por hecha la llegada y destino de los fondos europeos sin que antes el Gobierno de España convenza –o consiga despistar– a los inspectores de Bruselas de que los requisitos que exige la UE los cumple la coalición socialpodemita. Que de momento camufla sus propósitos de reforma laboral, disfraza los presupuestos para este año y oculta el fondo y la forma de lo que proyecta para las pensiones. No suena como para estar muy tranquilos, pero es lo que hay.

¿No…?

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