A las casas rurales gallegas les espera una amarga y triste Navidad. Si en circunstancias normales este tipo de alojamientos es uno de los destinos favoritos para pasar fechas tan señaladas como Nochebuena o fin de año, este 2020, la pandemia y las restricciones han conseguido lo que nunca antes: que a la mayoría no les quede más oportunidad que la de cerrar. Según la Federación Galea de Turismo Rural, menos de la mitad de las casas rurales de la comunidad permanecen abiertas a las puertas de una de sus temporadas habitualmente más álgidas. En una época no muy lejana, se quedaban sin localidades disponibles con meses de antelación, pero las que a día de hoy siguen abiertas ni siquiera reciben consultas y lo único que acumulan son cancelaciones de reservas, una tras otra.
Fue un verano más que aceptable para los establecimientos rurales. Como le sucedió a los hoteles, su ocupación descendió respecto a otras estaciones estivales, pero la caída fue mucho menos sufrida, en parte, gracias a su condición de espacios abiertos, no compartidos, y rodeados de naturaleza. Sin embargo, las restricciones para las celebraciones de Navidad y la amenaza de una tercera ola del virus a partir de mediados de enero las ha puesto en jaque. De las 130 casas rurales asociadas a Fegatur, solo “entre 40 y 50” están activas hoy o lo estarán en las próximas semanas. “Es un porcentaje bajo”, asegura su presidente, Francisco Almuiña.
“Si las personas no pueden salir, es difícil tener público”
Desde Fegatur comentan que “un porcentaje importante” de casas ya decidió cerrar a finales de octubre y principios de noviembre, justo con la declaración de los cierres perimetrales de las siete ciudades gallegas por parte de la Xunta. “Si las personas no pueden salir, es difícil tener público. No es una decisión nuestra, simplemente, no recibimos ni llamadas ni consultas”, expresa Almuiña, también dueño de un establecimiento rural.
En el contexto habitual de la Navidad, los alojamientos rurales, sobre todo los que se encuentran en un radio de 40 o 50 kilómetros de los núcleos urbanos, suelen estar abarrotados, sin fechas incluso con un año de antelación. Esta vez no ha sido así. “El número de casas que pueden acoger a personas en esta situación es poco significativo. Es una incertidumbre”, subraya el presidente de Fegatur. A eso hay que añadir otra imposibilidad más: los servicios de cenas para Nochebuena y fin de año que ofrecen algunos alojamientos ahora son “prácticamente inviables”.
“No abriremos porque no podemos rentabilizar el negocio”
Es el caso de Rodrigo Rey, propietario de un establecimiento de esta lindeza en la localidad de Caldas de Reis: “Con las limitaciones que hay y las precauciones que hay que tomar, no podemos meter a toda la gente en el comedor”. El regente de Torre do Río aclara que hasta ahora han tenido peticiones para hacer reservas, pero que se han visto obligados a desestimarlas. “No vamos a abrir, porque no podemos rentabilizar el negocio”, insiste Rey, cuyo pazo en Navidad y fin de año “está siempre reservado con bastante tiempo de antelación”.
“Son fechas que siempre se completan con mucha antelación”
En cambio, la decisión de Maite Martínez, con una casa en Cambados, es la contraria. Mantiene las puertas de Muiñeira abiertas, pese a que el resultado es igual de insatisfactorio. Entra dentro de ese grupo de moradas que, como apunta Almuiña, “tienen de un año para otro las fechas reservadas de Navidad y que cancelaron”.
En Muiñeira recibieron el primer aviso en el puente de la Constitución. “Ya no lo trabajamos. Llevamos 12 años abiertos y en mi vida me había quedado el puente de diciembre sin reservas. Es más, siempre estaba completo con bastante preaviso”, exclama Martínez, quien está convencida de que sucederá “tres cuartos de lo mismo” en las próximas semanas. Por de pronto, los clientes de Nochebuena ya han anulado: “Era una familia de Madrid. Han cancelado por miedo a no poder volver y quedarse aquí”. Mientras, de momento, la reserva de fin de año la sigue manteniendo, aunque “no” cree que la vaya a llevar a cabo. “También tuve peticiones de gente de Vigo que no se llegaron a confirmar por los cierres perimetrales”, dice.
Precisamente, en ese bando está Carmen, como representante de una de esas familias numerosas, viguesa en concreto, que se moviliza, ya por “tradición”, todos los 31 de diciembre para tomar las uvas juntos: “Somos más de 20 personas. Nos preparamos la cena y hacemos allí la fiesta hasta tarde”. No obstante, la deseosa entrada al año nuevo no será así “por primera vez en mucho tiempo, por precaución”., confiesa.
Como ocurre con la naturaleza, hay periodos de calma y de más actividad. Ahora, al sector del turismo rural le toca estar en plan de hibernación. “Por mucha promoción que hagas, si la gente no puede salir, es lo que hay”, concluye Almuiña, el portavoz de un colectivo que está, a todas luces, ante su Navidad menos agraciada. Pese a todo, el anuncio de la vacuna, más próxima que nunca, los llena de optimismo: “Tendremos ocasión de celebrar los encuentros navideños, aunque sea en primavera o verano del año que viene”.
