Miguel Ángel Escotet, presidente de Afundación, defendió ayer en un escrito la importancia del cambio y de la innovación en el seno de la universidad, al tiempo que reivindicó la necesidad de colocar a las personas en el centro de este proceso, más allá de la reglamentación. “La universidad no cambia necesariamente por el establecimiento de leyes y decretos”, apunta.

En un texto en su blog, el también principal impulsor de la universidad de Abanca, la primera de carácter privado en Galicia, recuerda que “la experiencia ha demostrado” en los países ricos que “la abundancia de medios no garantiza la transformación permanente de la universidad”. “La garantía está en las personas”, dice, y en su “compromiso de cambio”.

Del mismo modo, destaca, “la universidad no cambia necesariamente por el establecimiento de leyes y decretos”, si no que, más bien, “casi siempre esas leyes son el auténtico freno al cambio, a la innovación, a la investigación”.

Miguel Ángel Escotet lamenta como “muchas veces” se ha “separado el cambio en sí mismo” de las personas que “forman parte indivisible” de él, priorizando antes del factor humano cuestiones como “la organización, las estructuras, os costes o los diseños curriculares”.

La reflexión del presidente de Afundación se produce en la misma semana en que el Ministerio de Universidades consideró “apto” el proyecto para implantar la institución académica de Abanca y también anunció un nuevo decreto para la creación de universidades que obligará a dedicar a la investigación el 5% del presupuesto, tener una producción científica mínima, destinar más recursos a los títulos de grado que a los de máster y ampliar la oferta académica hasta, al menos, diez grados oficiales, seis de máster y tres programas de postgrado.

Para Miguel Ángel Escotet, el cambio “debería estar en vanguardia”, vinculado a las personas, y llevar a una universidad “con visión de largo alcance, incubadora de innovaciones e instigadora de creatividad”. “Este tipo de universidad no necesitaría detener su marcha para reformarse, pues evaluación, reforma e innovación serían procesos naturales de su misma esencia”, apostilla.

Finalmente, Escotet recuerda que el cambio “no es únicamente lo que se mueve” y se transforma, si no también “lo que permanece”. “Hay veces que es más difícil mantener lo que debe quedar que hacer de ello un cambio”, añade.

Las nuevas exigencias del real decreto tendrán carácter retroactivo y se aplicarán tanto a las universidades ya existentes –sean públicas o privadas– como a las de nueva planta. La idea es que en el plazo de cinco años todas las instituciones académicas en activo tengan que estar adaptadas a los nuevos requisitos. Si transcurrido el plazo se incumplen los requisitos, se le retirará la acreditación como universidad y no podrán utilizar denominaciones similares “que por su significado induzcan a la confusión”.

Una de las obligaciones mínimas será la de contar con diez títulos de oficiales de grados, seis de máster universitario y tres programas de postgrado que abarquen al menos tres de las cinco grandes ramas de conocimiento (artes y humanidades, ciencias, ciencias de la salud, ciencias sociales y jurídicas, e ingeniería y arquitectura). La de Abanca, según la memoria de su proyecto, quiere nacer con cuatro grados y cuatro máster universitarios.