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Los gallegos “se enganchan” a la bollería: comen cuatro kilos más al año que en 2014

El consumo de estos alimentos bate marcas | En el primer semestre se superaron los siete kilos per cápita por prima vez | Fomenta el sobrepeso y dispara el riesgo de enfermedades

Una persona come un bollo en un banco de Santiago BRAIS LORENZO

La moda de vida saludable que inunda las redes de aguacates, dietas paleo, ayunos intermitentes y guerras morales contra los ultraprocesados parece no surtir efecto sobre los gallegos, que se están enganchando cada vez a la bollería, los pasteles y las galletas, saturando de azúcar su organismo y contribuyendo al aumento de sobrepeso. El año pasado, los ciudadanos de esta comunidad se situaron como los que más problemas con la báscula tienen de España, problema al que contribuye su afición por croissants, napolitanas, galletas, filloas y milhojas. Su consumo per cápita superó en los primeros seis meses del año los 7 kilos, lo que apunta a más de 14 kilos este ejercicio, 4 más que en 2014.

Los programas públicos de lucha contra la obesidad, especialmente en las aulas, no parecen dar resultado. en el terreno de la repostería. “Seguimos viendo cómo la merienda de los niños es bollería industrial”, lamentaba hace unos días en FARO Rubén Nogueiras, biólogo expertos en endocrinología premiado por la Sociedad Europea de Endocrinología. Alertaba sobre los “altísimos riesgos para salud” del sobrepeso, incluso elevando el peligro para el ciudadano ante una infección de Covid-19.

Tampoco van mejor las cosas en el consumo de las bebidas azucaradas, que subieron litro y medio por cabeza entre enero un junio de este año respecto al mismo período de 2019: 21,99 litros por 19,49.

Las estadísticas de consumo de alimentos en los hogares del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación radiografían unos hábitos peligrosos para la salud pública y para el propio Estado del Bienestar, que revelan un aumento paulatino de la ingesta de esos productos dulces ultraprocesados desde los 10,88 kilos por cabeza en 2014 a los 13,14 del año pasado y los 7,16 del primer semestre de este ejercicio –medio kilo más que la media estatal–, lo que va camino de que sean cuatro kilos más que hace seis años.

El confinamiento entre marzo y junio por culpa de la pandemia de Covid-19, por tanto, no alteró la tendencia positiva en el recurso a estos ultraprocesados en la comunidad.

El abuso de estos bollos, refrescos azucarados o galletas provoca una reacción en cadena perjudicial para el bienestar

Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud de no superar el 10% de la energía diaria mediante azúcares y se pone en peligro la salud. El abuso de estos bollos, refrescos azucarados o galletas provoca una reacción en cadena perjudicial para el bienestar, elevando el sobrepeso y los depósitos de grasa, desplazando de la dieta alimentos saludables y estableciendo pautas dañinas que incrementan el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. El colesterol también se dispara.

Aun así, el negocio funciona, con las marcas dedicadas a esta rama de la alimentación inyectando recursos en la publicidad, mucha de ella en horario y programas infantiles con estrategias de marketing que incluyen regalos y promociones a cambio de las galletas más molonas. De hecho, este apartado generó polémica en 2016, pues la Xunta retiró su propuesta para prohibir las máquinas expendedoras de bollería industrial en los centros docentes de Secundaria y Bachillerato. En Primaria estaban vetados desde dos años antes.

Bollería, galletas y refrescos azucarados suponen un negocio jugoso, pese a las campañas de salud pública. El año pasado, los hogares gallegos destinaron casi 243 millones da estos productos, 34 más que un lustro antes. Las cifras apuntan a récord, pues durante el primer semestre se superaron los 126,6.

Rosaura Leis - Profesora del área de Pediatría de la USC y experta en nutrición

“Los niños tendrán peor calidad de vida que sus padres y abuelos”

Rosaura Leis Marta G. Brea

–Resulta paradójico que en un momento en que está tan de moda el estilo de vida saludable siga aumentando el consumo de pasteles, galletas o bollos, que tienen una imagen negativa sobre el impacto en la salud. ¿Por qué cree que se produce, además de porque estén sabrosos?

–Es una buena afirmación la tuya. Aunque la gente sabemos que estamos comiendo mal y que no podemos ver tanto la televisión o que los niños no pueden comer delante de ella, seguimos haciéndolo. Es importante la educación nutricional, que no es solo transmitir mensajes, sino educar en hábitos saludables. Los niños deben empezar en la familia y la escuela. Deberíamos añadir esto al currículo escolar. Los niños deben aprender a cocinar, compartiendo lo que es la alimentación saludable.

–En ese aspecto, ¿es nocivo el papel de la publicidad?

–Evidentemente, la publicidad de alimentos dirigida a los niños muy pocas veces se refiere a alimentos saludables. Por tanto, debería estar regulada de alguna manera. Y cuando va unida a algún tipo de regalo no ayuda para nada a una buena elección nutricional.

–¿Qué daños causa a la salud el abuso de estos productos, además del sobrepeso, que parece aumentar en Galicia?

–Un aumento del consumo de azúcares se relacionaba con incremento de peso y caries dental. Hay varios estudios en adolescentes en que se relaciona con mayor riesgo cardiovascular y de diabetes tipo II. Son patologías que antes no veíamos en niños, solo en adultos.

–¿Tendrá peor salud esta generación que sus padres?

–No solo tendremos una generación con peor calidad de vida de niños, sino que cuando sean adultos tendrán una menor esperanza de vida que abuelos y padres.

–Es paradójico, porque los abuelos salieron de una posguerra.

–Efectivamente, pero los abuelos hicieron una dieta mucho más saludable que la nuestra. Y una pata del banco tan importante como la dieta es la actividad física, que no es solo ir al gimnasio, sino moverse en el día a día: jugar, hacer recados.... En los niños el ocio está siendo pasivo. Otra cosa a destacar es el papel de las bebidas azucaradas , que no promueven la saciedad en comparación con la misma cantidad de azúcar en un alimento sólido y eso hace que se consuma más energía. Hay un estudio que dice que suponen el mayor aporte de azúcares añadidos. Y las consumen los niños.

–¿No se es consciente del daño causado a la salud individual y al sistema asistencial?

–Sí somos conscientes. En 2007 la UE ya mandó prevenir la obesidad, especialmente en la edad pediátrica porque si no, podría estar en peligro el propio sistema sanitario por la asistencia a las que nos obligarían las patologías asociadas. La obesidad no es un problema estético, sino que se relaciona con todas las morbilidades. Entre los niños, señalaría también el componente psicosocial. Estamos en una sociedad que promueve la obesidad, pero estigmatizamos al obeso. El niño con obesidad tiene más fracaso escolar, más depresión, más tentativa de suicidio. Por otro lado, como nos vemos con más grasa creemos estar mejor alimentados y eso no es verdad. Los niños con obesidad y sobrepeso tienen mayor riesgo de déficit nutricional y, sobre todo, de calcio, hierro, yodo y vitamina D. 

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