Hay que reconocerle -quizá como atenuante- al secretario xeral del PSdeG-PSOE que no es original su ocurrencia de considerar "mejor" para Ourense el préstamo de un concejal del PP al grupo municipal socialista que un gobierno de coalición para, previa censura -porque la dimisión no se percibe en el horizonte- sustituir al alcalde Jácome. Y se dice que no es original dado que el método ya se ha practicado tanto en municipios como en parlamentos autonómicos y en las Cortes Generales. Es, en definitiva, una mera cuestión mercantil antigua; el regateo.

Lo de la atenuante -en sentido figurado, por supuesto- se añadía porque el préstamo en cuestión no la necesita, ya que no resulta algo ilegal: solo desvergonzado. Cosa diferente es que sea justo, que no lo parece en ningún caso, pero sí éticamente reprochable al prescindir del elemento más importante del sistema democrático: el respeto a la voluntad popular. Resulta evidente que la elección de un edil se produce por ser quien es y -sobre todo- ir en la lista en que va. Y aunque quepan sutilezas mil, eso es tan obvio que no merece siquiera plantear una discusión seria.

Quizá se explique la actitud de don Gonzalo Caballero si se tiene en cuenta no ya tanto su bisoñez en la gestión política. Antes de llegar a la dirección gallega del PSOE fue empedernido opositor a casi todos sus predecesores, y eso aporta alguna experiencia, pero más bien negativa. Y se comprobó primero en la formación de las listas del 12/J, luego en los resultados y más tarde en sus explicaciones sobre la derrota. Por eso se habló de atenuante, que no de absolución: cualquier código, o reglamento, deja muy claro que la ignorancia de las normas no exime de culpa.

En todo caso, lo que sucede en Ourense deja muy clara la debilidad de la teoría según la cual los pactos antes denominados contra natura, y que se alcanzan bajo la excusa de la "estabilidad", no la facilitan. Quienes los firman tienen programas distintos, contradictorios en muchos puntos -de ahí su descripción- y suelen producir confusión y líos internos antes que beneficios. Solo los explica la ambición de poder y/o los intereses de los coaligados, y perjudican a la limpieza democrática al constituirse sin respetar lo prometido a los votantes.

Desde un punto de vista personal, hay pocos ejemplos como el de la ciudad de As Burgas para argumentar lo expuesto. Basta con repasar lo dicho unos de otros por los partidos que integraron el gobierno local antes, durante y después de su formación -y también los que lo intentaron sin éxito- para comprobar hasta qué punto ha llegado el cinismo y el oportunismo. Quizá, hablando de préstamos, habría que solicitar a quien le quede vergüenza, que aporte alguna a los demás. Para que se dejen de excusas y hagan lo que el sentido común aconseja: cambiar el alcalde actual por el cabeza de la lista más votada. Y después, cuando llegue el momento, ya hablará el censo de votantes.

¿No??