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Las alternativas del PSdeG

Las alternativas del PSdeG

Mostrar la falta de unidad, el enfrentamiento interno, a los ciudadanos, es el mayor pecado que puede cometer un partido político de cara a unas elecciones. Si los líderes políticos no son capaces de arreglar sus casas cómo nos van a convencer de su capacidad para dirigir la casa común.

Ya he explicado muchas veces qué entiendo por unidad, que la legítima discrepancia no ponga en riesgo los objetivos de las organizaciones, y para que esto suceda, es también necesario que las organizaciones comprendan el papel esencial de los liderazgos en la decisión de voto y, así mismo, que dicho liderazgo tenga la fuerza, el impacto, ante sus seguidores, que legitime su propia posición.

Pero ¿quiénes son los seguidores de los líderes, los militantes del partido o los ciudadanos que votan en las elecciones? Porque lo cierto es que el posicionamiento ideológico de los votantes es notablemente más excéntrico que el de los ciudadanos, pero al final, son los votantes centrados los que casi siempre definen las mayorías, como ha ocurrido en Galicia. Cuando los líderes disfrutan de la estabilidad de los partidos para buscar los targets más efectivos para la competición tienen más posibilidades de éxito.

En Galicia, el PPdeG ha disfrutado siempre de esta esta unidad y estabilidad, el BNG ha pasado por momentos estables y otros de dura competición interna, mientras el PSdeG se ha mostrado, desde Paco Vázquez, como el partido de la inestabilidad y la falta de unidad permanente. Ni siquiera Touriño fue capaz de unir aquella compleja organización, aun integrando a todas las partes en la Ejecutiva Nacional y a la mayoría en el gobierno de la Xunta.

El PSdeG siempre ha buscado una respuesta orgánica al liderazgo gallego; el propio Gonzalo Caballero nunca ha ocultado que él representa a los militantes, pero incluso aquellos que no se han presentado de este modo, han afrontado el liderazgo del partido desde la competición con otros sectores de la organización. El único liderazgo inorgánico que tuvo el PSdeG fue el de Touriño, que no gozaba en el partido de su propio espacio orgánico, que nació de la confluencia circunstancial de varias familias del socialismo gallego, y que después fio siempre su liderazgo a su éxito electoral, como hiciera Maragall en Cataluña.

No sería justo atribuirle a Gonzalo Caballero el balance de la supuesta derrota de los socialistas, a diferencia del 97 el PSdeG ya había tocado suelo en 2015; lo que sí hay que imputarle es la incapacidad de recoger beneficios en la extrema volatilidad de la izquierda, y de frenar por el centro el rotundo éxito de Feijóo.

Es en ese sentido que el resultado del PSdeG en las últimas elecciones gallegas recuerda tanto a las del 97, en el desborde del PSdeG por sus dos flancos, que habla de su incapacidad de afrontar nuevos targets, y en las posibles soluciones de futuro, que apuntan necesariamente a un liderazgo y un partido orientado a los ciudadanos.

Después del 97, el PSdeG tuvo que recurrir Touriño, una solución inorgánica, con más prestigio técnico que recorrido político, bien valorado por los sectores sociales y empresariales y, sobre todo, por los votantes de centro. Ahora sólo quedan dos vías, o se construye la unidad en torno a un líder orgánico, sea el actual u otro, difícil e inédito para los socialistas, o se busca, como entonces, un perfil inorgánico que pueda competir abiertamente con el PP; y si se mira en la misma dirección que entonces, habela, haila!.

*Profesora de Ciencia Política de la USC

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