Alberto Núñez Feijóo logró ayer su cuarta mayoría absoluta, e iguala así a su antecesor Manuel Fraga. Doce años de gestión y la crisis del Covid-19 no han hecho mella en la confianza de los gallegos en el proyecto del líder popular. Feijóo repite resultado (41 escaños), y lo hace tras la pandemia del coronavirus y en una votación, en la que los gallegos acudieron a votar con mascarilla en la boca y gel en las manos, y con un rebrote de Covid-19 en A Mariña lucense que obligó a confinar concellos y que hizo temer por una caída de la participación. Al final no se disparó la abstención. Ni el virus ni el buen tiempo, que animaba a pasar el día en la playa, perjudicaron la participación. Todo lo contrario. Creció 5 puntos con respecto a 2016 hasta el 58,71%.

Por cuarta vez, Feijóo tumba a la oposición, especialmente al PSOE y Galicia en Común, que pensaban que con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el Gobierno central, lo tendrían más fácil en el asalto a San Caetano. No fue suficiente.

El PSdeG sufre un duro revés, pues solo logra crecer un acta: al pasar de 14 actas a 15. Será tercera fuerza de la Cámara, cediendo el liderazgo al BNG.

Galicia en Común, marca bajo la que se presentan Unidas Podemos, Anova (los nacionalistas de Xosé Manuel Beiras) y las mareas locales, desaparece de la Cámara autonómica. Pasa de 14 escaños a cero. De ser la segunda fuerza en Galicia en 2016, a la irrelevancia.

El otro gran ganador de la noche electoral de ayer fue la formación nacionalista. Más que triplica su representación en la Cámara, al pasar de seis a 19 diputados. Ana Pontón mejora el récord de Xosé Manuel Beiras, que en 1997, logró 18 escaños. Y lo hace a costa de Galicia en Común. Se la engulle.

Feijóo vuelve a frenar la entrada de sus competidores directos en el espacio electoral de centroderecha. Reina a sus anchas en su feudo. Ni Ciudadanos ni Vox logran representación en Galicia. Sus resultados electores son mínimos.

Lectura estatal

Feijóo es la envidia de los dirigentes del PP en buena parte de España. Ha logrado mantener a raya al partido de Inés Arrimadas y al de Santiago Abascal y lo ha hecho con una estrategia que difiere de la de la direccción nacional del PP. Su discurso moderado y centrista, incluso diciendo que comparte el ideario socialdemócrata del PSOE de una educación y una sanidad pública de calidad, ha triunfado. Y aunque Pablo Casado ayer se sumaba el tanto de Feijóo, y lo hacía suyo, seguramente estará inquieto. El líder gallego gana achicando las siglas del PP y apostando por situarse en el centro, mientras el PP vasco, siguiendo las directrices de Génova, y con un candidato impuesto por el propio Pablo Casado, ha perdido 3 escaños.

El sucesor de Mariano Rajoy no termina de consolidarse en el PP. La pandemia no le ha servido para erigirse como la alternativa a Pedro Sánchez, pese a los errores de gestión del PSOE, y el triunfo de ayer de Feijóo le hará sombra. Y él lo sabe. También lo sabe el político gallego, que no se cansa de decir que su tren a Madrid ya pasó, y no quiso subirse. En declaraciones a este periódico el viernes, aseguró que la cuarta legislatura sería su última legislatura, pero ¿supone el cierre de su carrera política?

Feijóo, que iguala a su antecesor en el PPdeG, Manuel Fraga, con cuatro mayorías absolutas, será el responsable de hacer frente a la crisis económica que ha traído consigo el coronavirus. No es la primera crisis económica que le toca lidiar. Ya hizo frente a la causada por el crack del sector financiero. Y los gallegos han apostado, como él les pedía, por la experiencia. Fraga gestionó los destinos de Galicia durante 16 años. Fue la época de vacas gordas, entonces llovía el dinero de Europa para hacer carreteras y levantar otras infraestructuras. Feijóo será el presidente al que le ha tocado hacer frente a dos crisis economicas.

Las encuestas aventuraban la reedición de la mayoría absoluta del PP y así la incógnita de la noche de ayer era cómo quedaban las fuerzas de la oposición. Hubo, como en otras ocasiones, un trasvase de votos entre los partidos de izquierda. La gran sorpresa, la desaparición de Galicia en Común, que las encuestas no predecían, y el sorpasso del BNG al PSdeG, que se intuía pero no estaba claro. Galicia vuelve a 2009, cuando en O Hórreo solo había tres fuerzas. Queda laminado el rupturismo.

El PSdeG sufre un descalabro, pese a sumar un escaño (15 escaños). ¿Por qué? Porque el BNG se lleva 13 de los 14 escaños que pierde Galicia en Común. Y él, ¡solo uno! En 2016, cuando cayó de 18 a 14, era el peor momento del PSOE a nivel nacional. Una semana después dimitía Pedro Sánchez como secretario general forzado por el Comité Federal. Sin embargo, ahora tenía a su favor al partido en el Gobierno central, a cinco de las siete grandes alcaldías de Galicia y tres diputaciones. Hubo un momento en que Gonzalo Caballero pensó que tenía la presidencia de la Xunta al alcance de su mano, que iba a ser él quien derrotara al invicto Feijóo. Fue el 28 de abril de 2019, en las elecciones generales, cuando los socialistas lograban en Galicia la primera victoria electoral en 40 años. Por primera vez, eran los más votados en la comunidad. La repetición electoral le devolvió a la realidad. El PP recuperó el cetro, por los pelos, pero se le notaba nervioso.

Gonzalo Caballero, el militante rebelde que ganó en 2017 las primarias a la secretaría general del PSdeG contra el aparato del partido en Galicia y Madrid, no supo convencer a los votantes fugados de En Marea para que apostaran por su candidatura. Huyeron en masa hacia el Bloque. Luego vino la pandemia sanitaria y Feijóo, con su gestión sumó puntos y ensanchó la distancia.

Sorpasso

El sorpasso de los nacionalistas a los socialistas no es el primero. En 1997, con Abel Caballero, ahora alcalde de Vigo, Xosé Manuel Beiras se ponía por delante con 18 escaños, frente al ahora regidor, con 15.

El BNG es el segundo gran triunfador de la noche. Su avance es histórico. Pasa de seis escaños a 19. Es la formación nacionalista liderada por Ana Pontón, candidata por segunda vez, la que rentabiliza el hundimiento de Galicia en Común.Los votantes del movimiento rupturista regresaron al redil frentista, de donde habían huido. Con una campaña sosegada, muy centrada en la figura de Pontón, y en la que jugaron a liderar la alternativa, disputando claramente el puesto al PSdeG,el BNG recupera 13 actas. Pontón rompe el techo de Xosé Manuel Beiras, ahora fuera de la formación, que en 1997 logró 18 diputados. Su peor momento fue hace cuatro años, cuando solo sumó 6 actas, actas que celebró como triunfo porque las encuestas le dejaban por debajo de cinco y sin grupo parlamentario propio en la Cámara.

Galicia en Común es la perdedora del 12-J. La marca heredera de En Marea dilapidó su capital político con cuatro años de sucesivas crisis internas. Los errores son propios. Los gallegos la expulsan de O Hórreo. Hace cuatro años fue aupada a la segunda plaza. Con la candidatura del juez Luís Villares obtuvo entonces los mismos escaños que el PSOE, pero le superó en votos. Era el momento dulce de la izquierda rupturista. Había interrumpido con fuerza haciéndose con las alcaldías de Santiago, A Coruña y Ferrol y Podemos era la fuerza emergente en Madrid, y pensaron que podían doblar el pulso a Feijóo.

En esta ocasión, de poco sirvió que Pablo Iglesias sea vicepresidente del Gobierno y Yolanda Díaz, el rostro más conocido de Unidas Podemos en Galicia, ministra de Trabajo. Antón Gómez Reino, el cabeza de cartel, es diputado en Madrid, y tuvo poco tiempo para darse a conocer en Galicia. Su ámbito de acción se circunscribía al Congreso de los Diputados.

Los rupturistas llegaron a la cita con las urnas divididos, por un lado Galicia en Común, y por otro Marea Galeguista (con los restos de los que renegaron del intento de control de Podemos de esta fuerza alternativa). Esta última, que aglutina a los seguidores de Villares, que ya dio un paso atrás en política, también se queda fuera de O Hórreo.

La otra derecha

Ciudadanos sigue sin calar en Galicia. En 2016, con la periodista Cristina Losada, sumó 48.103 votos, un 3,38%, y ahora con otra periodista, Beatriz Pino, se desplomó a menos de 9.000, un 0.73%.

Sin estructura en Galicia, el partido depende de su fuerza a nivel estatal, y Cs, tras el descalabro de las últimas generales, incluida dimisión de Albert Rivera, no logra remontar. Además, la nueva líder, Inés Arrimadas, ha dado un giro en su estrategia, pactando con el PSOE, lo que puede haber desconcertado a sus potenciales votantes. En Madrid, Arrimadas se hace la foto con Pedro Sánchez, y aquí hizo una campaña, en la que prometía apuntalar al PPdeG, si perdía la mayoría absoluta. Y para que gobierne Feijóo, mejor votar al original que a la copia, debieron pensar los electores.

El discurso de Vox tampoco tuvo éxito en Galicia. No fue suficiente el tirón de Santiago Abascal para hacerse un hueco en la comunidad. La tercera fuerza del Congreso de los Diputados solo recogió en las urnas algo menos de 25.000 votos, un 2%. Su discurso contra el gallego y sus propuestas de recentralizar competencias no convencen a la ciudadanía aquí. En las encuestas, el idioma no aparece como un problema, y la mayoría de los gallegos defienden el actual grado de autonomía del que disfruta la comunidad.