Ana Pontón se rodeó ayer de su familia para arrancar una campaña en la que la niña que veía "injusto" no poder ser monaguilla, se convierta en la primera presidenta de Galicia. Nadie mejor que unos padres para hacer campaña. "Le diría a los gallegos que le den una oportunidad metiendo el voto en las urnas. No se van a arrepentir, es una grandísima política, buena persona, honesta, trabajadora y honrada". Con estas palabras avaló Aurita la candidatura de su hija, la líder del BNG, en la carrera electoral a San Caetano. Su padre, Luis, también puso la mano en el fuego por Ana Pontón, que hasta la llegada de los nietos, según comentó la dirigente de la formación frentista, la tenía a ella como su "favorita".

La finca de la casa familiar en la aldea de Chorente, en Sarria (Lugo) fue el lugar elegido por Pontón en su primer día de campaña electoral para coger el impulso que le lleve a "liderar el cambio" en la Xunta y "hacer historia" convirtiéndose en la "primera presidenta nacionalista" de la comunidad.

"Nunca me resigné cuando me decían que no, que no podía ser por mujer, por ser de una aldea del rural, por hablar gallego. Y aquí estoy, asumiendo el reto de ser la primera presidenta de este país de la mano del Bloque", ensalzó Pontón.

En una casa en la que no faltaba nada de lo necesario, pero donde tampoco sobraba nada, la candidata nacionalista ensalzó sus orígenes y destacó que aprendió de sus padres a no aceptar un "no" por respuesta. "Quiero hacer con Galicia lo que Aurita y Luis hicieron por mí, darle un futuro de progreso y con oportunidades". "Si algo me enseñó mi familia -ensalzó- es que podemos construir para avanzar".

"Yo soy optimista por naturaleza, pero ahora veo posibilidades reales de que se pueda producir un cambio. Lo que estoy sintiendo en la calle es que hay mucha gente que está empujando, gente que no está organizada en militancia, y que te escribe por redes para saber cómo pueden hacer para que se produzca el cambio", concluyó Pontón.