"Me da igual lo que hagan, pero no voy a votar. Y por correo tampoco porque tendría que ir a la oficina de correos y no me quiero arriesgar". Así descarta una jubilada gallega su participación en los comicios autonómicos del 12 de julio, cita condicionada por la pandemia de coronavirus que ha puesto en jaque a gran parte de la población mundial.
Galicia y Euskadi serán los experimentos en España de una votación en estas circunstancias, a pesar de que restan ocho semanas para la jornada y hasta entonces todo puede variar. Si se concretan los planes del Gobierno, entonces nos hallaremos en la "nueva normalidad". Si se produce un rebrote antes de lo previsto, la sombra de un nuevo confinamiento reaparecerá, como advierte el decreto de convocatoria electoral en Galicia.
El efecto sobre la participación constituye el gran interrogante político sobre el 12-J, aunque los partidos coinciden y temen un desplome. Su dimensión estará condicionado por las medidas de seguridad que se establezcan para impedir los contagios, como geles hidroalcohólicos y limitaciones de aforos en los colegios electorales e incluso franjas horarias para votar. Son opciones puestas sobre la mesa, aunque nada se ha concretado aún.
A comienzos de mes, la organización intergubernamental IDEA Internacional, cuya misión es ayudar en procesos electorales, señaló que medio centenar de países habían aplazado algún tipo de comicio por culpa del coronavirus y que una veintena siguió adelante con ellos, según publicó El País.
Los resultados en aquellos estados que decidieron continuar con sus fiestas de la democracia son múltiples. En Francia, las municipales del 15 de marzo se saldaron con un desplome de casi 20 puntos, pese a la aplicación de medidas como señales en el suelo para respetar la distancia de seguridad entre votantes, la dispensación de geles desinfectantes en los colegios, la presencia de personal de limpieza y la prioridad de personas de avanzada edad a la hora de depositar su voto.
Media docena de alcaldes mayores de 60 años fallecieron tras los comicios con síntomas similares al Covid-19 y la curva de contagios muestra que el 15 de marzo en Francia estaban identificados 5.423 casos y 14 días después -período de incubación de la enfermedad-, 40.174, aunque la evolución fue constante en ese período.Aun así, suspendió sine die la segunda vuelta.
Sin embargo, el electorado mostró un comportamiento opuesto en Corea del Sur, alabada por su gestión de la pandemia. Allí, la participación en unos comicios legislativos alcanzó un récord de participación desde 1992 -66%-y no registró repuntes: el 15 de abril se votó con 10.591 casos y dos semanas después tenía 10.761.
A priori, la cifra de gallegos que decidan votar es determinante en los primeros comicios que examinarán la respuesta de cada formación al Covid-19 y que rompe las expectativas de la izquierda a tenor de los últimos resultados, al introducir un elemento que alterará por completo el escenario. Los picos de participación en unas autonómicas coincidieron con dos cambios de gobierno en la Xunta: un 70% -sin el voto exterior- en 2009 cuando el popular Alberto Núñez Feijóo desalojó al bipartito PSdeG-BNG, que cuatro años antes había tumbado a Fraga cuando votó el 68% de gallegos.
El miedo al contagio y la abstención que induzca se intuye mayor en la población que supere los 60 años, principal caladero electoral del PPdeG. El líder socialista, Gonzalo Caballero, espera una importante caída de la participación y ayer reconoció una clave de la campaña. "No va a haber trasvase de electorado de izquierda a derecha, pero tenemos por delante semanas en las que tenemos que convencer a los gallegos que iban a votarnos de que acudan a las urnas", declaró.
