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Opinión

Lo útil y lo necesario

Los observadores más veteranos, o de mayor memoria, afirman que nadie convoca para perder

Lo útil y lo necesario

Así que, llegado el día y convocada la romería -electoral- se abre, además de lo obvio, un debate subyacente; que puede prolongarse o no según entiendan los contendientes que les aporte beneficio o perjuicio. Tiene importancia, desde luego, porque en el fondo se trata de determinar si la fecha decidida por el presidente Feijóo -cuyo papel desde que apareció el coronavirus le hace, con su partido, gran favorito: ya se verá qué pasa al final- es útil y necesaria y, según la respuesta, para quién o quiénes. Los observadores más veteranos, o los de mayor memoria, afirman que nadie convoca para perder, y por tanto la utilidad es un elemento en pro de quien da el banderazo de salida. No tanto un dogma cuanto la suma de datos subjetivos -entre ellos las sensaciones del gobernante- y de factores sociales, circunstanciales y hasta demoscópicos que, juntos, hacen el antiguo papel del oráculo. Con algo que puede resultar significativo: si lo dicho sobre los motivos de convocar en un momento determinado puede parecer una regla, el hecho de que tenga excepción lo confirmaría. Y la hay: en España solo el sucesor de Adolfo Suárez, presidente -gallego de nacimiento- Calvo Sotelo, convocó sabiendo que iba a perder. Y, en 1982, obtuvo la derrota más estrepitosa de la democracia española.

En cuanto a la necesidad, es otra historia. El PPdeG, por medio de sus miembros más significativos -don Alberto Núñez, jefe del Ejecutivo autonómico, y el portavoz parlamentario de la mayoría, señor Puy Fraga- defendieron la fecha del 12-J no sólo como necesaria sino como oportuna. Aquello es cuando menos opinable, ya que los populares son imbatibles en la Cámara y podrían agotar sin problemas la legislatura. Y en cuanto a la oportunidad, tampoco es una tesis irrefutable: se sustenta en el riesgo de que más adelante exista riesgo de un repunte del Covid-19 en otoño. Pero eso no es más que una posibilidad antes que una probabilidad: los criterios científicos acerca del virus no se ponen de acuerdo ni en eso. Claro que si la Xunta se equivoca en eso, pero repite mandato, la cosa no supondrá más que otro susto para todos, y no será imputable ni a vencedores ni a vencidos sean los que sean al final.

En resumidas cuentas, y desde una opinión meramente personal, el presidente Feijóo ha hecho lo que más le convenía a él y a su partido; seguramente su equipo añadirá lo de "y a Galicia", pero aceptarlo o no es ya otra cuestión. Es posible, sin embargo y puestos a afinar mucho el punto de vista, que haya en el escenario otros que crean aquella tesis, al menos en parte, y consideren que el momento para votar es el que dice don Alberto. Se trataría de los que saben que no tienen otra oportunidad que la que proporciona -en otro contexto, claro- la ruleta rusa: salir vivo teniendo tan pocas posibilidades, una entre seis.

En términos político/electorales, En Marea, que es un fantasma -dicho con todo respeto-, puede que se presente en esa fecha porque visto el papel de los partidos gobernantes en Madrid gestionando la pandemia, creen que tienen alguna esperanza si el BNG deja algún resquicio para los nacionalistas erráticos. La otra formación, Ciudadanos, en situación muy parecida pero algo mejor, apoya a Feijóo porque le deja poco plazo para acabar de suicidarse pero lo suficiente para buscar el huequecillo que aún cree existe entre la derecha moderna y el "centro".

En este punto conviene dejar claro que las observaciones que preceden, como las siguientes, no pretenden ser ni pronóstico de resultados ni mucho menos una orientación para apuestas y encuestas, conceptos diferentes que suenan parecido. Se aporta apenas opinión, seguramente refrendada por unos cuantos datos de los que manejan los diferentes equipos de campaña, y que en general confirman que Podemos es, por ahora, uno de los pocos partidos que, desde el Gobierno, bajan casi tanto como si estuvieran en la oposición. En Galicia todavía peor porque a sus referentes, aquí, ni se les conoce, no están ni -casi- se les espera.

En cuanto al Bloque, que aspira a ser la primera fuerza del conglomerado de izquierda, se le da más crédito -como ya se ha reiterado- por coherencia, solidez ideológica, solvencia en sus cuadros y, quizá, en sus listas, junto a su trabajo en esta legislatura. Su problema, siempre en opinión de quien escribe, es que a día de hoy en Galicia no parece que existan bastantes nacionalistas como los del Bloque, de forma que consiga un "sorpasso" sobre el PSOE. Lo hizo el señor Beiras, pero eso fue hace más de veinte años; puede que sean nada en el tango, pero en política resulta una eternidad.

Lo del PSOE -el de ahora- es una incógnita. Si se atiende a que su peso principal debiera ser la aportación del Gobierno central, es probable que signifique bastante más lastre que flotabilidad, pero no es ese el único handicap del socialismo gallego. Adolece ahora mismo de experiencia en la gestión, de coherencia en su línea parlamentaria y, a estas alturas, de un programa político lo bastante conocido para que lo voten en masa los suyos y que además convenza a algunos otros. Aún así, puede que los hados le proporcionen la opción de sumar entre los perdedores para lograr con aritmética lo que le niegue la política, pero fácil no va a ser. El indudable mérito de algunos de sus alcaldes no basta para disputar en serio este partido, y en cuanto a las diputaciones, las tres obedecen a las mismas siglas pero a jefes diferentes. Y esa no es una receta que pueda considerarse como para estar tranquilos. Y menos aún satisfechos.

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