Manuel Jove pertenecía a esa casta de empresarios surgidos a mitad del siglo pasado en España que levantaron imperios. El magnate empezó a trabajar a los 17 años y, superados los 65, multiplicó su inversión en bancos y sociedades y promovió la presencia de su constructora en actividades tan ajenas al ladrillo como el Festival de la Ópera de A Coruña.

Su oficio original era el de carpintero y se dedicó con éxito a la reproducción de muebles antiguos, muy del gusto de las emergentes clases medias del desarrollismo franquista. Quizá por ello, en ningún perfil de Jove falta la expresión "hecho a sí mismo", la descripción de su carácter como "típicamente galaico" o la referencia a su "origen humilde". El embajador del ladrillo coruñés era también un gran defensor de su ciudad —de la que nunca quiso moverse—, un precursor que llevó a Fadesa a África y Europa del Este y un padre golpeado por la muerte de su hija mayor y mano derecha, María José, a los 37 años, en cuyo recuerdo creó la Fundación María José Jove en favor de la infancia y la inclusión.

Fadesa siempre fue una compañía familiar pese a su crecimiento imparable y tras la muerte de María José, Jove confió en sus otros dos hijos, Manuel Ángel, de 40 años, y Felipa, de 38, para continuar con los negocios. El despegue fue tardío. Hasta 1993, Jove no cruzó los Ancares para empezar a construir fuera de Galicia y el gran salto —el de las ciudades de vacaciones en Marruecos— se demoró. Pero tras consolidar la expansión de Fadesa en el resto de España y en otros mercados internacionales (Marruecos, Rumanía...), los Jove optaron por vender en 2006 el 54% del capital al empresario madrileño Fernando Martín, fugaz presidente del Real Madrid, por más de 2.000 millones de euros. Con esta venta, el coruñés, poco dado a dejarse ver en los medios de comunicación, protagonizó una de las mayores operaciones empresariales en España, en pleno 'boom' del ladrillo, y se apartó un poco más de los focos de la atención pública. Lo que vino poco después, ya con el pinchazo inmobiliario y con Jove fuera de la inmobiliaria, fue la mayor suspensión de pagos en la historia de España.

Un año después de vender Fadesa, Jove se haría con el 4,9% del BBVA, el segundo banco español, convirtiéndose en su primer accionista individual, y emprendería además nuevos proyectos a través de la corporación Inveravante. Con sede en A Coruña, el holding desarrolla su actividad desde Galicia en el ámbito inmobiliario, hotelero, de productos agroalimentarios selectos y energía y está presente en España, Marruecos, México, Brasil, Panamá, República Dominicana y Rumanía. Cuenta con más de 800 puestos de trabajo directos y dos vicepresidentes, los hijos del fundador: Felipa y Manuel Ángel.

El empresario llegó a amasar una fortuna estimada de 2.700 millones, reducida a 1.600 millones según los datos más recientes con que Forbes elabora su clasificación, en la que Jove ocupaba el puesto 16. Su patrimonio se entreveía en la magnitud de sus inversiones o en su avión privado, en el aeropuerto de Alvedro, aunque seguía tallando madera, una de sus aficiones favoritas. Esta actividad le acompañó durante toda su vida y en su vivienda había montado un pequeño taller de carpintería al que acudía los fines de semana para elaborar mobiliario. Otra de sus grandes aficiones era el arte, poseyendo una importante colección cedida a la Fundación María José Jove.