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La estrategia de cada partido condiciona sus listas electorales

El PP blinda a sus altos cargos y el PSdeG solventa sus retoques en paz - El BNG combina renovación y veteranía y Podemos copa En Común

Un colegio electoral de Vigo en las autonómicas de 2016. // M. G. Brea

Táctica y estrategia, más allá de dar título a un poema de Mario Benedetti, condicionan desde los comicios generales del 28 de abril del año pasado la actividad de los partidos gallegos, en modo preelectoral desde entonces ante la cita autonómica finalmente adelantada al próximo 5 de abril.Y esos planes, así como la coyuntura interna de cada formación y sus recientes resultados en las urnas, han condicionado la elaboración de sus listas.

El encaje de bolillos para confeccionar cada candidatura es una tarea ardua con la que se pretende no solo contar con los mejores de cada organización y contentar a todas las familias internas, sino también obtener un retorno de votos a través del gancho de los elegidos o consolidar posiciones orgánicas.

La izquierda parte con la confianza de las generales del 28-A y del 10-N. En ambas, PSOE, En Común y BNG superaron a la suma de PP, Vox y Ciudadanos. En la primera lograron 766.070 y 548.446 votos, respectivamente. En la segunda, 860.689 y 722.392.

| PP. Alberto Núñez Feijóo busca su cuarta mayoría absoluta consecutiva, que depende de que no pierda más de tres diputados. De nuevo, el líder constituye el gran reclamo electoral, pero. por si acaso, el partido ha colocado a 11 conselleiros y una docena de altos cargos en puestos de salida de sus listas.

Una derrota los dejaría con un blindaje institucional de cuatro años, aunque ese escenario, sin el pegamento orgánico del poder, abriría una lucha interna por suceder a Feijóo de incierto resultado.

A su problema urbano -el PP no gobierna ninguna urbe-, el partido ha sumado otro en su granero de votos: Ourense. Allí, tuvo que dar marcha atrás en el cierre del paritorio de Verín tras las protestas ciudadanas. Para recuperar terreno en ese ámbito ha incorporado a los hasta ahora alcaldes de Cenlle y Bande, pese a que no son concellos limítrofes al epicentro de las quejas.

También se garantizó que Democracia Ourensana no participase el 5-A con el acuerdo tras las municipales en que los hasta entonces enemigos se repartieron Alcaldía de la ciudad de As Burgas y diputación. Y el fracasado intento de alianza con Cs puede beneficiarle al presentarse ante sus votantes como la única opción útil contra la izquierda.

| PSdeG. Los socialistas parten como líderes de la oposición con 14 actas tras el fracaso e implosión de En Marea. Gonzalo Caballero se siente en el lugar adecuado en el momento oportuno, con el viento de cola del Gobierno central presidido por Pedro Sánchez, que les permitió en las generales de abril ser por primera vez el partido más votado en Galicia.

Es una prueba del liderazgo del secretario xeral socialista, al que han beneficiado las optimistas expectativas electorales para solventar el tradicional encaje de piezas en las listas electorales con que contentar a las estructuras provinciales y locales y crear un grupo fiel y de confianza. Los retoques en las candidaturas realizados por la cúpula gallega son tan habituales en la vida socialista como las reuniones prolongadas hasta el alba para configurar su ejecutiva.

En los puestos de salida, Ferraz, en sintonía con O Pino, retocó seis nombres. A diferencia del año pasado, no han surgido quejas de las agrupaciones afectadas.

| BNG. El optimismo nacionalista rivaliza con el socialista de cara a un 5-A que el frentismo considera el carpetazo de un período negro, que comenzó con las escisiones de la asamblea de Amio de 2012, simbolizadas en el adiós del histórico Xosé Manuel Beiras. Su recuperación ha sido lenta tras estar en prácticamente en coma después de haber sorpassado al PSdeG en los años 90.

Su apuesta por una imagen de renovación, con Noa Presas y Olalla Rodil al frente de las candidaturas de Ourense y Lugo, contrasta con la experiencia de Luís Bará, exconcejal en Pontevedra, y la veteranía de Xosé Luis "Mini" Rivas. La propia candidata y líder frentista, Ana Pontón, lleva en el Parlamento desde 2004.

El fichaje de Alexandra Fernández, ex de En Marea, tiene un calado simbólico, pues pretende contribuir al reagrupamiento en la autoconsiderada "casa común" del nacionalismo de los nacionalistas que siguieron a Beiras en Anova y En Marea.

| En Común-Anova. La izquierda rupturista acude al 5-A inmersa en una paradoja. Ha perdido crédito y apoyos en las urnas y el liderazgo de la alternativa al PP en Galicia le queda lejos, pero cogobierna con el PSOE el Estado. En 2016, las mareas y Anova tenían la posición de fuerza; ahora, Podemos e IU. Los de Pablo Iglesias copan la mitad de los puestos de salida y Anova se reparte el 36% con Marea Atlántica y Compostela Aberta. Sin las alcaldías del cambio, con el peaje de las batalla dentro de En Marea y con Luís Villares, el que fuera su candidato hace cuatro años, fuera de la política, sus listas muestran una toma de posición de la dirección morada de Antón Gómez-Reino. Podemos cree que es la hora de asentarse en Galicia y comienza por el Parlamento.

| Vox. Sin estructura en Galicia ni candidatos conocidos, el partido se quedó el 10-N a casi 8.000 votos de quedarse con el escaño que obtuvo el BNG. No presenta candidato a la Xunta, fiando todo a su líder, Santiago Abascal, que critica a Feijóo. Pugnan por los mismos votantes. Vox ha garantizado su apoyo al PP para frenar a la izquierda. El coste para los populares de las papeletas de Vox no traducidas en escaños son la gran incógnita y un elemento previsiblemente decisivo.

| Ciudadanos. El 5-A le llega en pleno debate interno para elegir al relevo de Albert Rivera en un congreso los días 14 y 15 y tras el varapalo del 10-N, en que pasó de 57 a 10 diputados. Hace cuatro años, logró el 3% de votos, lejos del mínimo 5% fijado por ley. El rechazo del PP a una alianza reduce aún más sus opciones de entrar por primera vez en O Hórreo.

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