Profesora de Pediatría en la Universidade de Santiago y coordinadora de la Unidad de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica del Hospital Clínico de Santiago, Rosaura Leis alerta de la necesidad de adoptar hábitos de vida saludables desde la escuela.

-¿ Por qué aumenta el consumo de bollería industrial?

-Vivimos falta de adherencia a patrones alimentarios tradicionales. Por eso hay estas campañas de promoción de hábitos saludables, pero parece que la respuesta de momento no es buena. Lo que marcaba la cesta de la compra antes de la crisis era la conveniencia, la comodidad en el consumo: productos empaquetados que compiten con nuestra dieta tradicional. En el caso de la bollería, ocupa muchas veces el desayuno, que es la comida principal. Muchos niños incluso llevan la bollería para sus recreos. Pero para cambiar la alimentación también tenemos que cambiar hábitos, que es mucho más difícil. Para ello hay que incorporar en el currículum escolar de los colegios estilos de vida saludables: los niños deben aprender cómo ir a comprar a la plaza productos de proximidad, a leer un etiquetado, cómo era la dieta de los mayores... Los datos son alarmantes. No solo el aumento del consumo de estos productos, sino que estamos viendo que los niños tienen más prevalencia de sobrepeso y obesidad, colesterol alto, tensión alta... Estos hábitos y estilos de vida dejan una impronta metabólica que repercute en la salud del niño.

- ¿Qué consecuencias tiene el consumo y abuso de bollería?

-Están las repercusiones que causan su consumo y las que causa el desplazamiento de otros productos para comer bollería. Cuando uno come una cosa deja de comer otra, como aceite de oliva, pescado o verduras, es decir, los alimentos saludables. Los niños toman mucho azúcar libre, grasa saturada... Toman más energía de la que gastan porque sus estilos de vida son pasivos. Disminuye la actividad física y eso conlleva mayor depósito de grasa corporal y una mayor resistencia a la insulina, hipercolesterolemia... Si los datos siguen así, esto está poniendo en riesgo nuestro sistema sanitario con todas las morbilidades asociadas.

- ¿Tiene algo que ver el componente económico?

-Sin duda, el sobrepeso y la obesidad son la mayor discriminación social. Su prevalencia aumenta en los niveles socioculturales y económicos más bajos porque los alimentos que menos aumentaron su precio en los últimos años son los ultraprocesados: ofrecen gran cantidad de calorías a precio más bajo. En la crisis pensamos que volveríamos a la cuchara y los guisos, pero lo que se hizo fue abaratar ese tipo de productos.