Los líderes de Resistencia Galega se montaron una vida bucólica en la antigua comuna hippie de Baños mientras las fuerzas de seguridad les buscaban por varios continentes. A las reparaciones y mejoras que iban haciendo en la casa sumaron un huerto comunal ecológico para el que preparaban su propio abono. Cultivaban lechugas, tomates y legumbres, de las que se aprovecharon otros dos usuarios de la comuna hasta que la abandonaron. "De hambre no iban a morir, tenían buena mano", dice un vecino.

Y es que los temas del campo, como cuando convenía plantar las patatas o cualquier otro producto, centraban las conversaciones de "Toninho" con los lugareños. La pareja también se interesaba por las condiciones laborales de otros, en especial aquellos que debían pasar muchas horas al frente de un negocio.

Eran vegetarianos y les gustaban los productos veganos, pero a diferencia de este colectivo consumían huevos, que compraban a una vecina y pescado del que varias veces a la semana sube un pescadero en furgoneta hasta la plaza de Fornelos de Montes, según su entorno.

El único establecimiento del que no eran clientes era la carnicería. "Allí, en la comuna, no se mataba ni una araña, no comían carne y por eso ni tenían ni mataban animales", asegura una conocida.

"Trabajaban mucho porque también preparaban jabones y ungüentos", explican quienes tenían contacto con ellos. De hecho regalaban jabones especiales a quienes presentaban algún problema de piel.

A los vecinos de Fornelos no les extrañó que la pareja se afincara aislada de todo en medio del monte en una de las casas de Baños. "Desde que hace años muchos años se creó la comuna hippie estamos acostumbrados a que venga gente a vivir ahí. Las casas ahora suelen habitarlas okupas, pasan un tiempo y desaparecen, pero María y Tino se hicieron querer y todos les conocíamos", relatan los vecinos.

De la época de los hippies todavía quedan recuerdos en las casas de la comuna. Puertas pintadas de azul, gnomos y cortinillas de flores lucen en algunas ventanas aunque ajadas por el paso del tiempo, y se mezclan con las ruinas de piedra cubiertas de musgo de otras viviendas y muros dando un aire mágico a la zona, rodeada de chopos, helechos y florecillas silvestres.