- Son muchos kilómetros de lindes en la comunidad.

-Galicia siempre tuvo minifundismo y una proliferación enorme de parcelas, pero detrás hay una lógica histórica. Las áreas rurales estuvieron superpobladas hasta mediados del siglo XX y había mucha presión sobre la tierra. El sistema de herencia predominante tendía más a distribuir la tierra entre los hijos que a crear la figura de la primogenitura, en la que hereda todo el hijo mayor. Aquí se iba dividiendo por la enorme presión sobre la tierra, lo que provocó una pulverización de las parcelas. Aún así, este era un modelo bastante funcional hace 60 o 70 años. El problema es que no se modificó la estructura de herencia y la concentración parcelaria no da avanzado.

- Este modelo de reparto de tierras, en todo caso, es casi como una isla dentro de España.

-Galicia siempre tuvo una población rural mayor que en la mayor parte de España y, por tanto, existía muchísima presión sobre la tierra. No llegaba para tanta población en los siglos XVII y XVIII. Además, el sistema de rentas no era tan presionante y se podía resistir con pocas tierras y luego está la tradición jurídica gallega de fragmentar la tierra. Esto es un poco la combinación de factores.

- De ahí el más de un millón de kilómetros de linderos.

-Esto tenía sentido cuando la gente vivía en el rural. El sistema se mantiene ahora, pero con un montón de propietarios viviendo en la ciudad, que tienen las parcelas abandonadas o no saben ya donde están, pero no se es capaz de transferirlas a unas unidades más grandes tierra. El mecanismo de la concentración, de la que no voy a hablar mal, va a paso de tortuga y surgen miles de problemas. Nunca acabaremos por esta vía. Quizás sea más práctico apostar por mecanismos de transferencia de la tierra, que los propietarios absentistas la puedan ceder a los que sigan viviendo en el rural a cambio de una contraprestación y sin perder la titularidad. El mecanismo del Banco de Terras sería la vía para esto.

- ¿Con este minifundismo existe alguna ventaja comparativa o todo son perjuicios?

-Nunca todo es negro o blanco. Cierto que hay muchas tierras abandonadas y tenemos un problema de falta de ordenación en el espacio rural y de mantenimiento del monte que afecta, por ejemplo, a los incendios. Pero desde otros puntos de vista, vinculados a nuevas tendencias agrícolas, tiene aspectos muy positivos una tierra muy fragmentada. Por ejemplo, en las Rías Baixas la valoración de su paisaje y el mantenimiento de cercas y arquitectura rústica. Esto da valor al patrimonio rural. Las pequeñas huertas, cerca de las casas, ahora se consideran una oportunidad para trabajar el fin de semana y para cultivar productos de, como se dice ahora, kilómetro cero.

- ¿Este minifundismo territorial genera una especie de minifundismo mental? ¿De localismo, de intentar evitar que el vecino tenga algo mejor?

-Sí, sí, está vinculado con el minifundismo mental y con una defensa obsesiva de propiedad de la tierra. Hay que pensar que los gallegos no fueron propietarios de sus tierras rústicas hasta los años 20 o 30 del siglo XX. Se pagaba el foro, rentas feudales, hasta principios del siglo pasado y Galicia es una sociedad obsesionada por la propiedad de la tierra. Pero ojo, tenemos que empezar a hablar en pasado. Esto acontece mucho con las personas que tienen más de 65 años, que en el momento actual aún son la mayoría de los propietarios. Esto es un poco de la Galicia de antes. Sin embargo, este minifundismo mental ya no existe en las generaciones más jóvenes, de 40 o 50 años. Hay un cambio generacional bien marcado, pero los que deciden siguen siendo los mayores, porque ahora se vive más y son reacios a ceder las tierras en vida.