El 17 de junio de 1992 más de 10.700 estudiantes del entonces COU recibían una mala noticia: se anulaban en toda Galicia las pruebas de selectividad tras detectar filtraciones. Tras un tira y afloja entre los aspirantes a acceder a los campus y el Rectorado de la USC, se repetían los ejercicios de Filosofía, Análisis de Texto e Inglés. Nadie sabe cómo incidió en la historia personal y académica de los candidatos el que Marx y Platón reemplazasen a Descartes y a Kant, pero las universidades tomaron nota y decidieron elevar la custodia sobre los exámenes.elevar la custodia sobre los exámenes. Al año siguiente, las pruebas, una vez impresas, se guardaron en una sala acorazada y luego una empresa de seguridad las distribuyó a los centros de examen.

Es algo parecido a lo que se sigue haciendo en la actualidad, aunque las precauciones desde entonces se han extremado y la CiUG, que nació con esa meta, prefiere pecar por exceso que por defecto. En la actualidad, los exámenes, que en dos semanas se prevé que realicen unos 10.900 estudiantes, están ya impresos -aunque luego se revisará si hacen falta más en función de la matrícula, que finaliza hoy- y a buen recaudo en una sala blindada, los ordenadores donde hay exámenes no tienen conexión a internet para que ni el más avezado hacker pueda acceder a ellos -se usan pen drives- y llegarán a los centros donde se hacen las pruebas en furgones custodiados por una empresa de seguridad con guardia jurados que se lo entregarán en mano al presidente de cada tribunal.

El actual presidente de la CiUG y delegado del rector de la Universidade de Santiago, Celso Rodríguez, concede que quizás algunas de las medidas que se emplean para certificar que no haya filtraciones puedan parecer "exageradas", pero considera que se decidió que había que "asegurarse" porque "es un tema sensible y los chicos se juegan mucho". A su juicio, es "muy importante" darles "confianza" a los jóvenes en un examen cuya calificación dirimirá su futuro, tomando medidas para garantizar la igualdad de oportunidades.

Exámenes de selectividad

En todo caso, subraya que no tendría interés para nadie acceder a los exámenes antes de lo que toca, porque, en esas circunstancias, se anularían. Desde el principio hasta el final se busca un proceso controlado. Así, explica Rodríguez, hay un director de grupo por asignatura que pone seis exámenes por materia (hay 26 asignaturas y cada uno con dos opciones) y los entrega al tribunal único, conformado por tres personas. Se los tiene que entregar en la mano, en una memoria USB, explica Celso Rodríguez, y también impresos. "No puede enviar un correo electrónico", señala.

Entre esos seis exámenes posibles se realiza un sorteo público donde se eligen los que van a ponerse, y aparte se dejan unas pruebas de reserva, para incidencias. Por ejemplo, como ya ocurrió, si una comisión abre el examen de Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales en vez de el de Matemáticas II, se activaría el plan B.

Para que los exámenes sean distribuidos -en tres rutas diferentes por Galicia-, recibidos y luego desprecintados en las 26 comisiones de Galicia a la misma hora, porque no se pueden abrir hasta el momento del examen, los tres miembros del tribunal único se responsabilizan antes del proceso de impresión: se hacen torno a unas 90.000 copias para agilizar el reparto de las pruebas. Luego serán como mínimo unos 510 vigilantes los que se encargarán de evitar otro tipo de filtraciones: las de las "chuletas" hasta el examen.

Para que todo funcione como un reloj, desde la CiUG, creada para organizar las pruebas, se trabaja desde el mes de noviembre "a ritmo intenso" y con un calendario preciso de qué hay que hacer cada día, explica Celso Rodríguez. "Nunca se puede decir que estemos libres de error", reconoce, "pero el objetivo es tener previstos los posibles para poder resolver al momento".