El batacazo de la nueva izquierda el 26-M ha impuesto una obligada reflexión y una mayor dosis de paciencia para aparcar un tiempo la guerra interna existente en Galicia. La ofensiva de los diputados de Podemos que forman parte de En Marea para relevar a Luís Villares como portavoz parlamentario se pospone un tiempo. "No hay previsto ningún movimiento a corto plazo", exponen fuentes del partido morado en Galicia, que no concretan cuándo se acometerá esa maniobra anunciada.

Tras las generales, Podemos -con 5 diputados de los 14 del grupo- trató de apartar a Villares al alegar que no representaba ya un espacio común, sino a una de las partes debido al divorcio entre Podemos y Esquerda Unida, que compartieron papeleta el 28-A, y En Marea, que concurrió en solitario, mientras Anova se quedaba en casa. Los primeros lograron dos escaños y la segunda, ninguna, con un resultado superado incluso por el PACMA.

Sin embargo, esa revuelta interna se produjo a las puertas de la campaña de las municipales, por lo que Anova y EU frenaron su consumación, a lo que contribuyeron las quejas de los alcaldes del cambio por el coste electoral de un nuevo capítulo de la guerra interna. Aun así, la mayoría del grupo parlamentario es crítica con Villares y sacó adelante un comunicado en el que adelantaban que establecerían un nuevo sistema de portavocías, cambio al que el juez en excedencia se resiste por entender que solo el partido En Marea posee la competencia para imponer esa decisión.

Este pulso, sin embargo, no se va a resolver de forma inmediata debido a dos circunstancias. Por un lado, el golpe que el 26-M ha supuesto para todas las familias de la nueva izquierda, lo que ha debilitado de forma general a sus integrantes. Por otro, la pérdida del senador por designación autonómica que corresponde a En Marea como líder de la oposición en caso de que sufra una escisión al grupo mixto. El beneficiado de esa ruptura, que emularía las sufridas por AGE la pasada legislatura, sería el PSdeG.

El pasado domingo conmocionó a la izquierda rupturista, que perdió las tres "alcaldías del cambio" de A Coruña, Santiago y Ferrol, símbolo de su irrupción política, pero también se quedaron fuera del Parlamento Europeo, al que habían accedido con AGE en 2014. Las fuerzas que en 2015 y 2016 se unieron decidieron no ir de la mano en esta ocasión y compitieron con listas diferentes en Pontevedra, Lugo y Ourense. El resultado resultó desolador. Ni las mareas ni las candidaturas de Podemos lograron representación en esas urbes, en las que en 2015 listas de unidad popular habían sumado dos, cuatro -en 2 grupos- y tres ediles, respectivamente.

El secretario xeral de Podemos Galicia, Antón Gómez-Reino, se reunió precisamente ayer con los cinco diputados autonómicos de su organización para analizar la hoja de ruta a partir de ahora. De momento, toca reflexionar sobre la caída de apoyos y esperar a la resolución de la gobernabilidad estatal, autonómica y municipal, pendiente de los pactos. Luego, deberán abordar la reconstrucción de este espacio político y su posible configuración para las elecciones gallegas que tocarían tras el verano del año que viene.

Esquerda Unida (EU) también considera necesario analizar de forma crítica la dilapidación de confianza ciudadana en las mareas, pese al crecimiento en lugares como Cangas, O Porriño o Mugardos. "El estrechamiento del espacio de la izquierda en muchos concellos requiere un análisis de las herramientas de confluencia, que evidenciaron el peso de las discusiones internas, condicionando en buena medida los resultados obtenidos", expuso ayer la liderada por Eva Solla, vicepresidenta del Parlamento gallego como diputada de En Marea.

Reconstrucción

El 26-M es "una advertencia de la necesidad de enmendar y corregir críticamente los errores y una oportunidad de trabajar en la reconstrucción de un espacio político más integrador, feminista, ecologista y de clase que ofrezca propuestas para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora", añade en un comunicado.