La lógica dicta que Galicia, comunidad donde la sangría de población es casi incontenible, debería alfombrar el camino para todas aquellas mujeres que quieren someterse a un tratamiento de fecundación in vitro en la sanidad pública. Pero los datos son testarudos. Apuntan a que la comunidad es la cuarta con mayor lista de espera en España y que, de media, las gallegas aguardan un año y medio (18 meses) hasta el momento de afrontar su primer ciclo. Los tiempos, para muchas, son inasumibles. Hay parejas que deciden dar la espalda al Sergas y optan por costearse de su bolsillo tratamientos en clínicas privadas. No todas pueden por su alto coste económico.

El último estudio de la Sociedad Española de Fertilidad (Sef) sobre la reproducción asistida en sistemas públicos no deja en buen lugar a Galicia, que empata con Asturias. Solo la superan Cataluña y Murcia, con una espera para fecundación in vitro de 24 meses, y Aragón, con 22 meses. En el otro extremo, una gallega espera un año más por un tratamiento que una extremeña o una navarra (6 meses).

Fuentes conocedoras del sistema consultadas por FARO explican en estos momentos, en la unidad especializada del antiguo Hospital Xeral de Vigo. En la unidad de A Coruña, la espera es similar.

Ambos forman parte, junto a la unidad del Complexo Hospitalario de Santiago, de la red de centros públicos que ofrecen tratamientos de fecundación in vitro. Los privados rondan la decena. Entre todos, e 2016 -año del último registro de la Sef- se realizaron 4.391 ciclos de esta técnica.

En lo que respecta a otros tratamientos de reproducción asistida, la espera es mucho más corta, como en el caso de la inseminación artificial. Hace dos años, se llevaron a cabo 1.779 tratamientos, 633 con semen de un donante. La brevedad también se extiende a las consultas de esterilidad, donde las mujeres se someten a las primeras pruebas diagnósticas. Desde el 2010, la OMS incluye la infertilidad en su lista de enfermedades.

Sin embargo, los tiempos en la fecundación in vitro se dilatan. "En una comunidad que es la segunda más envejecida (...) es de suponer que las políticas estén más encaminadas a la natalidad que a ponerle trabas. Pero no piensan en esto nuestros políticos y gerentes de áreas sanitarias", protestaba hace un año Andrea Rodríguez Blanco en una carta al director publicada en este diario. Su misiva, titulada "El Sergas y la infertilidad", estaba escrita en primera persona: con 35 años "tras muchas pruebas, consultas repetitivas" y "tres inseminaciones fallidas" en el CHUVI, decidió afrontar la fecundación in vitro. Su cita había sido concertada dos años pero "el cierre de la unidad en verano" la abocaba a seguir esperando. Las fuentes consultadas suscriben los mismos motivos. Por ejemplo, que los cuellos de botella que se generan en el Sergas se producen por no "invertir" en "personal" o en "la ampliación de los laboratorios".

En Galicia, más si cabe, la aparente falta de medios en el sistema público entra en contradicción con las alarmantes cifras demográficas. Dejando a un lado las 60.000 gallegas de menos de 40 años que, según el INE, no quieren ser madres, existen otras 28.000 que no lo son "por razones de salud".

Por último, otra de las limitaciones es la edad. La cartera de servicios de reproducción asistida de todo el Sistema Nacional de Salud se limita a las mujeres con menos de 40 años. Antes incluso, a los 38, ya no se recomiendan los tratamientos de inseminación artificial conyugal.