Carmen Santana vive en Pontevedra. Lleva desde 1983 en Galicia y, aunque quiere con el "alma", asegura que, como los gallegos, no olvida su "tierriña", Las Palmas de Gran Canaria. Pero no se para en la morriña, ya que cuida a tiempo completo a uno de sus nietos, de 13 años. Y como es de las que quiere entrenarse para poder ayudarle a superar los retos del nuevo milenio -léase drogas, el "bullying" o el control de los videojuegos-, se apuntó a las escuelas de abuelos educadores. Porque, alega, aunque crió a cuatro hijos, "no es lo mismo antes que ahora" y hay que actualizarse.

-¿Qué la llevó a la escuela de abuelos educadores de la Xunta?

-Tengo un nieto de 13 años y siempre es bueno tener hoy en día una ayuda. Y la ayuda la vi en esta escuela: cómo es tratar lo de la droga, lo del bullying, lo que hoy está de moda, internet, e intentar no dejarlos jugar demasiado con las consolas. Todo eso. Parece que no, pero siempre es bueno tener una ayuda porque yo crié a cuatro hijos, pero no es lo mismo antes que ahora.

-¿Cómo se enteró de que había una escuela que podía ayudarla a educar a su nieto?

-Me lo contó mi marido, que también hizo, y me animé. Tras el primer día, me enganché.

-Su marido y usted ayudan a un hijo que trabaja, ¿no?

-Hoy en día los abuelos tenemos que echarle una mano a la juventud. Si no, no son capaces de salir adelante. Y aportamos nuestro granito de arena para cuidar a los niños. Aunque a los padres tener que marcharse y dejar a los niños en una guardería o con los abuelos también les supone un mal trago, aunque sepan que están cuidados.

-¿Qué es lo que quería aprender en la escuela de abuelos?

-Lo que quería aprender era cómo tratar a los jóvenes de hoy en día. Porque los chavales de ahora no son como los de hace 10, 20 o 30 años. Están más espabilados y una ayuda nunca viene mal.

-El cambio es radical con respecto a generaciones pasadas...

-Es verdad. Tan radical que no hay más que ver el cambio con la ropa. Que antes no te podían ver un roto o no podías ir con una camisita de mal color y ahora los ves por la calle y dices "Virgencita del Carmen". Es la juventud que tenemos. No es que la juventud sea mala, es que a veces hay que ponernos en su sitio y comprenderlos un poco. No es que sean rebeldes, como se dice, es que a veces decimos no y para nosotros está bien y para ellos no. Por eso vienes a un cursillo y aprendes aunque tengas 60, 30 o 20. Nunca está de más aprender.

-A usted, del nuevo mundo de ahora, ¿qué le preocupa más?

-Lo primero, como a todo padre y abuelo, es lo de la droga. Después lo que hay hoy en día, que si entran en internet y alguien se hace pasar por un amigo y no lo es. Ese es el miedo. Es lo que a cada momento te repiten en los cursillos: están hablando, pero, ¿con quién? Hay que estar alerta, como nos aconsejan en los cursos.

-¿Recomendaría la experiencia y por qué lo haría?

-Sí la recomendaría. Porque con este cursos aprendes a entender mejor a la juventud de hoy endía y estás más al acecho de los posibles peligros.

-Casi parece que hay que hacer una carrera para cuidar a un niño...

-Hoy en día sí, porque no es lo mismo que hace 20 o 30 años. Además la juventud, como dije, está muy espabilada. A veces no sabes qué idioma están hablando, pero hay que hablar el idioma de ellos y también escuchar la música que escuchan. Hay que ponernos a tono. Si hay rap, pues hay rap. Si hay tan tan tan, pues hay que oír tan tan tan.

-¿Es importante para un niño tener abuelos?

-Los abuelos, el abuelo, la abuela, alguno, deberían estar siempre.