"Bibliotecas escolares para o século XXI. Desenvolvemento de comunidades de lectura" es la ponencia con la que la chilena Constanza Mekis, responsable durante dos décadas de la red de bibliotecas escolares de su país y experta en literatura infantil y juvenil, abrirá esta mañana la segunda jornada de los Encontros do Plan de Mellora das Bibliotecas Escolares, organizados por la Consellería de Educación en Santiago. La experta, que mereció varios galardones, aboga, frente a las lecturas obligatorias, por "lectores electores".

-¿Cómo deben ser las bibliotecas escolares del siglo XXI?

-Abiertas, dinámicas, creativas y que tengan como foco el lector.

-¿Y eso cómo se materializa?

-Con un conocimiento más profundo de los alumnos, sus gustos, preferencias e intereses y responder a sus necesidades vitales. Y eso pasa por abrirse al mundo que vive el niño o el joven, sus preocupaciones, la diversidad de espacios, cómo se entiende el ocio, Internet, la lectura en otros soportes... Porque hoy en día no es solo el libro impreso.

-El profesor debe saber de todo...

-Es difícil, pero posible. Hoy en día el profesor que no tiene conocimiento psicológico a nivel etario está desvinculado también de aspectos importantes, porque el alumno se está transformando como lector y lee hoy algo y mañana ya no le apetece. Ese cambio a lo mejor produce cierto vértigo en el profesor que no sabe cómo ayudarlo. Por eso tiene que tener esa flexibilidad y para ello debe tener un conocimiento pleno de las posibilidades que puede ofrecer y para eso necesitamos maestros lectores. Aunque más bien hablaría de mediadores culturales. Porque, más que fomentar la lectura, necesitamos articularla, profundizarla con otras artes, con la diversidad de soportes en juego.

-Muchos niños ven cómo sus padres absortos con el móvil. ¿Pueden interesarse por la lectura?

-Sí, claro. Hoy en día si no integras la tecnología, el mundo real, lo que viven los niños, vas a disipar lectores. Nosotros queremos unir a la familia porque es parte de la comunidad educativa. La comunidad debe declararse en contra o favor de la lectura y, si se declara a favor, hay que crear puentes. Si los padres no son conscientes, van a dejar a ese hijo con la tableta todo el día. Si lo son, tendrá un horario restringido, van a invitar a conversar. Porque a veces uno piensa que ser lector es solo eso, pero es saber mirar, saber curiosear...

-¿Hay que educar a los padres?

-Y a los abuelos. También tienen su rol, porque los niños no miran solo a sus padres, sino a sus abuelos, tíos... Es una red de mediación en la que hay que ser muy consciente del papel que se juega. Es muy importante porque un niño no lector es un niño deshumanizado, que no está cercano a los otros, al que no le interesa el mundo que lo rodea. Un niño sin lectura es un niño que está aburrido y que quiere más cosas. Unos padres que propician que un niño quiera saber más del mundo tiene un tránsito ganado hacia un niño que va a estar consciente de la realidad en la que vive y de cómo ayudar. Porque creo que esto es al final lo que uno quiere: transformar a estos niños en buenas personas.

-¿Y los libros logran eso?

-Los libros y el mundo cultural que te rodea.

-Creo que está usted en contra de imponer lecturas...

-Es complejo porque la obligatoriedad se rechaza. Si la sacas del tablero, pones en juego la creatividad, la innovación, el crear espacio y exploraciones hacia las posibilidades de generar amor por la lectura, el placer por la lectura, que es antagónico a la obligatoriedad. ¿Cuándo puedes darte el lujo de generar el placer por la lectura? Cuando puedes ofrecer y puedes generar en el joven no solo un lector, sino un elector.

-Sugiere que los profesores sepan lo suficiente para ofrecer al lector un abanico de posibilidades y que sea el niño el que elija.

-Eso es. Si queremos ciudadanos críticos, deben tener sus propios criterios para elegir, aunque si tú lo dejas solo al arbitrio del lector a lo mejor sus lecturas son sosas o previsibles. El rol del mediador, que cobra más importancia, es guiar a ese joven que es libre, pero necesita un apoyo. Y sí, creo en la libertad, en saber que puedo leer lo que quiero, lo que a mí me gusta, pero lograrlo necesita de personal y mediadores muy cualificados.

-La brevedad de las redes sociales, ¿puede sesgar la paciencia de los niños para ser lectores? ¿Sienten temor?

-Muy alto. Y para eso tenemos que ser muy conscientes de que esta lectura fragmentaria, discontinua, que tienen los niños hoy a través de los móviles debe equilibrarse con lecturas tranquilas. Creo que la palabra mágica es sosegada. Tengamos en la familia un espacio, no para leer, sino para conversar, porque a partir de la conversación podemos generar inquietudes.

-¿Todo libro vale si engancha?

-Para llegar al mundo de la buena literatura se puede partir de cualquier camino, pero también es clave un lector que tenga un abanico de posibilidades, que se vaya paseando, que no quede estancado en un solo segmento.

-¿Cree que sobrevivirán las bibliotecas a Internet?

-Cada vez más porque necesitamos comunicarnos, compartir ideas, y en ese espacio de la biblioteca no solo hay objetos o conocimiento, sino personas que me pueden orientar y generar discusiones. Son espacios de encuentro.