El declive demográfico que Galicia, Asturias y Castilla y León arrastran desde hace décadas tiene también su correspondencia en las Cortes, cuya composición está a punto de renovarse. Una de las consecuencias es una menor presencia en el Congreso de los Diputados, además perfectamente cuantificable: tras las elecciones del próximo 28 de abril estas tres comunidades sumarán once escaños menos de los que tuvieron en los primeros comicios de la Transición, en 1977. El "invierno demográfico" ha rebajado el peso político de estas circunscripciones, al menos desde el punto de vista aritmético.

Galicia, Asturias y Castilla y León tuvieron en las primeras Cortes un total de 71 diputados, mientras que en los próximas elecciones sólo tendrán derecho a elegir 60 escaños. Es decir, en cuarenta años de democracia se han dejado por el camino un 15% de su representación política, entendida ésta como el número de diputados que tienen en el Congreso, fiel de la balanza política española donde se ventilan cada año los presupuestos generales del Estado y con ellos el reparto de las inversiones territoriales. Galicia ha pasado de 27 a 23 diputados; Asturias contaba con 10 que menguan ahora a 7; y Castilla y León ha visto recortado su número de actas de 34 a 30.

El Noroeste tenía un peso político en las primeros años de la Transición por encima del 20% del conjunto de la Cámara, que ahora se verá reducido al 17% y con tendencia a la baja porque estas tres comunidades comparten datos preocupantes en términos demográficos: tienen la mayor tasa de envejecimiento y las menores cifras de natalidad de todo el país. Y esas evoluciones negativas son prácticamente imposibles de revertir en el corto plazo.

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Asturias es la provincia que más diputados ha perdido desde aquellas primeras elecciones de 1997: tenía diez escaños que ahora bajarán a siete en los comicios del 28 de abril. León, con dos diputados menos, y Zamora, Soria y las cuatro provincias gallegas, con un escaño menos, completan el listado de circunscripciones que tienen ahora menor representación política que cuarenta años atrás. Si la contabilidad se hace conforme al criterio de las comunidades autónomas, que todavía no existían como tal en 1977, Galicia y Castilla y León serían las que habrían perdido más diputados en el Congreso, cuatro, pero Asturias, con tres menos, es la única autonomía uniprovincial en ver menguada su presencia en las Cortes ya que Cantabria y Navarra conservan los cinco que tenían, La Rioja mantiene sus cuatro diputados, Murcia ha subido dos y Madrid ha tenido la evolución más positiva, pasando de 32 a 37 escaños. Aunque las tres autonomías del Noroeste son las que acumulan mayor pérdida de representación política, no son las únicas: el País Vasco tiene tres escaños menos, Extremadura ha retrocedido dos en ese mismo periodo, mientras que Aragón cuenta con un diputado menos.

Los once escaños que ha perdido el Noroeste, la España vacía acuñada por algunos expertos, han basculado prácticamente en su totalidad a dos áreas geográficas muy definidas, Madrid y las tres autonomías del Mediterráneo, Cataluña y Comunidad Valenciana. La capital del reino tendrá tras este 28 de abril cinco diputados más que en los albores de la Transición, mientras que la Comunidad Valenciana habrá pasado de 29 a 32, Murcia de ocho a diez, y Cataluña, de 47 a 48. Otros territorios que también han visto mejorada su posición en el reparto de los 350 escaños del Congreso en estos cuarenta años son las islas Canarias y Baleares, con dos diputados más cada una y Andalucía, que también tiene dos más. El declive demográfico del Noroeste camina paralelo a la distribución de la pujanza económica y política que define a la España del siglo XXI.