Los cinco escaños que hoy tiene En Marea en el Congreso podrían quedarse en dos, perdiendo el segundo de A Coruña, el segundo de Pontevedra y el acta de Lugo. Éste es el pronóstico que ponen encima de la mesa rivales políticos del primer partido de la oposición en base a encuestas internas que manejan, y como consecuencia del desgaste de la formación por su doble crisis: la estatal de Podemos, y la gallega de En Marea.

En un escenario tan delicado, se libra el pulso entre la dirección, comandada por Luís Villares, y el sector crítico, integrado por Podemos, EU, Anova y los alcaldes del cambio. Son dos bandos, con pases de jugadores de un campo a otro, que siempre se han mirado con recelo: el alma nacionalista y el alma de la izquierda rupturista.

Villares al romper la baraja con el no a los presupuesos de Pedro Sánchez por no satisfacer las necesidades de la comunidad coloca a Galicia en el centro de sus decisiones, y reivindica que el poder de decisión esté en Galicia y no en Madrid. En el acuerdo de separación, Villares se quedaría con el alma nacionalista e hipotéticamente con los votos fugados del BNG que buscaron una oferta electoral nueva. Una de sus aliadas en En Marea, la diputada en el Congreso, Alexandra Fernández, incluso apuesta por una alianza con el Bloque.

El alma de la izquierda rupturista se la quedaría el grupo nucleado en torno a Podemos, pero podría disputarle a Villares en un divorcio no amistoso la bandera nacionalista, pues uno de los socios es la formación nacionalista Anova, y Xosé Manuel Beiras, uno de los referentes del naconalismos, se ha alineado en esta ocasión con ellos.

Ante unas expectativas electorales tan poco halagüeñas, la lógica dicta hacer de tripas corazón e intentar por enémisa vez la unidad popular de la que tanto hablan, porque si al final concurren en dos listas diferenciadas, ¿quién se llevaría los 5 o 2 escaños en juego?

De cara a la galería, los dos sectores enfrentados escenifican una apuesta por el diálogo, hacen llamamientos al acuerdo, admiten que la ruptura sería "un suicidio político", pero lo cierto es que ninguno de los dos bandos se ha movido de posición. La dirección de Villares mantiene que en esta ocasión hay que concurrir a las elecciones generales como un partido instrumental, como pasó en las elecciones autonómicas de 2016, y así poder tener grupo propio e independencia con respecto a Unidos Podemos.

Los críticos tampoco ceden y quieren repetir la fórmula de la coalición electoral y que los diputados electos formen parte del grupo confederal liderado por Pablo Iglesias.

Asistimos a un pulso donde uno de los jugadores espera que sea el otro el que ceda ante el vértigo de la derrota electoral. El desenlace es incierto, pero la fractura entre los dos sectores de En Marea es tan profunda que recomponer la unidad se antoja imposible.

El equipo de Villares prepara las primarias para elegir candidatos a diputado, y los críticos mantienen conversaciones y reuniones para perfilar sus propias listas. Incluso buscan marca. La de En Marea se la quedaría la dirección, pues fue registrada por afines a Luís Villares. Barajan concurrir con una marca que lleve la palabra marea, pero está por ver si se lo aceptarían, pues la normativa electoral establece que las candidaturas no pueden llevar a confusión.

El alcalde de Santiago, Martiño Noriega, se unió ayer al regidor coruñés, Xulio Ferreiro, para abogar por la fórmula de la coalición. Insistió en pedir unidad a los suyos en "un momento histórico en el que la extrema derecha puede entrar en las instituciones blanqueada por la derecha".

Villares recordó que entre quienes ahora piden una coalición están los fundadores del partido instrumental de En Marea.