Tener trabajo no necesariamente significa librarse de la pobreza. La precariedad laboral que sufre la población más joven provoca que incluso entre los jóvenes que tienen un empleo el riesgo de sufrir penurias y exclusión social es del 20 por ciento. Es decir, dos de cada diez tendrán dificultades económicas pese a cobrar un salario.

Así lo constata el informe del Consejo de la Juventud que cifra la tasa de pobreza para el conjunto de los jóvenes de menos de 35 años en un 30,9 por ciento, 2,6 puntos menos que la que se registra en el conjunto de España. El mayor riesgo está lógicamente en aquellos que están en el paro (el 44 por ciento), aunque el 20 por ciento de la población ocupada estaría en la misma situación.

Además de los bajos salarios, los empleos de corta duración son la otra pata de la precariedad laboral juvenil. Según el estudio del Consejo de la Juventud, uno de cada cinco trabajadores jóvenes tiene un contrato inferior a cuatro meses, esto supone un 3,35 por ciento más que el año anterior.

El otro problema laboral que sufren los jóvenes gallegos es la sobrecualificación. Casi la mitad de los jóvenes con titulación universitaria (unos 40.000) están desempeñando puestos para los que se requiere mucha menos formación y, por lo tanto, están cobrando un salario inferior al que les correspondería por su preparación universitaria.

Pero además hay otros 32.000 jóvenes con empleos parciales, pese a que estarían dispuestos a trabajar la jornada completa.