Alberto Núñez Feijóo está viviendo uno de los momentos más decisivos de su carrera política. El abrupto adiós de Mariano Rajoy ha precipitado los acontecimientos y al calendario que podría manejar el presidente de la Xunta de repente le sobran muchas hojas. La política tiene eso: en 24 horas todo el castillo que uno se había construido se viene abajo y es obligado adelantar plazos, decisiones y cálculos. Incluso improvisar, con los riesgos que eso entraña. Feijóo aclarará esta tarde su futuro. Si finalmente, como todo indica, apuesta por librar la madre de todas las batallas -pugnar por las riendas del PP nacional- y la gana, como muchas voces dan por hecho, ésta solo sería el inicio de un desafío con, al menos, cuatro frentes.

| Renovación de la dirección. El primer paso será configurar una ejecutiva del PP nacional que visibilice la idea del cambio. Y lo tendrá que hacer sin que parezca que renuncia, mucho menos censura, el pasado de un partido que todavía se siente ganador y despojado del poder por una jugarreta. La vieja guardia cuenta y mucho en el PP, pero militantes, simpatizantes, votantes y ciudadanos, en general, deberán percibir con nitidez que el PP abre otra etapa.

El objetivo es recuperar el terreno que le ha arrebatado Ciudadanos, capitaneando un partido unido, centrista, renovado y europeísta, al tiempo que el mayor garante de la unidad territorial. Tras el éxito mediático del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, es más que probable que las mujeres tengan una cuota de poder muy significativa. Es cierto que el número dos del PP ya es una mujer, Dolores de Cospedal, pero también que hoy se exige algo más. Y Feijóo siempre ha tenido buen olfato para adaptarse a los nuevos tiempos.

| Otro presidente gallego. Aunque sobre este punto hay discrepancias en el seno del propio PPdeG, la realidad se acabará imponiendo y difícilmente Núñez Feijóo podría hacer compatibles sus obligaciones y responsabilidades como presidente del PP nacional y la gestión diaria al frente de una comunidad. Es inimaginable un titular de la Xunta a tiempo parcial: los lunes, martes y miércoles en Génova y de jueves a domingo en San Caetano. Así que en su cabeza debe estar rondando el nombre de la persona que le sucederá. Y como el relevo tiene que salir del Parlamento autonómico, en realidad las opciones son limitadas. Si el PP tiene hoy 41 diputados, descontemos aquellos que no tienen ninguna opción. Sumemos a este grupo los que no cuentan con ningún apoyo (ni del presidente ni de ningún territorio). Y a éste añadamos los que en principio ya tienen otro destino político. Al final los candidatables se podrían contar con una mano.

Todos ellos -Alfonso Rueda, Pedro Puy, Diego Calvo, Francisco Conde, el tapado ourensano...- de momento se pelean por elogiar a su jefe y competir en frases tópicas y banales. Lo lógico, además, es que de esta crisis de gobierno salgan también aquellos conselleiros que concurrirán en las elecciones locales de 2019. Beatriz Mato, que pelearía por A Coruña, y Rey Varela, por Ferrol, deberían estar viviendo ahora sus últimos meses en el cargo. La duda es si los relevos se limitarían a los dos previstos o se aprovecharía para acometer otros. ¿Más vicepresidentes? Veremos.

| El candidato de 2020. Otra cuestión es si el elegido para sustituirle al frente de la Xunta sería también el candidato del PP gallego en las autonómicas de 2020, o si esa persona jugaría el papel de presidente por accidente, una suerte de interinidad. Y eso puede ocurrir. Quizá porque la persona que tiene en la cabeza Feijóo para esa encomienda no sea hoy diputado. O quizá porque a quien debería dar ahora la Presidencia no sea ya de su máxima confianza,pero no ve una alternativa factible sin crear un incendio en el PPdeG.

Feijóo estaría en una encrucijada: optar por un presidente de la Xunta que sea también del PPdeG y por tanto futuro candidato; o elegir a un presidente de transición a la espera de un líder real que dirija el partido y encabece el cartel electoral. Por cierto, ¿tendría manos libres para hacerlo?

| La primera contienda. El rediseño de una ejecutiva nacional leal y rejuvenecida y la designación del presidente de la Xunta y de los nuevos conselleiros deberían producirse en meses. Porque sin tiempo para arrellanarse en su sillón de Génova 13, Feijóo afrontaría en la próxima primavera una doble contienda electoral: municipales y autonómicas en buena parte de España. Y ahí ya recibiría su primera nota de evaluación. El examen es de primera. Pues no tendría el mismo impacto volver a perder Vigo por goleada que caer en Madrid, Sevilla, Valencia o Zaragoza. Feijóo, que suele identificar las tres mayorías absolutas en Galicia con un éxito personal, asume que una cosa sería aceptar alcaldes de las Mareas y otra que La Rioja, Murcia o Castilla y León se las llevase el PSOE de un Pedro Sánchez redivivo. Sin embargo, si sale victorioso su áura de ganador seguiría impoluta y La Moncloa, su gran sueño, más cerca.

Pero para que aconteciese todo esto, antes deberá responder a una pregunta sencilla (o no tanto): ¿dará la batalla? Al menos a esta hora ya sabe que sus adversarios albergan el mismo o más temor que él.